LIPSTICK EN EL E SPEJO
Séque me imaginas con el tacón rojo de Sarah Jessica Parker escribiendo esta columna, pero siendo mexicana y viviendo seis años en “Ciudad Gótica”, mi experien- cia sexual ha sido diferente a las del icónico programa de televisión.
Mi primer contacto con la idea que se tiene aquí de sexo fue en la Maestría de Medios de Comunicación, donde se estudiaban materias como Sexual
Personae y Psicología de Género. En
México, mis electivas eran Biblia y
Religiones del Mundo. La docente en la Maestría, una mujer de años con minifalda de cuero, nos mostraba pelí- culas porno de todos los tipos y épocas para analizar su impacto social y polí- tico. No te engañes, había que leer más de páginas para cada clase.
Viniendo de un colegio de monjas y una universidad católica, la experien- cia de escuchar palabras rimbomban- tes que rayaban entre lo hipster y lo intelectual, para analizar dichas cintas, era algo totalmente surreal. Después me acostumbré, sobre todo cuando tuve que exponer el tema de “Hard
Core”. Me saqué A+, por cierto.
De tarea fuimos al Festival de Cine
Porno Feminista para entender que varias mujeres ven cine XXX, lo diri- gen y actúan por propio gusto y hasta para empoderarse. Otra visita cul- tural fue al Museo del Sexo, que se muestra orgulloso en la ta Avenida. Si crees que es de ven, “toca, juega y aprende”, como el eslogan del Papalote Museo del Niño en la CDMX, estás muy equivocado. De hecho, no pue- des tocar y hay mucho que leer. Si no lees, no sabrás, por ejemplo, que la gran mayoría de especies animales tienen tríos, orgías, sexo por placer, bisexualidad y hasta familias homoparentales. Qué bueno que ellos no tienen que legalizar…
¿Prefieres ir al Met? Hay un tour llamado Shady Ladies, sobre el poder sexual de las mujeres de diversas épocas. Aparta con anticipación porque siempre está agotado. Pero si prefieres más entretenimiento y menos leccio- nes, entonces, ahí entra en escena el éxito teatral Sleep No More, un montaje que ocurre en un hotel al que debes entrar solo, con máscara, nunca hablar y perderte por los laberintos del lugar. En tu recorrido te toparás con actores desnudos bañados en sangre o una aparente orgía entre tres mujeres y un minotauro. Y mientras observas tras el anonimato de tu máscara, te pregun- tas qué tan vouyerista eres. No importa, al final te enterarás de que lo que viste fue Macbeth y podrás presumir que disfrutaste de uno de los escritos más emblemáticos de Shakespeare.
¿Más experiencias a la Eyes Wide Shut? Hay bares kubrickianos, con sexo en su temática… Mi primera fiesta en House of Yes se llamó “Sex and Sensuality”. Si vas ves- tido del tema de la semana, podrás entrar gratis y ¿qué crees? No pagué. Es que en México conocemos tan bien los dobles estándares de hipocresía moral al vestir, que seguramente eso fue algo bastante original en Brooklyn.
Cuando entras, hay reglas muy claras: no puedes tocar a nadie, ni tomar fotografías sin consentimiento, especialmente de la gente sin ropa. Sí, hay quienes prefieren ir más libres, pero eso no significa que te estén invitando a nada. Cada cuarto es una experien- cia diferente. Está el del jacuzzi, el de pole dance, el del show de Burlesque, el de una fuente humana de chocolate, el de sadomasoquismo… y también uno donde sólo se baila. De aquellas visitas me enteré de fiestas sexuales privadas, y en la ardua labor de research, “tuve” que ir.
Mis papás estarían sumamente orgullosos de la gente tan educada que había ahí. Bueno, hasta les presentaría a uno que otro y quedarían encantados: altos ejecutivos de marcas que mueven al mundo. Todos de traje y corbata. Chavas con little black dress y collar de perlas. La plática variaba entre el clima, el trabajo y el clásico “¿cómo llegaste aquí?” y “¿qué es lo que buscas?”. Copa de vino en mano, canapé en la otra y vista espectacular… hacia el exterior y también hacia el interior.
Nadie te tocaba si no querías. Así como en la época de mis abuelitos cuando te preguntaban si te podían tomar de la mano y si te podían besar. Pero ya cuando la ropa volaba, y si te animabas, cualquiera te podría cumplir tu fantasía más atrevida o, simple- mente, podías sentarte y ver el show.
Al subirme al metro, vi carteles con información para prevenir enfermedades sexuales. A la vista de todos, claros y accesibles. Y entonces reflexioné que el meollo del asunto es la educación. Si el sexo es visto como una materia a nivel Maestría, como algo digno de un museo, como una lectura posmoderna de Sha- kespeare, como tema paras bares y como información necesaria para los transeúntes, deja de ser tabú, algo oscuro y reprimido, dejamos de ser hipócritas y de tener miedo, porque ya “no da pena” ni causa risitas nervio- sas; hay menos malentendidos y menos juicios sociales.
En pocas palabras, se alcanzaría un idílico balance entre que te pregunten si te pueden tocar la mano y que te lleven a un hotel en la primera cita. Y todos los grises de en medio. La experiencia de vivir a diario y en todos los ambientes con información sexual es no sólo libera- dor, sino todo un autodescubrimiento. Te da seguridad, aprendes a respetar y puedes hablarlo. Entre más espa- cio tengas para probar, con responsabilidad, reglas y conocimiento, puedes decidir mejor qué te gusta y qué quieres con base en tu propia experiencia y no a prohi- biciones absurdas. Porque un sí es un sí,y un no es un no, cuando sabemos preguntar y, sobre todo, cuando sabemos escuchar la respuesta.
Ha escrito tres libros de cine y género: Darren Aronofsky’s Black Swan: Feminine Archetypes in Horror Cinema (2016), Tu galán de película (2014) y Mordiendo manzanas y besando sapos (2011). Además, colabora para varios medios en México.