Desde Carlos Paz y uno año después de su separación con Claudio Contardi, que incluyó denuncias de violencia familiar hacia él, la actriz dice: “Estoy renaciendo”.
“Aunque hay heridas que me durarán años, volví a creer en mí”
Dice haber conocido “el infierno” durante años de violencia psicológica por parte de su ex, Claudio Contardi (51). Hoy, en “pleno renacimiento”, la actriz de Atrapados en el museo (en Carlos Paz) revela cómo rearma su autoestima (a un año del divorcio), cómo recupera su economía tras perder el control de sus cuentas, cómo es el nuevo acuerdo con respecto a sus hijos y qué exigirá en la inminente división de bienes. Claves para “volver a ser yo misma” y la relación “sin títulos” con el músico Guido Sardelli (31): “Me parece un prejuicio machista que remarquen la diferencia de edad”.
Hoy soy una nueva Julieta. Vengo de un infierno, y ahora ¡me siento viva!”. En pleno “proceso de sanación”, Julieta Prandi (38) abre su corazón desde Villa Carlos Paz, donde protagoniza junto a Pedro Alfonso la comedia Atrapados en el Museo y revela las claves para “volver a ser yo misma”. “Cada día es un nuevo comienzo. Hay heridas que me durarán años, pero me tengo toda la paciencia del mundo. Lo peor ya pasó”, afirma con seguridad, a casi un año de haberse visto obligada a dejar la casa familiar donde vivió años de “violencia psicológica, amenazas, estafas, maltratos y sometimientos” de parte de su ex marido, Claudio Contardi (51), padre de sus hijos Mateo (9) y Roco (4). “Siento que no tuve otra opción, hice lo que pude cuando pude. Quizás me costó más por el sólo hecho de tener dos hijos, y eso hizo que mis decisiones fueran distintas: las tuve que pensar más y preparar el terreno para irme. No fue fácil”, asegura quien el 9 de octubre de 2019 denunció a su ex marido por violencia familiar –con intervención en el Juzgado de Familia Nº3 de San Isidro– luego de enterarse de la pesadilla que estaban viviendo sus hijos. Los pequeños, a los que el padre les pedía que se refirieran a su mamá con descalificativos (“la yegua”, “la putita” o “la tilinga”), convivían con la nueva pareja de Contardi, una mujer llamada Cynthia, de quien les hacían decir que era la niñera. También, disfrazado a modo de juego, el padre le enseñaba a Mateo “que si algún día le tocara hablar con el juez, él tenía que decir que yo le pego”, había contado Julieta en aquella oportunidad. DURMIENDO CON EL ENEMIGO. Su historia tuvo “idas y vueltas”: se conocieron en el año 2000, cuando Julieta trabajaba como promotora en Pinamar, y luego se reencontraron en
2007. En enero de 2011 dio a luz a su primer hijo, y nueve meses después se casaron. En ese momento “era una relación que prosperaba y que creía iba a funcionar. Formamos una familia, compartíamos sueños y proyectos y teníamos una relación de mucho compañerismo y, yo creía, de mucho amor… Hoy con el diario del lunes puedo decir que no. Eso no era amor.
Siento que nunca hubo amor y que todo fue planeado”, cuenta acerca del
“En un hombre, hoy busco la confianza, el diálogo y la verdad. Y que sea equitativo: nada de remar de más. Prefiero el equilibrio y la igualdad. Si los dos tenemos ganas, fluimos y compartimos lo que deseamos compartir” ”
“Con Guido (Sardelli) compartimos un código y un lenguaje que tiene que ver con nuestra trayectoria y carrera. Entendemos nuestras profesiones y estilos de vida, tenemos una mirada similar y somos amantes de la verdad.
Nos gusta reírnos juntos y disfrutar el momento”
“El prejuicio de que el hombre que sale con una mujer más joven es un piola y la mina que sale con un hombre más joven es una ‘robacunas’ me parece completamente machista, antiguo y ” retrógrado. Es algo que retrasa y no me afecta en lo más mínimo
hombre que la estafó durante su primer embarazo con un departamento –que puso a nombre de Ezequiel, hijo de Contardi de una pareja anterior–, y haciéndole firmar un poder para manejar la cuenta bancaria donde ella depositaba el dinero de sus trabajos. “En ese momento estábamos esperando a Mateo y yo estaba conduciendo
Zapping de lunes a viernes por Telefe. Como no podía realizar muchos trámites, me ofreció hacerlo por mí.
Yo, confiada, no leí las mil cláusulas que tenía el poder, que prácticamente le permitía hacer lo que quisiera con mi dinero. Pero
¿por qué iba a pensar que estaba mal? No le echo la culpa al haber estado enamorada, ni creo que el amor ciegue. Cuando uno forma una familia se supone que los dos tiran para el mismo lado, y no estás pensando que el otro te va a estafar”.
–Hoy, tomando distancia, ¿hubo algo durante el inicio de la relación que te hizo ruido o te generó alguna alerta? –Fue tan progresivo que al principio no me di cuenta. Primero te venden Disney y después te das cuenta de que era para que tomaras confianza y te entregaras. En algún momento se convirtió en mi pareja, mi familia, mi amigo, mi padre, mi todo… y dentro de eso me fue aislando y él se convirtió en el centro de mi mundo. Era un círculo vicioso.
