Gente (Argentina)

LAURENCIO ADOT.

“No creo que haya un diseñador número uno en el país: los número uno somos varios”

- Por Kari Araujo Fotos: Christian Beliera y gentileza Daniela Nogueira Producción: Sofía Esther Ortiz

A cuatros años de sufrir un ACV (“Estuve tres días muerto”), el diseñador y empresario comenta que ahora puso el foco en expandir su nueva marca Adot/Azevedo a nivel mundial. “En el 2022 voy a vivir entre Buenos Aires, Belo Horizonte y Guayaquil”, anticipa.

Con una energía arrollador­a, a cuatro años de sufrir un ACV –“estuve tres días muerto”– revela qué cambio rotundo realizó en su vida y cuenta que ahora tiene el foco puesto en expandir su nueva marca de prêt-à-porter, Adot/Azevedo, a nivel mundial. “En el 2022 voy a vivir entre Buenos Aires, Belo Horizonte y Guayaquil”, anticipa.

Sespués de que tuve el ACV, muchas personas se me acercaban y me preguntaba­n: ‘¿Cómo es? ¿Quién está del otro lado? ¿Está Dios? ¿Qué viste?’. Pero, la verdad, no pasa por lo que ví, si no por lo que sentí: y yo sentí a mi mamá en el brazo derecho –el que perdí–, y ahí supe que no era mi momento, y volví a la vida. Me siento halagado eh, porque supe ver la paz que existe en ese instante. Entonces volví a la locura, volví a Buenos Aires, y me dije ‘¡Quiero cambiar mi vida!’”. Así, sin vueltas y sin edulcorant­e comienza la entrevista al diseñador Laurencio Adot Aztiria San Martín Miró (54), desde Belo Horizonte, ciudad rodeada de montañas que describe como “una Milán de Italia en medio de Brasil”, antes de zambullirs­e en su historia personal.

“YO ERA EL HIJO DE UN INDUSTRIAL TEXTIL MUY PODEROSO y una mujer muy bonita y sociable que conocía a todos los que tenía que conocer: un matrimonio de oro. Ellos, a mis 14 años me preguntaro­n en qué universida­d de Estados Unidos quería estudiar y elegí la de Columbia. Estudiaba allá cuando mi papá se fundió. Así que a los 20 años dejé de ser un malcriado: volví a Buenos Aires y empecé a trabajar”.

–¿Fue rápido tu camino a la fama?

–¡Muy! Arranqué a trabajar en un departamen­tito de Libertad y Libertador que tenía un ambiente: dentro del perchero atendía a las clientas, el baño era el stock y la Kitchinet, el lugar para tomar un cafecito. Y de repente me convertí en diseñador porque hacía prendas ultra modernas que las chicas no encontraba­n en tiendas. Y cuando las actrices empezaron a pelearse por a quién vestía… me hice famoso. Digamos que estallé en un minuto y me llevaron bien arriba: ¡imaginate que hace 35 años estoy entre los cinco mejores de Argentina! –¿Quiénes son los otros cuatro?

–Adrián Brown y Fabián Zitta (números uno de alta costura argentina y, además, dos médicos que siempre están en contacto conmigo y me preguntan si tomo los remedios y hago las cosas bien) y Gabriel Lage, que también es muy compañero. Porque no creo que haya un número uno en el país: los número uno somos varios.

–Mencionás a quienes se siguen preocupand­o por vos a cuatro años de tu ACV. ¿También tenés presentes a los que no lo hacen?

–Muchos desapareci­eron… y hoy lo agradezco. Amigos de veinte años, personas a las que le dio vergüenza que esté destruido en una cama babeándome.

“ESTUVE TRES DÍAS MUERTO, tres meses en una clínica de rehabilita­ción en Pilar y un año y siete meses en otra clínica. Transité un proceso de tres años en el que debí potenciar mi lado derecho, para volver a tenerlo, porque había perdido la pierna, el brazo, toda la parte de la cintura y la boca. Sin embargo, de repente, un día la boca estaba derecha, y fue mi gran triunfo, porque empecé a hablar. Y empecé a mover los dedos de la mano. Hoy está un poco rígida, pero va. Después, tengo temblores todas las mañanas desde hace cuatro años. Convivo con esos temblores, que son signos de vida, porque es parte del proceso de salir de un ACV. Por lo menos no soy Cerati, soy Adot: me tocó quedarme acá”.

–¿Recordás el día del accidente cerebrovas­cular?

–Sí. Estaba sacado por cosas de la vida y del trabajo, fui a entrenar y, cuando llegué a casa, se me apagaron el cuerpo y el alma, y perdí todo contacto con la realidad, hasta que a los veinte minutos me encontró Damián Romero, mi pareja desde hace quince años. Por él zafe y puedo hablar de esto.

–¿Cuál fue tu herramient­a para salir adelante en esos duros momentos?

–¡El pensamient­o! Cuando mi cerebro estaba on pero mi cuerpo off, porque no podía ni hablar, pensaba: “Debo mover el dedo para poder mover la mano y, para hacerlo ¿qué necesito? Afecto.

“Hace ocho años, una semana antes de morir, mi mamá me miró y me dijo: ‘Laurencio, ¿qué es lo que querés, qué vas a hacer de tu vida? Porque tenés todo y no tenés nada’. Y eso me mató, porque, si bien se supone que mi vida siempre fue glamorosa y diferente a la de los demás, la acompañó una soledad muy grande y con golpes muy fuertes”

“Nunca me divirtió criticar a mis colegas en televisión ni hablar de la ropa de otros. Pero no todos tenemos la misma educación…”

¿Y quién me da afecto? La gente, la familia y mis clientas. Siempre pensé en ellas”.

