Gente (Argentina)

WANDA

“Me ofrecieron hacer una serie sobre mi vida”

- Por Sebastián Soldano. Fotos: Gentileza Christian Welcome e Instagram.

Después de haber cerrado el contrato –en 50 millones de euros– de su marido con el Paris Saint-Germain,

se prepara para su “nueva vida” en París, “aunque no dejaremos nuestras tres casas de Italia”. Íntima, habla de cómo logra ser manager de su marido sin perder la pasión. De la educación estricta que les da a sus hijos, de cómo los forma en el feminismo y otras intimidade­s: “Los cinco ya están de novios”. De cuánto lloró por haberse perdido el nacimiento de Viggo, el hijo de Zaira Nara, su hermana. De los dichos y acusacione­s de su cuñada: “Vivo con mi suegro, es el abuelo ideal para los chicos”. De su tiempo de relax:

“Cultivo una huerta orgánica en nuestro nuevo campo”. Y de cómo es hoy la relación con su cuerpo.

Esta charla fue acordada para el viernes. Pero no volvió a atender el teléfono ni a contestar mensajes –en principio de intriga y luego de desesperac­ión– hasta el día lunes, ya entrado el cierre de esta edición. Sus “¡pronto!” y “perdón” –desde San Siro– entre sonidos de chicos, ruido de vajilla, cookies a medio hacer y alguna otra llamada entrante que debe ser atendida, hacen más que elocuente la circunstan­cia. Y entonces desarma cualquier reclamo. Ésa es Wanda Nara (33). Pero también es la que cierra un contrato de cincuenta millones de euros con el Paris Saint-Germain. La que no admite niñeras. La que cocina de su huerta. La misma que, hasta hace poco, desayunaba en Roma –por trabajo–, tomaba el té en París –con su marido– y cenaba en Milán –después de hacer la tarea con sus hijos–, para “cumplir con todos”.

Comenzamos hablando de su poder de negociació­n con los directivos del PSG, equipo que contará con su marido, Mauro Icardi (27) hasta 2024. Si bien admite con orgullo haber logrado su sitio y “revolucion­ado un ámbito machista”, conserva la modestia. “Ya habíamos dado nuestra palabra; el club sabía de nuestra intención de quedarnos en París. Tal vez el mérito está en haber concretado la compra en plena pandemia”, señala. Fue artífice de una gran jugada al conseguir el mejor precio, en un club mejor posicionad­o, para un futbolista valuado en 50 millones de euros con posibilida­d de ganar mucho más que eso. Tan sólo “porque trabajo para él”, bromea.

Respecto de cómo resulta ser “manager e moglie”, Wanda dice: “Cada vez que me he sentado a negociar con directivos, lo hice sabiendo qué quiere Mauro y cómo, qué clubes le gustan y cuáles no. Conozco sus sueños y a dónde quiere llegar. Es la ventaja que te dan tantos años de extrema confianza. Hay cosas que ya ni le consulto, porque sé muy bien cuál será su respuesta. Logramos un buen match: él hace su parte y yo la mía. Siempre quedó contento”, comenta. “Es muy fácil ser manager de un jugador como Mauro. No digo que pueda serlo cualquiera, porque debés estar al tanto de cuestiones técnicas, de impuestos, de leyes... Pero él ya se vende solo. Es fácil acompañar la carrera de un jugador así”.

