Gente (Argentina)

ESCUELAS CON VALOR.

“Hacemos colegios porque en Argentina falta educación de calidad”

- Por Florencia Rodríguez Petersen. Fotos: Maxi Didari y gentileza colegio Amundsen.

Valeria Mareco y Javier Geoghegan, directora y creador de Amundsen de General Pacheco, aseguran: “Hacemos colegios porque en Argentina falta educación de calidad”.

Lo dicen Valeria Mareco y Javier Geoghegan, directora y creador de Amundsen de General Pacheco, escuela creada hace dos años con los principios de enfocarse en las emociones y los sentimient­os y desarrolla­r habilidade­s intra e interperso­nales. “Son esenciales para el desarrollo humano integral. Queremos innovar en la forma de enseñar”, enfatizan, al tiempo que apuestan “por una educación de calidad a un costo accesible”.

Los docentes reclaman que mejoren sus condicione­s en el aula. Los padres esperan respuestas de la comunidad educativa. Los especialis­tas alertan sobre el crecimient­o de los trastornos de comportami­ento y atención. Los alumnos siguen pasando por las aulas incorporan­do contenidos más o menos significat­ivos. Desde todos lados se señala a la escuela –heredera de la Ilustració­n– por no haberse adaptado a los tiempos que corren. El contexto requiere educación de calidad: no se trata de saber más, sino de tener la capacidad de interactua­r mejor con los otros. Esta premisa atraviesa el ideario de Amundsen, una escuela de General Pacheco (a 35,4 kilómetros del Obelisco) donde toda la comunidad pone el foco en desarrolla­r habilidade­s intra e interperso­nales que hasta hoy eran considerad­as “blandas” y que, según los directivos del establecim­iento, “son esenciales para el desarrollo humano integral”. El colegio, de gestión privada, abrió sus puertas hace dos años con el objetivo de brindar educación de calidad a un precio accesible. “Queremos innovar en la forma de enseñar”, sentencia Javier Geoghegan, su creador e impulsor principal. “Es una estructura muy delgada: no hay gente de más y los que están trabajan un montón. Hay entrega y pasión”, dice, tratando de explicar la fórmula que les permite tener una cuota accesible aun sin tener subsidio estatal. “No hacemos colegios para hacernos millonario­s, sino porque creemos que en la Argentina falta educación de calidad”, enfatiza.

–¿Qué de ne la calidad en educación?

–Educación de calidad es brindar a cada chico la posibilida­d de que su futuro no dependa del contexto en el que se crio. Que el alumno pueda asumir la carga académica de la Universida­d o de un profesorad­o si quiere, que tenga la chance de afrontar un emprendimi­ento profesiona­l, si es lo que desea. Es generar un chico que aprenda a aprender, a desaprende­r y a volver a aprender. Buscamos que el resultado sea un amigo leal, un marido o esposa fiel, un papá o mamá amorosos, ciudadanos comprometi­dos, profesiona­les responsabl­es. Eso es educación de calidad. Sé que es trillado, pero la mejor pedagogía, el mejor método, es el amor. Donde hay amor hay respeto, y a partir de ahí, oportunida­d de crear. Eso es educación: amor, entrega, servicio.

–¿Por qué apostar a la educación?

–Porque el país lo necesita. Y porque estamos convencido­s

de que todos, absolutame­nte todos, tenemos la capacidad de aprender. Buscamos brindar las condicione­s para promover esos procesos de aprendizaj­e. ¡No podemos seguir culpando a los chicos por rotar por distintas institucio­nes! Trabajamos para que el alumno sea protagonis­ta de sus propios aprendizaj­es, en lugar de mantener esa idea del maestro como poseedor del saber.

A su lado, Valeria Mareco asiente cada afirmación. Ella es profesora de Educación Física, operadora en Psicología Social y capacitado­ra en el programa Nuestra Escuela. En Amundsen se desempeña como directora. “Es maravillos­o estar al frente de un colegio así: soy una convencida de que todo lo que favorece el encuentro suma un montón”, afirma luego de presentars­e como “madre de cuatro, lo que me hizo atravesar un sinfín de situacione­s en el ámbito escolar”. Por esa razón reconoce la importanci­a de dar respuesta a los padres cuando llegan con un problema o alguna situación de angustia. “Acá somos un equipo: mamá, papá, la familia, el colegio. Somos pilares fundamenta­les para sacar adelante a los chicos. Intentamos dar a cada uno herramient­as para que pueda desarrolla­rse. No podemos permitir que los chicos roten de escuela buscando su lugar: ¡tenemos que ser ‘el’ lugar!”, señala informando que para responder a esta problemáti­ca trabajan junto a la Fundación Vivir Agradecido­s.

“Los niños no se están adaptando a la escuela, y eso hace que se despierten vulnerabil­idades de la persona –se suma la doctora Lorena Llóbenes, especializ­ada en Neurología Infantil–. Entonces ¡la escuela se adapta al niño! Proponemos cambiar un poco los contextos como para acompañar a estos niños, que tienen otras caracterís­ticas, otra mente y otros desafíos. Si no, la humanidad cambia pero la escuela queda siempre en el mismo lugar. En lugar de darles a los alumnos cursos de Inteligenc­ia Emocional, algo que muchas veces representa una carga extra para los docentes, armamos un programa para trabajar con los maestros esta área de modo que ellos puedan encarnar las llamadas ‘cualidades blandas’ –que nosotros creemos que hoy son de superviven­cia– y aprovechar cada oportunida­d de aprendizaj­e para transmitir­las.

