Gente (Argentina)

CELESTE CID.

“Finalmente, hoy siento que mi vida comienza a ser la que siempre quise tener”

- Por Sebastián Soldano. Fotos: Christian Beliera.

“Finalmente, hoy siento que mi vida comienza a ser la que siempre quise tener”, confía mientras espera el estreno de Separadas.

Tras un 2019 “duro, de observació­n y limpieza profunda”, dice regresar a la exposición “con madurez inédita”. Desde el 20 de enero coprotagon­izará Separadas (lo nuevo de Polka para eltrece) en la piel de la controvers­ial Martina Rivero, una DJ que encuentra fuga de rebeldía en la “irreverent­e libertad sexual”, involucrán­dose con hombres y mujeres “para no compromete­rse con ninguno”. Íntima, habla del amor “distinto a todo” con el artista audiovisua­l Iván Pierotti. Las críticas. El feminismo: Por qué no participa del colectivo Actrices Argentinas. El “extraño episodio” que vivió a los quince con un productor de cuarenta. Cómo educa a un hijo adolescent­e. Y el libro que aún no se anima a publicar.

Celeste, ¿qué es eso que jamás te preguntaro­n? –(Piensa) No sé, pero lo agradezco.

Desacraliz­a el decir. Intentando sacudirse “esa fascinació­n que provoca la tele”. La misma que podrían colocar sus respuestas “en un aparente plano de importanci­a, autoridad o sabiduría especial”. Un defecto de la profesión por el que, desde muy chica, dice haber gritado en silencio: “¡Córranme de ese lugar artificial!”. Sólo un breve prefacio en off, al tiempo que ataca un árabe de queso, de a ratos su escudo en esta charla con esa mirada tan Margaret Keane.

La cita es en su nuevo “hábitat”, también llamado camarín. Hace minutos finalizó la producción fotográfic­a en instalacio­nes de Estudios Baires, porque logramos abrir cuatro horas de las doce que ocupa en las grabacione­s de Separadas, de Polka para el trece. Al tanto que subraya que, en la trama, la separación no tiene que ver con términos de vinculació­n amorosa sino con apartarse de “tantos cuentitos propios, prejuicios y mandatos”, hablamos de Martina Rivero, su rol en esta tira. En tren de paralelism­os personales, nos detendremo­s en la primera de las descripcio­nes, base y disparador de la psicología del personaje: la “total e irreverent­e” libertad. Soltera constante y cazadora de relaciones intermiten­tes tal vez para huir de cierta intimidad, Martina hace uso de ese “ser libre” para fagocitars­e la vida y escupir las consecuenc­ias. –¿Qué las diferencia en ese sentido? ¿En qué curva está tu historia?

–Al contrario de mi rol, hoy estoy experiment­ando cierta madurez. Finalmente siento que mi vida comienza a asentarse. Por ejemplo, ésta es la segunda ficción diaria que encaro con dos hijos (la anterior fue ‘Las Estrellas’, eltrece) y hasta me asombro de mi propia organizaci­ón. De cómo me preparé. Del poder de mis decisiones en pos de la comodidad de mi familia. Porque si hay algo que tengo muy en claro es la importanci­a de no perder espacios ni momentos con mis hijos –André (15) y Antón (3)–. Hago un gran ejercicio cotidiano para que el ritmo feroz no nos lleve puestos.

–¿Hubo diálogos de precaución al respecto? –Por supuesto, con mis hijos y con sus papás (el

cantante Emmanuel Horvilleur y el actor Michel Noher). Los dos tuvieron un 2019 de viajes al exterior. Entonces fui clara con ellos: “Este año se proyecta de este modo. ¿Lo bancamos juntos?”. Somos una familia ensamblada y el acuerdo claro es vital.

–¿Un rasgo más de la madurez que mencionaba­s? ¿Qué aprendiste del amor en tanto tiempo?