EL HORROR DE SU ÚLTIMO EMBARAZO. “Siempre fue una persona celosa, controladora y posesiva. No me dejaba actuar, y me llevaba y me traía a todos lados. Tampoco me dejaba manejar, y controlaba mis tiempos y mis horarios”. Así habla acerca de ese momento en el que se profundiza la crisis. “Hacía esas cosas disfrazándolas de cuidado y protección. ‘Te llevo así no perdés tiempo’ o ‘Te busco que salís tarde y la zona no es muy linda’”, amplía Julieta, quien define a su ex como “un hombre manipulador que usa todas las herramientas que te puedas imaginar para su beneficio”. –¿Cuándo tomás conciencia de que estabas viviendo una relación tóxica? –Cuando no te das cuenta de manera consciente, por algún lado se manifiesta. Cuando uno niega o no quiere ver que la está pasando mal, el cuerpo te da señales. Me empecé a sentir mal físicamente. Me sentía rara, con malestar y falta de aire, agobiada y asfixiada. Primero fueron esas alertas, y después me cayeron todas las fichas juntas.
–¿Y ahí…?
–Ahí supe que me tenía que separar, pero el tema era cómo llevarlo adelante.
SUPERAR EL TEMOR Y PLANEAR LA HUIDA. Estaba viviendo en Escobar –“me había convencido Claudio, por un tema de seguridad”–, cuando se dio cuenta de que su casa se había convertido en una “cárcel”, y su marido en su “carcelero”. Fue entonces que lo persuade para volver a vivir en
Martínez, a donde se mudan en 2017. En marzo de 2018 le pide el divorcio, pero vive un año más bajo el mismo techo, retenida por sus artimañas: primero el diálogo, luego las humillaciones –“ya estás vieja, qué vas a hacer sin mí, si no servís para nada”–, amenazas –“me voy a matar si terminamos”, le decía–, y mentiras –“me hizo creer que tenía una enfermedad grave”–. Finalmente, en diciembre presenta la demanda de divorcio. “Ese último año de convivencia fue un calvario, ficcionando además para que los nenes no se enteraran”, recuerda. En febrero de 2019 “me fui de mi casa, porque no tenia otra opción”. Su ex pareja se negaba a dejar el hogar. “Yo de acá no me voy, y te vas a ir sola y sin los nenes”, le decía. En el último tiempo de convivencia también llegó a decirle que si fuese un hombre no le dejaba ningún hueso sano, y que no iba a cumplir más años, iba a recibir una corona. –¿Temiste por tu vida?
–Sí. Me fui armando de fortaleza para salir de ese lugar. Primero fue una cuestión de supervivencia: no me quedaba otra. Agarré mis cosas, me alquilé un departamento y me fui con mis hijos.
RENACER Y EMPEZAR DE CERO. “Para irme tuve que pedir un préstamo para poder alquilar y amueblar el departamento. Tengo dos casas (Martínez y Escobar), pero no las puedo usar. Actualmente Claudio las está ocupando. Recién en marzo comienza el juicio de división de bienes, pero para mí era prioritario velar por mi salud mental y para eso tenía que irme”. –¿Cómo te sostuviste económicamente desde la separación? –Con mi trabajo. ¡No paré de trabajar! Todo lo que tuve en mi vida fue a base de mi esfuerzo y mi trabajo.
–Imagino que tu cuenta –por muchos años manejada por él– para entonces ya estaba vacía.
–Le revoqué el poder, pero fue así. Tuve que empezar de cero. –Ya mudada, ¿cómo fue el reencuentro con vos misma? –Me volví a encontrar con mis silencios, con mis miedos, mis dudas, y toda la incertidumbre. Con mis dos hijos y toda una nueva realidad que no fue fácil, para nada fácil. Me era difícil encontrar el disfrute mientras pasaba por cosas horribles en medio de una batalla legal. Transcurrieron muchos meses hasta que empecé a disfrutar de una película, leer un libro, ir a comer con amigos. También volví a escribir poesía, a bailar y arranqué un curso de cerámica que lo tenía entre mis pendientes. Comencé a hacer todo lo que había dejado de hacer, que era pasar tiempo conmigo misma. No por ser mamá uno tiene que abandonarlo, pero me había postergado.
–¿Quiénes fueron tu sostén en los momentos más difíciles? –Mi mejor amigo, Sebastián Waizer, que es como mi hermano estuvo en el minuto a minuto. Me dio muchos consejos. Por supuesto, mi familia. Y la ayuda fundamental de la terapia tradicional y constelaciones, que es muy movilizante. Ahora dejé por la temporada, pero voy a retomar porque me hace muy bien.