–¿Cuáles son esas cualidades?

–Las trabajamos en tres grupos. Primero, la presencia. Entrenamos la atención de las personas, porque entendemos que sin esto no hay aprendizaj­e. Y hoy es uno de los déficits que más

crecen. Aquello a lo que le prestamos atención se instala en nuestro cerebro, que es neuroplást­ico. Una forma de ejercitar la atención es meditar o llevar la atención a la respiració­n, al cuerpo o a alguna intención, por ejemplo. Si al comienzo de cada hora los chicos ejercitan su atención, adquieren un poder enorme. En esta área también trabajamos la conciencia del cuerpo: vivimos en una sociedad anclada en los pensamient­os y poco conectada con el cuerpo y los sentidos. Ésa es la puerta de entrada al momento presente.

–¿Cuáles son las otras áreas que trabajan?

–El segundo módulo es la afectivida­d. Incluye cualidades que se construyen como la lectoescri­tura: la regulación de las emociones, la compasión, la gratitud. Finalmente, a la tercer área la llamamos “meta-cognición” y se relaciona a la toma de perspectiv­a. Es la capacidad que tenemos los seres humanos de observar los pensamient­os sin quedarnos identifica­dos, fusionados o pegados a todo lo que pensamos.

Entretanto, la comunidad escolar nota el impacto de este modelo educativo. Los alumnos señalan que aparte de los contenidos académicos, los docentes les brindan herramient­as para desarrolla­rse como individuos. “Tenía problemita­s para aprender y acá los profesores se toman el tiempo para explicarme las cosas”, cuenta Milagros, una alumna de secundario diagnostic­ada con dislexia, que llegó sin confiar en su capacidad para terminar el secundario.

Los padres, por su parte, celebran que los maestros conozcan a cada niño y estén atentos a resolverle los problemas. “Mi hijo viene de un colegio en el que la maestra nunca supo su nombre. Acá habla con cariño hasta de la directora”, manifiesta Natalia Barzaghi, mamá de Gabriel, de tercer grado. “Elegí este colegio porque buscaba algo con contención, que fuera algo más personaliz­ado. Me gusta que el cuaderno no esté atiborrado de contenidos y aun así ver que Gabriel aprendía un montón. Jugaban con dados, por ejemplo. Aprendió desde otro lado: no desde la cosa de sentarse y copiar como una maquinita. Jugaban un montón y aprendían así. Para él, venir a la escuela se convirtió en algo motivador”, cierra Natalia, esperanzad­a.

“ACÁ SOMOS UN EQUIPO: MAMÁ, PAPÁ, LA FAMILIA, EL COLEGIO. INTENTAMOS DAR A CADA UNO HERRAMIENT­AS PARA QUE PUEDA DESARROLLA­RSE ”(VALERIA MARECO)

“EL ALUMNO DEBE SER PROTAGONIS­TA DE SU APRENDIZAJ­E, EN LUGAR DE MANTENER LA IDEA DEL MAESTRO COMO POSEEDOR DEL SABER” (JAVIER GEOGHEGAN)

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Izquierda: Mareco y Geoghegan frente a la institució­n. Arriba: Los momentos de encuentro, a la orden del día en 2019 con la consigna de escuchar, sentir y estar presentes en el aquí y ahora. Los chicos y su taller de robótica. El ida y vuelta afectivo como condición orgánica.
Los hacedores Izquierda: Mareco y Geoghegan frente a la institució­n. Arriba: Los momentos de encuentro, a la orden del día en 2019 con la consigna de escuchar, sentir y estar presentes en el aquí y ahora. Los chicos y su taller de robótica. El ida y vuelta afectivo como condición orgánica.
 ??  ?? Mucho más que un juego
En Amundsen se cursa hasta sexto grado, aparte de los seis años de secundaria. Apuestan a promover el aprendizaj­e significat­ivo a través de actividade­s lúdicas. En lugar de llenar los cuadernos con interminab­les tareas, los docentes apelan al juego como vehículo de aprendizaj­e. 1. Las clases de Robótica ponen en juego las capacidade­s individual­es y grupales.
Mucho más que un juego En Amundsen se cursa hasta sexto grado, aparte de los seis años de secundaria. Apuestan a promover el aprendizaj­e significat­ivo a través de actividade­s lúdicas. En lugar de llenar los cuadernos con interminab­les tareas, los docentes apelan al juego como vehículo de aprendizaj­e. 1. Las clases de Robótica ponen en juego las capacidade­s individual­es y grupales.
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 ??  ?? 2. La célula: después de la experiment­ación, la investigac­ión y la conclusión, los alumnos comparten lo aprendido. 3. Elementos antistress: creados por los chicos para fomentar la cultura de la calma. 4. Aulas-taller: las muestras al encuentro con las familias y el trabajo colaborati­vo. 5. Convivenci­a del nivel secundario: una actividad fundamenta­l.
2. La célula: después de la experiment­ación, la investigac­ión y la conclusión, los alumnos comparten lo aprendido. 3. Elementos antistress: creados por los chicos para fomentar la cultura de la calma. 4. Aulas-taller: las muestras al encuentro con las familias y el trabajo colaborati­vo. 5. Convivenci­a del nivel secundario: una actividad fundamenta­l.
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