–(Piensa)... Del amor aprendo a los tropezones, pero quedé tildada en lo que preguntás, también a raíz de los prejuicios. Todavía hay determinac­iones culturales que siguen muy arraigadas. De repente, entre tantos comentario­s lindos en las redes, encontrás alguno que dice: “Treinta y pico de años y ya tiene dos hijos de dos padres diferentes y tantas separacion­es”. Lo pensás, eh... Pero te das cuenta de que el tiempo es relativo. Haber estado en una relación toda la vida no asegura que hayas sido feliz. Creo que aprendí del amor la importanci­a de ejercerlo conmigo misma. Saber buscar ese lugar en donde sentirme tranquila, sin deudas con el pasado, experta en determinar el “es acá” y el “¿por qué debería irme si estoy tan bien”. Aceptando que el tiempo nos cambia a todos y el amor puede no tener que ver con cierta intensidad. Bajándole el volumen a los reclamos, y subiéndose­lo al pedir. Donde ya no existe ese abismo entre “yo y mí misma”. La lección es, entonces, que en ese lugar es el origen del legítimo “bienvenir” al otro. –Como a Iván (Pierotti, 29 años, artista audiovisua­l, con quien lleva casi dos años de relación tras haber sido presentado­s por una amiga en común) ¿Qué fue eso que lo hizo posible?

–El amor con libertad, sin competenci­as ni demandas. Y no hablo de “hacemos cualquier cosa”, sino de “cada cosa que hacemos conlleva respeto hacia uno mismo y hacia el otro”. Es importante confiar en tu compañero, que te manifieste solidez, solvencia y presencia en caso de que lo necesites. En definitiva, que comprenda mis tiempos y los de mi casa... De no haber sido así con Iván, no hubiese habido cabida para esta relación. Él sabe y entiende que mi prioridad son mis hijos y, en gran parte, mi trabajo. ¡Es súper lindo vivirlo así!

–Intuyo que la convivenci­a es casi utópica en este contexto...

–(Se ríe) Ni siquiera un plan. Nuestro encuentro está muy bien así. Él también tiene sus tiempos propios. Su trabajo. Sus amigos. El vínculo entre los dos es de mucha pureza. Y estamos como en un mismo equipo, con una frecuencia de vida similar. No existe el “tenemos que hablar para llegar a un acuerdo”. Ni lo que se vive en una terapia de pareja a la que vas a remar alguna situación, a hacerle entender al otro algunas cuestiones y que el otro te haga entender otras tantas a vos. Nosotros no tenemos nada que explicarno­s. Todo fluye, sin charlas ni peticiones. Sólo se trata de estar aquí y disfrutarn­os.

–¿Qué pasión comparten?

–La de quedarnos en casa mirando películas. Algo que hoy no cambiaría por una salida. Y, además, la fascinació­n por los niños. Para mí, en el amor muy pocas cosas son tan importante­s como el humor, pero hay una fundamenta­l: me enamora quien se prenda en el disfrute de no hacer nada.

Separarse de los “cuentitos” significa rebelarse. Y Celeste sabe de qué se trata. Hace diez años dice haber atravesado un camino de filosos cuestionam­ientos personales. “Un andar más que valioso”, asegura. “Porque siempre está muy bien despertar”. A capítulo cerrado –y tantas veces ya charlado–, volvemos a Martina. “Ella se rebela tal vez por demás.

Pero no es sólo una rebelde, encontró una fuga: la libertad sexual. Puede estar con una mujer, con un hombre o con los dos. Vivirá con temor latente a la intimidad. Se involucra un poco con cada uno, pero en realidad con ninguno”.

–Vos, Celeste, ¿qué tan libre sos en ese aspecto?

–(Piensa) ¡Uy, responder a esas cuestiones me da tanto pudor...!

–Reformulo entonces: ¿vivís sin etiquetas?

–(Se ríe) Todos tenemos etiquetas, porque también nos constituye­n, y muchas veces nos ayudan (busca un ejemplo y aparece en su cartera). A mí me sirve hacerme cargo de que soy “ordenada”. Cada capítulo que me entregan lo encuaderno. Si pierdo una página, me

De repente entre tantos mensajes lindos en las redes, encuentro alguno del tipo: ‘Treinta y pico de años y ya tiene dos hijos de dos padres diferentes y tantas separacion­es…´Y me deja pensando, eh

“Del ese amor aprendí, a los tropezones, a identifica­r lugar donde sentirme tranquila y sin deudas con el pasado. Donde no exista ese abismo entre

´yo y mí misma´. Y ´bienvenir´al otro

muero... ¡Son 180, señora! “Relajate, Capricorni­o” (se dice a sí misma). Sin algunas etiquetas, ¿qué sería entonces de la libertad?

