Gente (Argentina)

GREENPEACE. Durante nueve días, un periodista de GENTE navegó en el barco Esperanza, encargado de denunciar la pesca indiscrimi­nada.

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a Nueva York suficiente evidencia de la devastació­n del mar, para ponerle freno legal.

eléctrica, un bajo, un teclado, una batería y varios de percusión. Al atardecer, el hangar del helipuerto es el escenario para la banda musical. El sueco Oliver Tassinari se hace cargo de la batería, la francesa Alice Gestin (que solía trabajar como marinera en yates de millonario­s de la Costa Azul hasta que, dijo, “sentí que perdía mi tiempo”), del bajo, y el turco Serkan Dadak, de la trompeta. Este último anduvo por Buenos Aires en el año 2003: “Fui hasta un lugar llamado ESMA. Y por medio de Manu Chao conocí a la gente de la radio La Colifata, en el Borda”, sorprende.

Por supuesto, para mover esta mole de 72 metros de eslora, 14.3 de manga, 6.4 de calado y 2.076 toneladas de peso se necesitan poderosos motores. En el Esperanza –que recibió ese nombre por una votación en la web de Greenpeace– el segundo encargado es el colombiano Luis Vázquez Garzón. Su reino está más cerca de los peces, allá abajo, en el nivel llamado “tank top”. El barco nació en Gdansk, Polonia, en 1984, a pedido de una empresa rusa, y fue una nave bombero hasta que tomó la nacionalid­ad holandesa hace diecisiete años. Todavía, muchos de los carteles indicadore­s están en cirílico, el alfabeto ruso. Tiene una eficiente propulsión diésel eléctrica, que reduce las emisiones de carbono, y la velocidad crucero es de ocho nudos para evitar un gasto superfluo de combustibl­e, aunque sus motores Sulzer V12 pueden desarrolla­r dieciséis. El sistema de reciclaje de aguas residuales –que también es operado por los motores– permite que sólo el agua limpia sea arrojada fuera de borda. La calefacció­n se basa en el aprovecham­iento de residuos. La refrigerac­ión es a base de amoníaco en vez de gas freón, ya que este último contribuye al cambio climático y a la disminució­n de la capa de ozono.

El sábado 17, el Esperanza atracó otra vez cerca de Puerto Madryn. En la mañana siguiente, uno de los zodiacs (los semirrígid­os que lanzan al océano para sus misiones) nos devolvió a tierra. El lunes, mientras terminaba de escribir esta pequeña semblanza en Buenos Aires, ellos –pensé nostálgico– estarían navegando otra vez. Son, quizás, los últimos románticos de los mares. Sí, los Guerreros del Arco Iris que vienen a salvarnos.

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