Sembrar, cuidar y dejar que la vida se abra camino

“Cuando me fui del Hogar me regalaron macetas”, cuenta Ayelén. Y Carolina Varangot, presidenta de la Asociación Civil María del Rosario de San Nicolás (www.hogarmariadelrosario.org) acota que “las plantas

tienen que ver con el proyecto personal de quienes pasan por el Hogar. Desde pequeños pueden sembrar, ver el crecimiento y los frutos”. Destaca que cada proceso es único. Cuenta la felicidad que sintió al cruzarse a Ayelén trabajando en un centro comercial,

un año después de egresar. “Me contó que hubiera querido estar más acompañada cuando salió del Hogar, que se había dado cuenta de que cuando te vas

a vivir solo hay cosas que tenés que saber (de finanzas personales y del valor del tiempo, entre tantas cosas). Fue la confirmación de que es necesario acompañar a los jóvenes un tiempo más. Ayelén vino a confirmarle a la Asociación María del Rosario de San

Nicolás la necesidad de fortalecer el Proyecto Egreso como continuación del

Proyecto Hogar”, remata. sueño las mismas cosas, pero mi actitud no es la misma. No me quedo esperando a que pase, sino que lo pateo o lo corro. Ya no tengo miedo. Esa sentencia me devolvió mi derecho vulnerado”, exclama, convencida de que el juicio no fue en vano, no sólo por la sentencia sino porque en el proceso adquirió herramientas para plantarse mejor y reconocer su valor.

SALIR AL MUNDO. “Por mucho tiempo me negué a pensar que un día iba a tener que dejar el Hogar. Estaba muy cómoda”, asegura Ayelén, quien en 2017, el mismo año que terminó el colegio, comenzó a configurar sin saberlo su plan de egreso: entre los 18 y los 21 años los jóvenes deben dejar estos Hogares. “En ese momento hice un curso para buscar mi primer empleo. En el Hogar me ayudaron a armar mi CV y me guiaron en el proceso. Quería trabajar para comprarme cosas”, comenta y confiesa que enseguida cambió de idea. “Me di cuenta de que un día me iba a tener que ir y no tenía nada. Empecé a ahorrar todo lo que podía”. Las cosas se acomodaron de forma tal que Ayelén hizo un egreso escalonado. En enero de 2019 comenzó a mudar sus cosas a la casa de su novio, Cristian, y en febrero se despidió de sus compañeras. Meses más tarde consiguió un trabajo compatible con la carrera de contador público que comenzó a cursar en la UBA.

–¿Qué le dirías a la pequeña Ayelén, que le abrió asustada la puerta a la policía?

–Que se quede tranquila. Que todo va a mejorar. Y que un día será libre.

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Ciento cincuenta invitados tenían previsto acudir en mayo a la Capilla Real del Palacio de St. James, en Londres, para ser testigos de la unión de la princesa Beatriz (31) con Edoardo Mapelli Mozzi (37). El Covid-19 postergó la boda, pero no amedrentó la ansiedad de los novios. Así fue como, respetando el protocolo –esta vez sanitario–, aceptaron limitarse a reunir a veinte afectos cercanos. Y de la idea de casarse a metros del Buckingham Palace pasaron a la íntima Capilla Real de Todos los Santos, en Windsor Great Park. La boda sucedió el 17 de julio a las 11 am, sin estruendos ni prensa internacional. Eso sí: la novia tuvo un toque real al que no pudieron aspirar ni Kate Middleton ni Meghan Markle: a ella se le permitió utilizar la tiara Queen Mary, una de las joyas más valiosas de la Corona. Tanto que hasta ahora había sido utilizada sólo por la reina en su propio casamiento, en 1947, y por su única hija mujer, Ana, en su boda de 1973.