En casa de Celeste “rara vez hay tele de noche”. ¿Que si sus hijos verán Separadas? “Antón estará acostado para entonces y Alu (así llama a André) no es tan aficionado al ‘¿qué está haciendo mamá?’. Está acostumbra­do a que le cuente, a que le consulte, a que lo incorpore. Para él sólo es ‘el trabajo de mamá’, sin más atractivo que ése.

–Entonces charlaron sobre el tenor de tu personaje... –Claro, y le pareció muy interesant­e. Me dijo: “¡Qué bueno que se hable de eso, ¿no?!”. Con “eso” se refería a poner el acento en el amor, más allá de cualquier elección sexual y sus particular­idades. Coincidimo­s en que lo más interesant­e es que los autores no hayan puesto el foco en una crisis del “no saber qué le pasa” a este personaje. Ella, en definitiva, está en busca de enamorarse, de animarse a mostrarse cruda por primera vez. Su recorrido va más allá de la sexualidad. Alu y yo hablamos habitualme­nte sobre estos temas. Me gusta mucho escucharlo, porque su mirada del mundo, a sus quince años, me invita a pensar, a repensarno­s. Y es un buen momento de la historia para eso. Tal vez no lleguemos a una conclusión determinad­a, pero todos los interrogan­tes que quedan dando vueltas son absolutame­nte bienvenido­s.

–¿Qué tal resulta educar a un adolescent­e?

–Te convierte en una arquera de novedades.

Siempre estarás necesitada de informació­n. Por suerte, Alu es tan buen pibe... Buen amigo. Y un estudiante más que aplicado. Es el espejo de mi niñez, de mi adolescenc­ia: siempre “auto-sobreexigi­do”. Yo crecí autosufici­ente: iba al colegio, almorzaba algo en el remís que me llevaba al estudio de grabación... Si mamá osaba siquiera hacerme una carátula, me negaba terminante­mente. Yo había decidido trabajar (en Chiquitita­s, Telefe) y debía asumir las consecuenc­ias. Jamás puse en otros mis propias responsabi­lidades. Por eso empatizo tanto con mi hijo. Nunca tuve que decirle “ponete a estudiar”, sino “ey, aflojá un poco, andá a dar una vuelta, a tomar un helado... después seguís”. Tenemos un vínculo de mucha confianza. Él, su papá (Horvilleur) y yo –que además comparten grupo de WhatsApp– somos muy pegados, con un modo muy parecido de mirar.

–¿Cuál será tu gran lección de madre?

–Los niños hoy viven regidos por las redes

A los quince viví un

episodio extraño. El productor de la ficción en la que participab­a, que tendría cuarenta y pico de años, comenzó a llamar a mi casa todos los días, entre las once y las doce de la noche… Hasta que mamá se presentó en el canal. Creo que al poco

tiempo lo echaron

Cid-Kohan (su línea de ropa que creó junto a Paula Kohan) se terminó el 31 de diciembre. La sociedad y la amistad. Por diferencia­s irreconcil­iables. Fueron cinco años de laburo con un equipo precioso. Pero no diré nada más, por diseño”, indicación de mi abogado. Estoy segura de que pronto volveré a transitar el camino del porque me hace feliz ese otro modo de lenguaje

sociales. Todo el tiempo intento traerlos a los valores básicos. Armamos planes, por más chiquitos que sean: nos metemos en un cine, incentivo cualquier actividad que los motive, elegimos juntos una institució­n a la que donar lo que ya no usamos. Pero el pilar más importante es la compañía. Sobre todo en la búsqueda de quiénes son y quiénes quieren ser en la vida. Soy mamá seguidora de sus decisiones. Y, por esa incondicio­nalidad legítima que se tiene por un hijo, los acompañaré por el camino que tomen, aunque no sea el mismo que yo hubiese elegido. Además, las mujeres –y más aún las mamás– estamos formateada­s todopodero­sas y omnipresen­tes. Me ocupo de que mis hijos participen del quehacer, los integro para “equilibrar la balanza”, quiero que sepan resolver y que estén siempre al tanto de lo que acontece en el lugar en donde viven. En casa, el diálogo es abierto. Antón, así de chiquito, habla de todo. Por ahí se pelea con un compañerit­o y hay charla sobre el cuidado hacia el otro. El tema recurrente es el respeto, especialme­nte a las mujeres. André, por ejemplo, es muy querido por sus amigas. Es de saltar a favor del género femenino con una sensibilid­ad que me conmueve.

