Gente (Argentina)

LA REINA DE LOS PREMIOS

“No me gusta la temporada de entregas… ¡Los zapatos duelen mucho!”

- Por Kari Araujo

Ganó dos Globos de Oro, dos BAFTA, un Emmy, tres Oscar (entre ellos el último, por Nomadland), cuatro SAG, un Tony, y más reconocimi­entos de los que muchos aspirantes se animan a soñar. Sin embargo, FRANCES McDORMAND, lejos de encandilar­se, elige asistir a cada ceremonia a cara lavada y huir de los paparazzi. Acá, la palabra de una de las actrices más escurridiz­as -y talentosas– de la alfombra roja.

“Durante una década no hice ningún tipo de prensa ni de publicidad –en lo que muchos dirían que fue un movimiento muy arriesgado en la carrera de una actriz mujer–, pero valió la pena porque provocó lo que quería: me dio misterio y pude llevar a la audiencia con mis papeles a un lugar al que alguien que vende relojes o perfumes no puede llevarlos”

Su mamá la bautizó Cynthia Ann Smith y la dio en adopción cuando tenía sólo 18 meses de vida. En aquel momento, un pastor canadiense y su mujer enfermera la conocieron, adoptaron y renombraro­n Frances McDormand (63) dándole la identidad que la acompaña hasta el día de hoy… salvo cuando pisa un set. En ese momento ella es Mildred, Momma, Sue, Jane, Guinevere, Zoe, Doris, Alice o el nombre que el guion requiera. Como Fern, que la revadila como una de las grandes ganadoras de premios a nivel global….

–Este año fuiste aplaudida y galardonad­a por tu interpreta­ción justamente de esta nómade estadounid­ense. ¿Te sentís identifica­da con ella? –¡Claro! Vengo de una familia de clase trabajador­a, y me refiero a las personas que me criaron. Además, cuando tenía cuarenta y tantos, le dije a mi esposo (Joel Coen, 67) que cuando cumpliera 65 iba a cambiar mi nombre, fumar cigarrillo­s de marca, beber Wild Turkey (una línea centenaria de whisky americano) y emprender un viaje por carretera en un vehículo recreativo. Así que pude hacer realidad parte de mi fantasía, ¡excepto porque armo mis propios cigarrillo­s y tomo tequila!

–Durante la filmación de Nomadland te tocó trabajar con nómades que no son actores y tuvieron papeles clave. ¿Cómo fue la metodologí­a?

–El método de Chloé Zhao, la directora, tiene mucho que ver con honrar más el proceso de la vida de una persona que con el proceso de hacer una película. Y nosotros estuvimos presentes en sus vidas cotidianas

buscando no interrumpi­rlas.

–¿Fue muy difícil?

–Creo que lo que más me costó fue quedarme quieta, mantener la boca cerrada y escuchar. ¡Y soy muy mala en eso de quedarme quieta! (ríe).

–También fuiste una de las productora­s de la película. ¿Cuál dirías que fue tu mayor aporte?

–Presentarl­e a Chloé –junto con mi socio en la producción, Peter Spears– el libro Nomadland de Jessica Bruder, ¡esa fue la chispa que inició el fuego! Y después me incorporé a una compañía de veintitrés cineastas jóvenes y viajé con ellos como su par mientras hacíamos la película. Mi rol no fue el de enseñar, sino el de aprender, y esa fue la ética laboral que caracteriz­ó al viaje.

–¿O sea que filmaron toda la película viajando de verdad?

–Sí, viajamos juntos a lo largo de cinco meses y atravesamo­s siete estados. Nos volvimos como una especie de organismo vivo. ¡Realmente era una relación muy estrecha! Y como Fern, trabajé a la par de empleados reales en una planta de cosecha de remolacha azucarera, en la cafetería de una atracción turística, como empleada de un campamento en un parque nacional…

–¿A la par, absolutame­nte a la par?

–(Ríe) Por supuesto que no trabajé realmente la cantidad agotadora de horas que exigen estos empleos. Pero sí intentamos dar la impresión del trabajo real y sus consecuenc­ias: las dificultad­es y molestias físicas para una persona mayor, pero también la alegría de trabajar y vivir en la naturaleza, por ejemplo, en el campamento, y el sentido de un propósito, además de los ingresos que uno puede obtener con estos empleos.

–Durante el aislamient­o obligatori­o, casi todos nos pusimos a ordenar y descartar objetos. ¿Cómo decidiste cuáles eran los que tenías que llevar en el viaje?

–Fue divertido pensar qué cosas llevar en la van. Personalme­nte, siempre viví con pocas cosas. Con mi familia vivimos en muchos lugares diferentes y siempre bastante reducidos: apartament­os y casas chiquitas. Nos gusta mucho ordenar y deshacerno­s de cosas, así que no me resultó difícil pensar en solo algunas para llevar. Pero, al mismo tiempo, fue interesant­e que incluso con las pocas cosas pequeñas que queríamos incorporar a la van, ¡parecían demasiadas! Una vez que las pusimos en el vehículo tuvimos que volver a descartar porque si vas a vivir en una camioneta, todo tiene que ser eficiente. Y Chloé me preguntó qué cosas eran importante­s para mí, busqué en mi casa, y le dije que quería la vajilla de mi padre y una silla plegable verde… objetos icónicos para mi generación, cosas reales de los años cincuenta y sesenta que parecían importante­s, diapositiv­as de mi familia. Esos eran los objetos que Fern llevaría en su viaje.

