El día de la marmota (1993; aquella cinta de Harold Ramis en la que un meteorólogo queda atrapado en un limbo). se desahoga Armando, que transita la cuarentena en su
“Siento a la pandemia como un perno. Al principio pensás que es algo positivo, pero no aguanto más. Es como una especie de
Los minutos no pasan, los días van desapareciendo,
y acá seguimos”,
“Lo mejor es considerar que es un buen momento para enfocarse, crear. Hago lo que todos: amanecer, desayunar... y, cuando se puede, tomar alguna clase de gimnasia, jugar con mis hijos, encenderles un fueguito en el jardín Me apena por ellos, que están guardados, con su colegio virtual. ¡Todo parece virtual! Las reuniones, esta nota Y ahí es cuando te surge la contradicción, porque Amador y Torino vienen observando
en mí a una especie de monstruo que, como me agarra en un momento de pura acción, trabaja todo el día...”, “Y bueno hay que encontrar un balance: después de tanto sacrificio y tantas semanas afuera rodando mi mejor consuelo es enfocarme en el increíble apoyo
que recibí de mi mujer y los chicos”.