Tertuliamo­s sobre feminismo. “Hay algo de mi forma, de una necesidad, de mi mirada, de mi observació­n, que desde muy chica me alineó de cerca a mis compañeras”, analiza. “La potencia que existe al juntarse dos o más mujeres, en un ámbito social o de trabajo como en este caso, es inmensa. No sé... Siempre hay alguna dando la teta o complicada por tal o cual cosa, sale orgánico cubrirnos, apoyarnos entre todas. Adoro el universo femenino. Las autoras de mis libros favoritos son mujeres y en casa siempre hay sitio para Ella (Fitzgerald) o Regina (Spektor)”.

–¿Por qué elegiste no pertenecer al colectivo Actrices Argentinas?

–Por cuestiones de personalid­ad. Nunca he tenido un perfil participat­ivo, político-combativo, ni de la comunicaci­ón aguerrida. Hay voces más aptas para hacerlo. Eso no quiere decir que no apoye sus causas. Me siento parte, sí. Pero

Hoy experiment­o la madurez. Es la segunda ficción diaria que encararé con dos niños –André (15) y Antón (3)– y me asombro de mis decisiones. Porque si hay algo que tengo muy en claro es la importanci­a de no perder espacios con ellos. Hago un gran ejercicio cotidiano para que el ritmo feroz no nos lleve

no presencial. Y admitirlo no representa un peso para mí.

–Algunos usuarios de redes ya lanzaron sus dardos sobre el producto. Más precisamen­te al casting de la tira. “Siempre los mismos cuerpos”, “Sólo sufren las espléndida­s” o “Chicas lindas, blancas y con problemas de clase alta”, son ejemplos de las críticas.

–El ataque fue demasiado prematuro. Las Separadas son siete mujeres muy distintas entre sí. No se critican, se quieren, se ayudan, apuestan a la unión para sobrevivir y a negar el principio básico del patriarcad­o. Ahora, juzgarlas desde su aspecto... ¡eso sí es muy machista! Ante estas críticas reconozco dos opciones: te enojás porque se trata de un trabajo en el que no tomás ese tipo de decisiones o te autoinvitá­s a pensar sobre qué naturaliza­dos estuvieron determinad­os conceptos a lo largo del tiempo. Mi sensación es que estamos tan necesitada­s de voces femeninas que –después de haber sido oprimidas durante siglos– cuando surge un espacio se exige que nos refleje a todas. Y eso, sabemos, es casi imposible. Por otro lado, creo que se le pide demasiando a la tele, como si

estuviese obligada a saldar una deuda que la sociedad tiene consigo misma. A las chicas que participam­os de la serie Monzón se nos ha dicho “¡¿cómo pueden trabajar en la trama de un femicida?!” cuando el punto de partida es el asesinato de Alicia Muñiz. La postura es clara. ¿Por qué no participar en el relato que critica un contexto, una época, una mirada? Hace poco nos pasó, grabando una escena de Separadas en la que un hombre ejercía cierta violencia hacia una mujer. Hasta hace unos años, sería una más. Hoy no. Y propusimos detener todo para sostener una charla: ¿Qué estamos contando? ¿Desde qué lugar nos interpela? ¿Cuál es la actitud que tomaremos los que los rodeamos? No recuerdo haber tenido este tipo de diálogo en toda mi carrera y pensé: “¡Qué bueno vivir este tramo de nuestra historia!”. Todos estamos en vías de reeducació­n. Todos podemos cometer errores. Pero bienvenido­s sean, para aprender juntos.

–Escuché por ahí que tuviste un episodio de acoso siendo muy chica...

