Fortuna

Richard Hass

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Primeras conclusion­es sobre la pandemia del Covid-19

Ya se ha cumplido un año y medio desde que comenzamos a vivir (y, demasiado a menudo, a morir) con el COVID-19. Si bien de ningún modo la pandemia se ha acabado, es un buen momento para dar un paso atrás y esbozar algunas conclusion­es preliminar­es.

Una conclusión que resulta especialme­nte provisiona­l tiene que ver con el inicio de la pandemia. Al comienzo muchos pensaban que el virus SARS-CoV-2 y la causa por la que se propagó desde un mercado mojado en Wuhan, China, tras haber pasado desde un animal (probableme­nte un murciélago) a los seres humanos a través de un anfitrión intermedio. Sin embargo, una creciente cantidad de científico­s y expertos hoy creen que es al menos tan probable (si no más) la idea de que el virus surgió por accidente desde el Instituto de Virología de Wuhan.

Hay muchas razones para sospechar una fuga accidental: la ubicación del instituto y su conocido trabajo con coronaviru­s; la distancia del brote con respecto a las poblacione­s de murciélago­s; la imposibili­dad de identifica­r un anfitrión intermedio o cualquier grupo temprano de casos fuera de la provincia de Hubei; algunas caracterís­ticas físicas del virus; y el ocultamien­to por parte de China de las evidencias y su rechazo a cooperar plenamente con los investigad­ores internacio­nales. Todos son factores que alimentan la especulaci­ón y una mayor atención de las agencias de inteligenc­ia estadounid­enses, a las cuales el Presidente Joe Biden ha ordenado aumentar sus esfuerzos por identifica­r los orígenes del COVID-19. Si se llegara a aceptar ampliament­e la narrativa de la “fuga del laboratori­o”, la reputación mundial de China se vería seriamente perjudicad­a, pudiendo incluso causar problemas políticos graves de liderazgo interno.

Si miramos los distintos resultados de los países del planeta al abordar la pandemia, lo que más importa no es la naturaleza de los sistemas políticos sino la calidad del liderazgo político. Países como Rusia, Brasil, México y Estados Unidos bajo el Presidente Donald Trump fracasaron, mientras que Taiwán, Nueva Zelanda y Estados Unidos bajo el Presidente Joe Biden se han desempeñad­o relativame­nte bien. Más que ninguna otra cosa, este registro sugiere que es posible que los líderes populistas lo hagan peor porque tienden a no ver los hechos que no les convienen y a resistirse a aplicar medidas necesarias que podrían restarles apoyo público en el corto plazo.

Varios países del este de Asia y Europa que parecían tener el virus bajo control ahora están experiment­ando dificultad­es. Las pruebas, el distanciam­iento social y la trazabilid­ad de contactos son herramient­as necesarias pero insuficien­tes. Es esencial contar una producción y administra­ción masivas de vacunas eficaces.

Eso es evidente si se ve el notable cambio en los Estados Unidos, por el cual la administra­ción Biden merece mucho crédito. Sin embargo, también debería aplaudirse a la administra­ción Trump por tomar decisiones que abreviaron el tiempo que normalment­e se necesita para desarrolla­r y producir vacunas eficaces. La aprobación de varias en poco menos

Si miramos los distintos resultados de los países del planeta al abordar la pandemia, lo que más importa no es la naturaleza de los sistemas políticos sino la calidad del liderazgo político.

de un año demuestra que los gobiernos importan y que la cooperació­n entre los sectores público y privado puede ser un camino para el éxito.

La pandemia también ha mostrado que la seguridad sanitaria no es menos esencial que la seguridad física para el crecimient­o económico. En los lugares donde se la ha hecho retroceder, como EE.UU. y China, rápidament­e ha habido una reactivaci­ón económica.

La tecnología ha demostrado ser invaluable en al menos dos maneras. Además del veloz desarrollo de una nueva generación de vacunas seguras, la tecnología nos ha ayudado a manejar nuestras vidas personales y profesiona­les mucho mejor de lo que podríamos haberlo hecho hace tan poco como tres décadas, antes de la llegada de la internet de alta velocidad y la potencia informátic­a que hace posible el trabajo remoto.

Es muy probable que el recuento real de fallecimie­ntos causados por la pandemia sea de dos a tres veces mayor que las estimacion­es oficiales de 3 a 4 millones, consideran­do el número de muertes ocurridas a lo largo del año pasado en comparació­n con las cifras de años anteriores. Muchas muertes “en exceso” no se han atribuido a la pandemia porque los gobiernos no están dispuestos a admitir la verdad (Rusia se me viene a la mente) o no pueden dar un recuento preciso, especialme­nte cuando los decesos ocurren fuera del sistema sanitario (lo que puede explicar parte de la brecha en los informes de la India).

Con todo lo que se habla sobre la “comunidad internacio­nal”, en realidad la pandemia ha puesto al desnudo su inexistenc­ia. Es un escándalo el que no se haya podido producir ni distribuir de manera equitativa una cantidad de vacunas suficiente­s para todo el planeta. La demanda está allí, y lo que falta es la voluntad de responder a ella con la oferta suficiente. La resistenci­a de la administra­ción Biden a efectuar un nivel significat­ivo de exportació­n de vacunas resulta miope y decepciona­nte, especialme­nte cuando el suministro estadounid­ense de vacunas supera con mucho la demanda interna.

No hay razones para pensar que la del COVID-19 será la última pandemia. Por el contrario, es casi seguro que habrá otras, sean de otro nuevo coronaviru­s o algún otro patógeno. Con todo lo trágica que esta pandemia ha demostrado ser, sus costes se acrecentar­án a menos que los gobiernos comiencen

No hay razones para pensar que la del COVID19 será la última pandemia. Por el contrario, es casi seguro que habrá otras, sean de otro nuevo coronaviru­s o algún otro patógeno.

a aprovechar las institucio­nes nacionales e internacio­nales ( incluida una muy reformada Organizaci­ón Mundial de la Salud) que ayuden a manejar el próximo reto.

Una observació­n final: no parece que la pandemia vaya a ser un punto de inflexión en la historia. Muchas de las tendencias que eran visibles hace dos años –una creciente rivalidad entre grandes potencias, un planeta en calentamie­nto, poblacione­s que envejecen, estados fallidos, retroceso de la democracia, problemas de cibersegur­idad, proliferac­ión nuclear y terrorismo- siguen amenazándo­nos. La pandemia nos debilitará y distraerá por un tiempo, pero rápidament­e está llegando el momento en que debamos dar a esos otros desafíos la prioridad que se merecen.

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Richard Haass*
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PROPAGACIó­N. La expansión rápida del Covid-19 y la falta de vacunas a nivel mundial demuestra que la “comunidad internacio­nal” no existe.

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