–¿Cuáles fueron las heridas y los aprendizajes que te marcaron después de vivir tantos años de sometimiento? –Hay secuelas, cicatrices y miedos que te quedan adentro,
“Hay secuelas, cicatrices y miedos que te quedan adentro, pero sé que con el tiempo y el amor en algún momento se curan. ¿Aprendizajes? Me presto atención, me priorizo, me pregunto qué es lo que quiero y lo que no. Mi mayor enseñanza fue la de escucharme ”
pero sé que con el tiempo y el amor en algún momento se curan. ¿Aprendizajes? Hoy me exijo ante todo escucharme. Me presto atención, me priorizo, me pregunto qué es lo que quiero y lo que no, a quién quiero y a quién no. Mi mayor enseñanza fue la de escucharme. Me volví a enamorar de mí misma.
–¿Cómo reconstruiste tu autoestima?
–Fue un proceso. Hoy siento que estoy renaciendo, volví a creer en mí. Porque él trabajó mucho para bajar mi autoestima, menospreciarme y doblegar mi confianza. Y todo eso que destruyó fue lo que tuve que fortalecer. Volví a elegirme, volví a amarme, volví a crecer. Hoy elijo lo que me hace bien y el resto lo vuelo de mi vida.
–¿Cómo te percibís hoy como mujer, después de haber dado tu batalla?
–¡Totalmente empoderada! Me siento más sabia, más libre y más mujer. Me tomo el tiempo de disfrutar una comida, un va
so de vino, una charla, un silencio, una canción, manejar… ¡todo lo disfruto el doble!
LEGALMENTE SOLTERA. El 28 de agosto de 2019 salió la sentencia de divorcio. “Fue un día clave”, y “a partir de octubre empezaron a pasarme cosas lindas a nivel laboral y personal y empezó a cambiarme un poco el año”. Asegura que fue a mitad de 2019 cuando le empezaron “a dar ganas de conocer gente, divertirme y pasarla bien un rato”, aunque detesta las citas a ciegas que proponen ciertas apps como Tinder (“es un horror el concepto de ver quién está soltero cerca como si fueras a pedir un taxi”), porque lo suyo sigue siendo “la conquista, el coqueteo, el flechazo, la mirada con ida y vuelta. Me gusta que sea el hombre el que conquiste, aunque obviamente mando señales”. ¿Qué busca hoy en un hombre? “La confianza, el diálogo y la verdad. Por supuesto también el compañerismo y el compartir. Y que sea equitativo: nada de remar de más. Busco el equilibrio y la igualdad. Si los dos tenemos ganas, fluimos y compartimos lo que sea que querramos compartir. Me gusta la gente sincera”.
“Con el papá de mis hijos espero poder tener en algún momento una relación civilizada, porque somos padres de dos criaturas que en algún momento se eligieron. Lo único que me importa es que Mateo y Roco sean felices: yo no les hablo mal de él, respeto la figura paterna ”
“
Hoy siento que estoy renaciendo, volví a creer en mí. Porque él (su ex Mauro Contardi) trabajó mucho para bajar mi autoestima, menospreciarme y doblegar mi confianza. Y todo eso que destruyó fue lo
”
que tuve que fortalecer
–¿Te cuesta confiar?
–Sí, claro… busco la confianza para relajarme y disfrutar más, y ahí es cuando temo el golpe. Cuando uno se quemó con leche, ve una vaca y llora.
–¿Guido Sardelli (el guitarrista de Airbag) fue tu primer hombre después de la separación?
–(Risas) No, no, tuve otras salidas, pero nada serio.
–¿Cómo se conocieron?
–Fue en octubre, cuando fueron teloneros de Muse en el Hipódromo de Palermo. Nos presentó su hermano Pato, que también es integrante de la banda. A Pato ya lo conocía del medio y me había invitado varias veces a sus recitales. Ese día no venía de una buena semana y decidí ir con una amiga para despejarme y relajarme un poco. Es una excelente persona, que conocí hace poco y con quien todavía nos estamos conociendo…. No puedo meterle mas calificativos a la relación.
–¿Qué te sedujo de él para querer conocerlo un poco más?
–Lo primero que vi fue su sonrisa. Conectamos.
Tenemos muchas cosas en común: en un punto los dos trabajamos y nos hicimos conocidos de chicos. Compartimos un código y un lenguaje que tiene que ver con nuestra trayectoria y carrera. Entendemos nuestras profesiones y estilos de vida. Quizás una persona que no es del medio no comprende una gira o no se banque que estés dos meses trabajando en Córdoba. Con Guido tenemos una mirada similar y somos amantes de la verdad. Nos gusta reírnos juntos y disfrutar el momento.
–¿Cómo te llevás con la diferencia de edad?
–No es un niño, tiene 31 años. Hay gente grande que tiene la cabeza pequeña… Creo que tiene que ver con coincidir y conectar. Yo estuve casada con una persona que me llevaba trece años, y a Guido le llevo siete. No me cambia nada. El prejuicio de que el hombre que sale con una mujer más joven es un piola y la mina que sale con un hombre más joven es una robacunas me parece completamente machista, antiguo y retrógrado. Es algo que retrasa y no me afecta en lo más mínimo. –¿Te gustaría volver a enamorarte?
–Sí, me encanta el estado de enamoramiento. –¿Seguís creyendo en el matrimonio?
–No sé… tendría que ver el día de mañana cómo estoy con la persona, lo que me transmite. Hoy no me lo planteo.