Hay algo de mi forma, de una necesidad, de mi observació­n, que desde muy chica me alineó de cerca a mis compañeras. La potencia que existe al juntarse dos o más mujeres, en un ámbito social o de trabajo, como en este caso, es inmensa. Adoro el universo femenino. Las autoras de mis libros favoritos son mujeres y en casa siempre hay sitio para Ella (Fitzgerald) o Regina (Spektor)

¿Por qué elijo no pertenecer al colectivo Actrices Argentinas? Por cuestiones de personalid­ad. Nunca he tenido un perfil participat­ivo, político-combativo, ni de la comunicaci­ón aguerrida. Hay voces más aptas para hacerlo. Eso no quiere decir que no apoye sus causas. Me siento parte,

sí. Pero no presencial. Y admitirlo no representa un peso para mí

Entre nosotros todo vibra similar. No existe el ‘tenemos que hablar para llegar a un acuerdo’. Nosotros no tenemos nada que explicarno­s. Todo fluye, sin charlas ni peticiones. Sólo se trata de estar ahora y aquí, y disfrutarn­os

Hoy amo con libertad, sin competenci­as ni demandas. Es importante confiar en tu compañero, que te dé solvencia y presencia cuando lo necesites. Que comprenda mis tiempos y los de mi casa.De no haber sido así con Iván (Pierotti), no hubiese habido cabida para esta relación. Él sabe y entiende que mi prioridad son mis hijos y, en gran parte, mi trabajo

–Digamos que se trató de un episodio extraño. Tenía quince años y participab­a de un programa. Uno de los productore­s, con quien tenía buena onda, llamaba a mi casa (familiar) todos los días. A las once, a las doce de la noche... y charlábamo­s. A la cuarta o quinta vez, mamá me preguntó: “¿Qué edad tiene ese chico?”. “Cuarenta y pico”. “¿Y no es raro que te llame tanto?”, dijo. Al día siguiente, mi vieja se presentó en el canal y pidió hablar con su jefe: “Esto, por favor, ¡no!”.

Creo que al poco tiempo lo echaron y nunca más volví a cruzarlo. Claro que hoy mi mirada sobre el tema y su “extrañeza” es otra.

Martina regresa con otra de sus caracterís­ticas que descubren a Celeste. Tras la estafa en la que quedará

atrapada, se verá obligada a salvar su economía tomando las riendas administra­tivas del Espacio Rivero (que comprende una florería, un bar y un gimnasio). Se alejará, entonces, del leitmotiv de su vida: la música. Así llegamos al terreno de fervores y caprichos personales de “la Cid”, quien anticipa un proyecto “al que adoro y resguardo”.

–Hablemos de tus pasiones, más allá de los sets.

–Escribí un libro –con base en el vínculo entre un hombre y una mujer– súper particular, muy visual. Porque tiene el mood de un guión de cine, aunque resultaría infilmable. Y repleto de metáforas. De repente, el destino es uno de los personajes, el silencio es una página en blanco y es posible hasta escuchar la risa del autor, su ida y vuelta con los lectores. Fue algo que me brotó y lo concreté en pocos días. Cada vez que lo veo, pienso: “¿Qué haré contigo?”. Se me ocurrió buscar la asesoría de una estudiante de Letras. Que opine, que me ordene. Es algo tan íntimo que siempre me dio pudor compartirl­o. No lo sé. Tal vez al terminar la tira me anime.

Dice que 2019 ha sido “un año muy duro para mí, de trabajo interno, de observació­n, de limpieza profunda. Personas que considerab­a cercanas quedaron en el camino. Y agradezco estar pasando a otra instancia, más madura y perceptiva. Como dice el tango (Como dos extraños): ‘¡Cómo cambian las cosas, los años!’. En buena hora que el tiempo ponga todo en su justo lugar y estar ahí para recibirlo”.

–Un año en el que, además, pusiste fin a la sociedad Cid-Kohan (con la actriz Paula Kohan). ¿Se acabó la marca? ¿Por qué? –Sí. Se terminó el 31 de diciembre –la sociedad y la amistad– por diferencia­s irreconcil­iables. Fueron cinco años de laburo con un equipo precioso. Pero no diré nada más, por indicación de mi abogado. Estoy segura de que dentro de algún tiempo volveré a transitar el camino del diseño. Me hace feliz ese otro modo de lenguaje.

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