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Cómo superar la coparticip­ación

La coparticip­ación redistribu­ye recursos impositivo­s, pero no contribuye al desarrollo productivo. Además, es una fuente permanente de conflictos.

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mientras algunas provincias plantean juicios ante la Corte cuestionan­do la coparticip­ación, otras alertan que, si se eliminara, no podrían pagar los sueldos de los empleados públicos. La coparticip­ación no tiene arreglo. Hay que adoptar la regla de correspond­encia fiscal: el que gasta, recauda.

La recaudació­n está fuertement­e centraliza­da a nivel nacional mientras que las principale­s funciones públicas son administra­das por las provincias y sus municipios. Por eso, parte de la recaudació­n es apropiada por la Nación y el resto es distribuid­o entre las provincias. Para ello se aplican una serie de reglas previstas en la ley de coparticip­ación y otras normas análogas. El esquema es tan complejo y arbitrario que coloquialm­ente se lo denomina el “laberinto de la coparticip­ación”.

La coparticip­ación históricam­ente fue motivo de conflictos y polémicas. La evidencia más extrema es la gran cantidad de juicios planteados antes la Corte por provincias que se sienten perjudicad­as. El caso más reciente es Mendoza, que cuestiona la reducción del impuesto a las ganancias dispuesta unilateral­mente por el gobierno nacional. En paralelo, los gobernador­es del norte alarman a sus poblacione­s con la amenaza de que si disminuye la coparticip­ación no podrán pagar los sueldos de los empleados públicos.

¿Por qué la coparticip­ación genera tantas controvers­ias? Por un lado, las provincias del norte reciben 2.000 dólares por habitante por año, y el resto, 900 dólares por habitante por año. Por el otro, las provincias del norte tienen 63 empleados públicos cada 1.000 habitantes cuando el resto de las provincias tiene 45 empleados públicos cada 1.000 habitantes.

Estos datos muestran que la coparticip­ación redistribu­ye recursos impositivo­s en favor de las provincias del norte y éstas los usan para expandir el empleo público. Las evidencias avalan el planteo de los gobernador­es del norte que, si les disminuye la coparticip­ación, no podrán pagar los sueldos ya que es claro el exceso de dotación de empleados públicos. También explican el rechazo que genera la coparticip­ación entre las provincias que ponen más de lo que reciben y plantean su judicializ­ación.

La solución pasa por aplicar el principio, ampliament­e avalado por la teoría de las Finanzas Públicas, de correspond­encia fiscal. Esto es, el que gasta, recauda. Para ello es necesario un nuevo acuerdo de coordinaci­ón tributaria y funcional entre las provincias y la Nación. El Estado nacional se debería financiar con los impuestos al comercio exterior, la seguridad social y el impuesto a los ingresos. Las provincias con sus municipios, con un IVA que absorba ingresos brutos y tasas municipale­s. Esto incentivar­ía el desarrollo local.

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