“Con mi familia vivimos en muchos lugares diferentes y siempre bastante reducidos: apartament­os y casas chiquitas. Así que, cuando tuve que ir a rodar ‘Nomadland’ no me resultó difícil pensar en solo algunas para llevar en un viaje de cinco meses en van, e incluí la vajilla de mi padre y una silla plegable verde, objetos icónicos para mi generación”

“No me gusta la temporada de entregas de premios. En casa le decimos ‘la convención’. Y es una lástima que todavía no hayamos encontrado como detenerla. Pero creo que, por la Internet, naturalmen­te va a desaparece­r y vamos a encontrar otra forma de reunirnos que no sea esta. ¡Los zapatos duelen mucho!”, afirma con gracia quien, recuerda ahora con cierto orgullo, “durante una década no hice ningún tipo de prensa ni de publicidad –en lo que muchos dirían que fue un movimiento muy arriesgado en la carrera de una actriz mujer–, pero valió la pena porque provocó lo que quería: me dio misterio y pude llevar a la audiencia con mis papeles a un lugar al que alguien que vende relojes o perfumes no puede llevarlos… ¡Es que yo no me veo a mí misma como una estrella!”, subraya McDormand, antes de retomar la conversaci­ón sobre su trabajo en Nomadland, que en la última entrega de los Oscar se llevó estatuilla­s como Película, Director (Cloé Zhao) y Actriz (Frances).

–Trabajar en este rodaje, ¿modificó tu percepción de las personas que viven de esta forma?

–La verdad, yo vivo en una ciudad pequeña del norte de California en la que muchas personas viven así. Pero después de haber hecho esta película, ya no paso por al lado de mis vecinos que viven en vehículos como antes. Me da muchísima más curiosidad ver cómo viven y conocer las decisiones que tomaron. –¿Por qué creés que hay tanta gente que vive en la carretera?

–Creo que en parte se debe a la situación económica y a las desigualda­des porque hay una disparidad entre los que `tienen´ y los que `no tienen´. Pero, además, pienso que otra de las causas fue la pandemia, porque había que encerrarse y todo estaba cerrado. Y las personas salen a la carretera, incluso por un par de semanas, como respuesta a sus ganas de viajar y como reacción a la sensación de confinamie­nto. Por cierto, debo decir que casi todos los campamento­s en los parques están repletos.

–¿Lo ves en tu ciudad?

–Sí. Siempre tuve una comunidad vecina de nómadas que viven en sus camionetas, y creció exponencia­lmente. Y no es solo consecuenc­ia de la situación económica: creo que la especie humana está evoluciona­ndo y el movimiento es parte de esa evolución. Lamentable­mente, los autos aún funcionan con combustibl­es fósiles. Quizá sea hora de sacar de nuevo los Conestoga (los carros cubiertos tirados por caballos del siglo XVIII) y empezar a usarlos. También a los caballos y bueyes.

–A lo largo de tu carrera interpreta­ste varios papeles inolvidabl­es. ¿Ves alguna relación entre Fern de Nomadland y Mildred de Tres anuncios por un crimen?

–Sí, ambos los hice yo, así que podemos partir de ahí (ríe). Hablando en serio, yo no soy actriz porque quiero que me tomen una foto, sino porque quiero ser parte del intercambi­o humano. Nunca fui una apasionada de los deportes, pero sí de Shakespear­e… En los

últimos treinta y ocho años, si hay algo consistent­e acerca de lo que hice, es que, en su mayoría, mis personajes fueron de mujeres estadounid­enses. Y creo que Mildred y Fern pertenecen al mismo mundo; vienen de familias de clase trabajador­a como yo. ¿Y sabés qué?, contar historias es un hermoso juego en el que podemos plantearno­s “qué hubiera pasado si…”. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera tenido la oportunida­d de cursar estudios superiores y luego ir a la universida­d? ¿Qué hubiera sido de mí si no hubiese tenido la oportunida­d de tener una pareja que creyese en mi potencial y me ayudara a hacer realidad mis sueños? ¿Y si no hubiera tenido a mi hijo y la posibilida­d de convertirm­e en una persona más plena? ¿Qué hubiera pasado si, al mirarme al espejo, no me hubiera reconocido como las mujeres que se ven en las revistas de moda y las películas? ¿Qué hubiera pasado si eso, no reconocerm­e allí, me hubiese desalentad­o para dedicarme a la actuación? ¡Son un montón de preguntas hipotética­s!

–¡Qué bueno para el público de cine que sí te dedicaste a la actuación! Por tus películas pareciera que tus decisiones profesiona­les son

“¿Qué hubiera pasado si, al mirarme al espejo, no me hubiera reconocido como las mujeres que se ven en las revistas de moda y las películas? ¿Qué hubiera pasado si eso, no reconocerm­e allí, me hubiera desalentad­o para dedicarme a la actuación?”

valientes y audaces porque tus interpreta­ciones son cautivador­as y reales.

–Gracias. Lo hago desde hace cuarenta años, esperemos que esté mejorando. Un periodista una vez dijo que ver mi cara de cerca en pantalla es como visitar un parque nacional. Lo considero un gran cumplido y tengo la intención de invitar al público a adoptar esa perspectiv­a en particular por el resto de mi vida profesiona­l: algo genial de envejecer es que tu vida empieza a estar escrita en tu cara.

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