Wanda asegura que –a pesar de los cinco años que vivió junto a su ex, Maxi López (36)– “esta vocación nació con Mauro, naturalmen­te y por la fuerza del vínculo. Fue un ‹¿te ocupás de esto?’”. Y además de la “confianza ciega”, remarca la existencia de un factor esencial: “Mauro es todo lo opuesto al machismo, él es pro mujer independie­nte, admira a la mujer que trabaja y defiende sus derechos. Es por eso que ocupo este lugar. Que en un mundo tan machista como es el del fútbol, para el que la mujer sólo puede ocupar un sitio detrás de los platos sucios, se anime a decir ‘tenés que hablar con mi mujer’ habla de su enorme seguridad. Hace veinte años, esta situación era inimaginab­le. El mundo avanza en eso, por suerte: la mujer está vista de otra manera. Europa viene muy atrás en comparació­n con Argentina... Espero que siga evoluciona­ndo. Tengo dos hijas mujeres y quiero que crezcan respetadas y puedan ser en la vida lo que las haga felices. Y si eligen ser modelos voy a acompañarl­as, como hizo mi mamá con Zaira y conmigo. Por ejemplo, este año Francesca debutó en la Fashion Week y muchos me decían: ‘Es muy chiquita’. Pero yo no tuve pensamient­os malos, porque yo empecé a los cinco años, de la mano de Valeria Mazza (48). Hacía desfiles en Costa Salguero, campañas de moda para la revista Para Ti, y nunca tuve una mala experienci­a con ningún desubicado. Siempre acompañaré a mis hijas, y a mis varones. Éste no es un asunto sólo de mujeres: con ellos también estoy muy atenta. Espero que esta movilizaci­ón de mujeres haga el futuro de todas en el mundo”. Cómo es enfrentars­e a los dirigentes más pesados del fútbol europeo en las grandes mesas de negociacio­nes será el siguiente planteo. “Al principio tal vez pudieron haberme subes

Mauro admira a la mujer independie­nte, que trabaja y defiende sus derechos. Que en un mundo tan machista como el del fútbol –para el cual el sitio de las ‘minas’ es detrás de los platos–, él les diga a todos ‘tenés que hablar

con mi mujer’ habla de su seguridad

el abuelo más que ejemplar... (se quiebra) Y no sólo que son sus nietas de sangre: lo he visto haciendo con mis hijos, estudiando Matemática a la par mía, a enloquecid­a con los iPads en las clases online. Es erlo en casa. Lo veo reflejado en Mauro, y entiendo mi marido haya hecho tanto por mí y por mis hijos

timado, pero al quinto año sólo muestran respeto y me tratan como una par”, asegura. “Con todos los presidente­s con los que estuve reunida alguna vez, al cerrar las tratativas -cualquiera haya sido el resultado, siempre hubo un llamado cordial: ‘Esta vez no se dio, pero quién sabe el día de mañana...’. Tan buena es la relación con ellos que cada Navidad me escriben y nos deseamos suerte”.

Luego dirá que “si un jugador ve que su familia está feliz y cómoda en un lugar, es mucho más fácil poner la firma. Yo, que viví en doce ciudades, suelo adaptarme muy fácil. Siempre digo que una vez que dejaste tu casa y tu país, cualquier lugar dará lo mismo. Tu hogar siempre será tu familia”.

Y aquí surge una anécdota de una situación que, asegura, logró angustiarl­a, pero fue válida para repensar sus días futuros. “Me pasó algo terrible en Roma. Había terminado unas pruebas de vestuario para Il grande fratello (Gran hermano, donde tenía un lugar destacado como co-conductora). Tenía los minutos contados y todo el operativo armado para llegar al aeropuerto. Accidente en ruta de por medio, al entrar me anuncian: ‘Vuelo cancelado’. Nunca me había pasado. Me vieron tan desesperad­a que me dijeron: ‘Tome el vuelo siguiente’. De un golpe se desarmó la organizaci­ón que había diseñado hacía semanas por el cumpleaños de Costantino. ‘¡Soy su mamá! No puedo llegar tres horas tarde al festejo’, decía llorando. Se me cayó el mundo en un instante. Así, me di cuenta de que había estado viviendo al límite con los tiempos. Nunca sé si alguien tomó nota del sacrificio que hice siempre para cumplir con todos”, reflexiona.

El relato es acorde a su mudanza. La que tanto la entusiasma. “El año pasado trabajé tanto que no pude ver París como hubiese querido. Terminaba el programa (Tiki Taka, il calcio è il nostro gioco, Mediaset) en Milán a las tres de la mañana. Me levantaba tres horas después, iba a un acto del colegio, ya me esperaba un taxi para llevarme al aeropuerto, veía jugar a Mauro en París y volvía. Atravesé una locura. Todavía no sé cómo no me contagié coronaviru­s, porque viví en los aviones.

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