EL JARDÍN MÁS HERMOSO DE MÉXICO
En el corazón de Culiacán, Sinaloa, se levanta imponentemente un espacio cuyo principal objetivo es unificar en un mismo lugar elementos botánicos y manifestaciones culturales: el Jardín Botánico de Culiacán.
Cuando uno piensa en Culiacán, de inmediato viene a la mente una serie de pasajes y personajes de la historia reciente de México que han teñido de rojo esta ciudad sinaloense. Pero como suele ocurrir en el país, los culiacanenses han sabido hacer frente a esta situación y ponerse de pie para comenzar una reconstrucción social y cultural que deje atrás los fantasmas de la violencia. Para conseguirlo, han apostado por enriquecer y promover expresiones como la gastronomía, la música y demás muestras artísticas que seducen aquienes llegan hasta este punto del noroeste de la República Mexicana.
Como una prueba del compromiso con el futuro de la urbe, se erigió hace tres décadas el Jardín Botánico de Culiacán, un espacio de 10 hectáreas cuyo objetivo principal es preservar la vida y todas las manifestaciones que de ella se desprenden: desde el cuidado de las diferentes especies de flora y fauna, hasta actividades culturales, pasando por espacios intervenidos e instalaciones artísticas que hacen de este enclave un lugar único.
A 30 años de su inauguración (fue fundado en 1986 por el Ing. Carlos Murillo Depraect), el Jardín Botánico mantiene vivo su compromiso con los visitantes a través de una renovación constante que lo ha convertido en un referente como espacio público y de diseño contemporáneo. “El proyecto no se ha cerrado, seguimos trabajando en la producción de piezas comisionadas avarios artistas, así como incorporando a nuevos talentos para enriquecer la experiencia de todos
los usuarios”, nos comenta Patrick Charpenel, curador de jardín, crítico de arte y actual director ejecutivo del Museo del Barrio en Nueva York.
Sus visitantes (cerca de 300 mil al año) pueden disfrutar de distintos espacios que albergan 1,600 especies distribuidas en 17 colecciones botánicas, de entre las que destaca la colección de palmas más grande de todo México. A ello debemos sumar las expresiones artísticas que embellecen aún más el recorrido. Son 24 las obras expuestas a lo largo de las 10 hectáreas de superficie, en donde sobresalen los trabajos de artistas como James Turrell, Francis Alÿs, Dan Graham, Gabriel Orozco y Diana Thater, por mencionar sólo algunos. “Como curador, en todo momento he procurado que cada obra adquiera su visibilidad y relevancia al momento en que los asistentes transiten por todo el lugar. Por ello, he seleccionado a artistas que desarrollen piezas en respuesta al paisaje y clima de Culiacán, así como al entorno económico y cultural que rige la vida de esta ciudad”, señala Charpenel.
El proyecto para hacer de este sitio un punto de fusión entre la biología y la cultura arrancó en 2007, con el objetivo de modernizar la infraestructura y conseguir que las diversas especies botánicas convivieran con piezas artísticas, enriqueciendo de esta manera el diálogo entre estos dos universos disímiles a simple vista y reforzando el discurso original de la creación de este jardín. El plan maestro de esta nueva etapa corrió a cargo de la arquitecta Tatiana Bilbao, mientras que el paisajismo se desarrolló en colaboración con el Taller de Operaciones Ambientales (TOA) de Emiliano García y Juan Rovalo. “Las plataformas culturales son plataformas sociales. Una colección botánica abre un espectro de conocimiento sobre la vida, y el arte permite potenciar sensiblemente esta experiencia cognitiva. La ciencia, la educación y el arte enriquecen a las comunidades e impulsan el desarrollo social”, revela Patrick. “La estructura de este proyecto científico y cultural es muy compleja, pues está compuesta por una colección botánica, el programa arquitectónico, los servicios educativos y las obras de arte. Por lo tanto, se articulan diferentes disciplinas y elementos para producir un efecto único, el cual distingue aeste jardín de cualquier otro en su tipo”.
Conseguir la riqueza que hoy en día puede presumir el Jardín Botánico de Culiacán no ha sido una labor sencilla, sino que se ha construido a partir de una ardua tarea por parte de todos los involucrados. “Este es, posiblemente, el más complejo trabajo curatorial que he realizado y se está extendiendo a lo largo de mi vida”, dice Patrick Charpenel. “Fui invitado por Agustín Coppel hace aproximadamente 15 años y en mi primera visita a la ciudad, tuve la oportunidad de conocer el lugar, así como a su fundador Carlos Murillo. A partir de ese momento, descubrí el potencial que tenía este proyecto e, inmediatamente, me comprometí a participar en él como curador en el programa de arte”.
De esta manera, el Jardín Botánico de Culiacán no sólo se ha establecido como un pulmón vital para la capital sinaloense, sino que también ha servido como vehículo de identidad para los locales, además de ser un discurso físico a favor de la vida y el progreso: el verde por encima del rojo, la vida por encima de la muerte, la libertad por encima del silencio.