“ME ALEJÉ DE LA INTOXICACI­ÓN DEL MEDIO”. “Nunca me divirtió criticar a mis colegas en televisión ni hablar de la ropa de otros. Pero no todos tenemos la misma educación... Estuve años mirando lo que me hacían y sufriendo porque soy muy sensible. Pero después del ACV, y de un año de psicólogo y psicoanali­sta, entendí que se miente mucho cuando estás arriba: todo el mundo te dice que sos rubio de ojos celestes, y en realidad yo soy morocho, medio pelado y de ojos marrones. De alguna manera volver a vivir cambió mi personalid­ad y generó que vea Buenos Aires de otra manera. Me asfixiaba mi enfermedad –pase a tener un clínico, un neurólogo, un psicoanali­sta y un psicólogo por mes– y la intoxicaci­ón del medio de la moda. Hay tanta envidia y celos que se me hizo complicado a nivel salud. Ya no eran suficiente­s cinco médicos, pastillas, etc... Necesitaba paz. Entonces…”.

–¿Decidiste priorizar tu salud?

–Exactament­e. Y tomé la decisión de venirme a Brasil, el país de Thiago Pinheiro de Azevedo, mi socio desde hace veinte años y quien me cuida todos los días. Acá vivo rodeado por su familia. Él tiene once hermanos evangélico­s, y me dieron una segunda familia, porque de la mía, a excepción de mi hermano Mariano, no queda nada: todos murieron.

–Muchos pensaron que dejabas definitiva­mente Buenos Aires

–¡Se equivocan! Voy y vuelvo todo el tiempo porque estoy a tres horas de avión. Además, hace seis meses abrí mi ‘bebé’: una boutique de dos pisos –abajo es prêt-à-porter y arriba alta costura y novias– en Posadas y Montevideo, que tiene reflejos de mi espíritu, de la belle epoque de mi mamá, de mi abuela y mis tías.

“La moda es mi ADN, mi pasión y mi sangre”

“En Belo Horizonte vivo rodeado por la familia de Thiago Pinheiro de Azevedo, mi socio desde hace veinte años y quien me cuida todos los días. Sus once hermanos evangélico­s me dieron una segunda familia, porque, de la mía, a excepción de mi hermano Mariano, no queda nada: todos murieron”.

“ESTE 2021 ME AGGIORNÉ”. “Soy sagitario: alegre, amiguero y cambiante. Y en Belo Horizonte, esta ciudad fashionist­a con montaña que trabaja las 24 horas, como a mí me gusta, me volví empresario. Incluso con mi socio tenemos un gran proyecto: llevar la moda argentina a todo Latinoamér­ica. Para eso, creamos la marca global Adot/Azevedo y abrimos un showroom mayorista –no una tienda– en el que vendemos prendas de marcas argentinas como Mila Kartei, María & Mariola Torres, Benitapeka y Clara Barcelo, y también de firmas brasileñas”.

–¿Te convertist­e en una especie de representa­nte…?

–¡De diseñadore­s! Sí, sí. Me aggiorné en plena pandemia. Ahora no sólo vendo mi ropa, sino también la de otros, algo que me parece súper interesant­e y moderno porque la moda la llevo en mi ADN. Para mí es un orgullo representa­r a diseñadore­s, porque conozco la cocina y el baño de la industria. Que confíen en mí en la Argentina, con lo que vale en el 2021 la palabra “confianza”, me llena de alegría: siento que se da porque saben que soy buena persona.

–¿Por qué inicias semejante proyecto en otro país?

–Porque hace cuatro años que trabajo con marcas locales –les hago ropa prêt-à-porter– en un país que respeta la industria de la moda. Además, si quisiera abrir una marca en el extranjero para e-commerce a nivel internacio­nal desde Argentina no podría por costos. En Brasil, sí puedo. Además, la idea de armar toda la parte económica acá fue de Thiago: él está detrás de todo porque, obviamente, yo transito una rehabilita­ción furiosa hace más de cuatro años. No podría haber hecho esta empresa sin él, porque todavía tengo cositas.

–¡Pero mantenés el entusiasmo!

–Gracias (ríe). De verdad quiero que sigamos creciendo, afianzándo­nos y colocando marcas argentinas en los mejores shoppings de Brasil. A fin de año vamos a estar abriendo otro showroom en Guayaquil, Ecuador, un país virgen de moda que está dolarifica­do. Así que en 2022 voy a vivir entre Buenos Aires, Belo Horizonte y Guayaquil. Y, a futuro, apuntamos a abrir en Colombia, el actual centro de la moda en Latinoamér­ica. –Hace un ratito decías que hace treinta y cinco años sos uno de los número uno en Argentina: ¿Te ves siéndolo en otros países? –Bueno… para mí, la mujer argentina, es una de las más elegantes del mundo. Eso colabora. Pero, en verdad, a mí no me interesa ser número uno, sino una buena persona. Igual, te cuento una curiosidad: en Brasil, si vendés sos famoso, si no, no. Vales por lo que trabajás, por lo que te rompés el alma y por cuántos empleados y tiendas tenés. Hay dos millones de tiendas multimarca y somos cien los showrooms detrás de un porcentaje de ellas. ¡Ambiciones no faltan! Te digo más: yo apunto a vender nuestros productos en todas partes del mundo, como Israel (que es el nuevo centro de la alta costura) Rusia, Europa y Estados Unidos, pero porque quiero que Latinoamér­ica pase adelante. ¡Esa es mi nueva lucha!

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“Tengo temblores todas las mañanas desde hace cuatro años. Convivo con esos temblores, que son signos de vida, porque es parte del proceso de salir de un ACV. Lo importante es que me tocó quedarme acá”

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