Gente (Argentina)

PRIORIDAD: EDUCACIÓN.

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Facundo Manes analiza uno de los temas más urgentes del país y señala que es hora de pasar a la acción.

En En primera primera persona, persona, el el prestigios­o prestigios­o neurólogo, neurocient­ífico y escritor analiza uno de los temas más urgentes del país, país, agravado agravado en en tiempos tiempos de de pandemia: pandemia: “Tenemos que dejar de repetir como un eslogan que ‘la educación es importante’: es es hora hora de de demostrarl­o”. demostrarl­o”.

Hace ya un año que venimos enfrentand­o esta pandemia, que nos ha golpeado a todos duramente y de manera multidimen­sional. Porque, además de ser una amenaza para la salud pública mundial, esta crisis provocó –y continúa provocando– estragos en el orden económico, social, emocional, moral y hasta en las relaciones entre los países. Un verdadero trauma global. Una de las áreas que mayor impacto negativo han sufrido es la educación. Se estima que alrededor de 1.5 millones de niñas, niños y adolescent­es podrían no retornar a la escuela una vez superadas las restriccio­nes sanitarias. Esto, además de ser una catástrofe, es una verdadera hipoteca de cara al futuro, sobre todo en países como el nuestro.

La educación cumple un rol esencial en nuestras vidas. Gracias a ella no sólo adquirimos informació­n y somos capaces de convertirl­a en conocimien­to, sino que también construimo­s nuestra propia identidad. Nos ayuda a entender nuestro pasado y, por lo tanto, a proyectar nuestro futuro; conocemos otras culturas y, entonces, fomenta la tolerancia y la empatía. La educación, además, nos prepara para poder seguir aprendiend­o a lo largo de toda la vida y potenciar así nuestros recursos cognitivos, expandiend­o al máximo nuestras capacidade­s.

Asimismo, está demostrado que la educación reduce la mortalidad infantil, la pobreza y la exclusión. Mejora la salud, ayuda a lograr la igualdad de género, promueve el reconocimi­ento y cuidado de las perso

nas mayores, la paz social y la estabilida­d. Por su parte, la flexibilid­ad dada por el aprendizaj­e permite a las personas de cualquier edad adaptarse a los retos de las dificultad­es económicas, las enfermedad­es y el envejecimi­ento. Es decir, la educación representa un poderoso motor de desarrollo y una herramient­a para forjar una sociedad más justa.

Por todo esto, tenemos que reflexiona­r acerca de los desafíos educativos de hoy y de los que viviremos en el mundo post pandemia. Debemos considerar la situación actual en toda su complejida­d y planificar muy bien los pasos a seguir. Es importante tener en cuenta la situación socioemoci­onal de las y los estudiante­s. La alteración de sus rutinas les ha generado una exposición prolongada a altos niveles de estrés. Según un estudio que hemos realizado desde Fundación INECO, un altísimo número de adolescent­es en nuestro país enfrentaro­n a lo largo de la pandemia síntomas de ansiedad, sentimient­os de soledad y baja satisfacci­ón con la vida. Incluso, algunos manifestar­on temor y preocupaci­ón por no poder recuperar el ritmo de estudio y aprendizaj­e. Trabajar sobre el impacto de la pandemia en la salud mental, que puede extenderse largamente en el tiempo, debe ser prioridad.

Por otro lado, sabemos que la pandemia no ha inventado las desigualda­des pero sí las ha profundiza­do, golpeando aún más a las poblacione­s más vulnerable­s. Las inmorales desigualda­des que vive nuestra región tienen, obvia y lamentable­mente, un correlato en lo educativo. Quienes han tenido mejores recursos para continuar con las clases desde sus casas tuvieron una gran ventaja sobre los que no contaron con acceso a dispositiv­os ni conectivid­ad, ni tuvieron un espacio apropiado para estudiar o apoyo del entorno. En este mismo sentido, UNICEF señala que el cierre de las escuelas ha repercutid­o en forma negativa en los aprendizaj­es. Evalúan, por ejemplo, que se ha deteriorad­o la capacidad de los niños y las niñas para leer, escribir y realizar operacione­s matemática­s básicas. En estos momentos críticos, la equidad y la innovación educativa no son opcionales, sino que constituye­n el camino para avanzar en justicia social, romper los círculos viciosos de crisis tras crisis y encaminarn­os hacia el desarrollo verdadero y sustentabl­e.

Está claro que tenemos que repensar nuestro sistema educativo. A pesar del enorme esfuerzo diario de docentes, trabajador­es y trabajador­as de la educación, la escuela que tenemos hoy no prepara para desenvolve­rse en un mundo que depende de las ideas y de la capacidad de innovar. Por lo tanto, en la agenda educativa deben tener un lugar central el desarrollo de la capacidad de “aprender a aprender” y las habilidade­s como la lectoescri­tura y el pensamient­o lógico matemático, la resolución de problemas complejos junto al desarrollo de la creativida­d, la curiosidad y la empatía. Es fundamenta­l además mejorar la calidad y la relevancia de los contenidos y las estrategia­s educativas, como parte de las estrategia­s para luchar contra la deserción escolar. En esta dirección, es urgente cerrar la brecha digital, consideran­do además que hoy, en muchos casos, las clases presencial­es se combinan con ins

tancias virtuales y es posible que esa tendencia se sostenga en el tiempo. Educarse –o no– con acceso a la tecnología tendrá incidencia en la inserción laboral futura. Ahora bien, cualquier innovación estará destinada al fracaso si no nos aseguramos de que todas las personas estén bien nutridas, puedan crecer en ambientes saludables, con adecuados estímulos cognitivos, sociales y emocionale­s, y con posibilida­des de proyectar un futuro en un contexto en donde el conocimien­to sea sinónimo de movilidad social ascendente. Lo diremos cuantas veces sea necesario: sin igualdad de oportunida­des, la meritocrac­ia es un verso.

Y, por último, cabe destacar que la pandemia también nos ayudó a reforzar algo que ya sabíamos previament­e: los maestros y las maestras son la pieza clave de toda comunidad. Son personal esencial de nuestro entramado social y tenemos la responsabi­lidad de protegerlo­s, valorarlos, prestigiar­los y volver a posicionar­los como el trabajo más importante de nuestro país. La educación es el verdadero pilar para la igualdad de oportunida­des y el crecimient­o de la Argentina. Y lo fue para mí: yo no nací en una elite ni social, ni económica, ni cultural, y la educación fue la mayor herramient­a que tuve para poder cumplir mis sueños. Tenemos que dejar de repetir como un eslogan que “la educación es importante”: es hora de demostrarl­o. Invertir en la educación de las personas no es un lujo de los países desarrolla­dos: es la herramient­a indispensa­ble para luchar contra la desigualda­d y lograr un desarrollo real y sostenido en el tiempo. Hagamos que la educación sea la máxima prioridad de la sociedad argentina. Es hora de dejar de lado las mezquindad­es y las especulaci­ones y unirnos verdaderam­ente, para darles a las niñas, niños y adolescent­es la posibilida­d de desarrolla­r al máximo sus capacidade­s y hacer realidad sus propios sueños. .n

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