GARABATOS QUE SE HICIERON PROFESIÓN
“Tengo una sección de fotos que tienen que ver con disfraces”, dice Pablo Ramírez en cuanto abre una caja con miles de fotos de su infancia en Navarro. Hay retratos de actos escolares, escenografías que hizo para eventos en el pueblo y postales con sus hermanos menores, Marisa y Juan José. Tiene sobrinos adolescentes con los que comparte su pasión por la moda. Hijo de un mecánico y un ama de casa, jamás imaginó que lo que más disfrutaba cuando era chico podría convertirse en su medio de vida. “El dibujo fue mi juego y mi forma de expresión desde muy chico. Cuando era niño quería vivir de dibujar y desde entonces en mis bocetos aparecían cuerpos y ropa. Tenía fascinación por el mundo del cine, de la moda, el arte, la danza y todo eso. De alguna manera tuve la suerte de haber podido concretar algo que parecía muy lejano, más viniendo de un pueblo”, dice en medio de una retrospectiva plagada de imágenes, entre las que se destacan las de su debut en pasarela, cuando aún estaba en jardín de infantes. “Me súper acuerdo de ese traje de baño”, acota y comenta que recuerda haber hecho dos pasadas: una con salida de baño y otra sin él.
Mucho después llegarían otros backs y nuevas pasarelas. Posaría en plena campaña para mostrarles a las modelos cómo pararse delante de la cámara y saludaría al público en desfiles en Buenos Aires, Madrid y Berlín, entre otras ciudades. “Yo les decía en broma a mis amigas que iba a estar en París y ellas iban a seguir acá. Cuando nos encontramos nos reímos de eso”, confiesa y cuenta que solía garabatear sus cuadernos. “Siempre que les hacía ilustraciones les decía: ‘Les hago dibujos ahora para que cuando los necesiten los vendan’. Cada vez que nos vemos les digo: ‘Todavía no, guárdenlos un tiempo más’”, remata.
Siempre digo que me las arreglé para hacer lo que quería, más allá del mandato. ‘¿Qué hacés todo el día dibujando?’, me preguntaban y yo lo seguía haciendo. Sin generar conflictos ni confrontar, necesitaba continuar adelante con mi deseo