GQ Latinoamerica

LA MODELO OSADA Cindy

Una de las reinas de Instagram, con 4.3 millones de seguidores, es más que aquel famoso post que le escribió Justin Bieber. A sus 19 años, pinta, escribe, diseña y nos regala la sesión más sexy del verano.

- Por Héctor Izquierdo Fotos Richard Ramos Realizació­n Joana de la Fuente

Kimberly no se limita a posar sexy frente a las cámaras, aunque también escribe, pinta y diseña para su propia marca de ropa. La holandesa es mucho más que un rostro endiablada­mente bello.

Cuando leas esta semblanza sobre Cindy Kimberly —en un avión, en la comodidad de tu sofá, en la sala de espera del den- tista…—, quizá te dé por elucubrar qué estará haciendo en ese preciso instante una de las bellezas con más seguidores en Instagram (¢.’ millones y subiendo); qué inalcanzab­les cotas de glamour —para ti, para el resto de los mortales— estará saboreando, además de la inocencia robada de sus ˜£ primaveras. ¿Una sofisticad­a fiesta en Los Ángeles, ciu- dad en la que ahora reside a tiempo parcial? ¿El front row de un desfile de moda? ¿Un exclusivo evento plagado de celebritie­s? Tal vez, sólo tal vez, el último lugar en el que te imagines a una top como Cindy sea en casa, sola y rodeada de sus gatos. Pero, si hace- mos caso a esta belleza nacida en Ámsterdam de padre indonesio y madre española, esa es, posiblemen­te, lo opción más plausible. Mientras terminas este párrafo, puede que decepciona­do o confuso, es más que pro- bable que ella esté leyendo un libro, viendo una película o una serie o, simplement­e, durmiendo. Quién sabe, igual comprome- tida con uno de esos periodos de una o dos semanas de desconexió­n de las redes socia- les a los que se obliga cada cierto tiempo por salud mental. “Soy una persona muy íntima”, nos cuenta, “no me encanta la vida social. Me la paso bien, lo puedo hacer durante unas horas, pero no es como que quiera que todas las horas de todos los días sean así”.

Sin ánimo de psicoanali­zar a la bella modelo, podemos aventurar que ese carác- ter reservado e introverti­do, inopinadam­ente maduro parasu edad, parte del hecho de haber visto de cerca la lucha de una madre soltera por sacar adelante a su hija y de haber sufrido

bullying en la escuela. Y, sin embargo, resulta inverosími­l imaginar que, en plena era del

share & like, una belleza como la suya fuera a quedar arrumbada en Altea, la localidad espa- ñola en la que creció. Su despertar a la popula- ridad le llegó a través de Tumblr, una red social en la que acumuló ™“ mil seguidores a base de compartir sus dibujos —pinta, y lo hace bien— y retratos. Recién abierto su Instagram, un agente de Estados Unidos la llamó para que colaborara en una campaña de Kanye West. Pero todo aquello es prehistori­a en su exis- tencia, porque su historia con mayúsculas, la que ha circulado hasta la náusea en Internet y en todos los idiomas conocidos, la escribió Justin Bieber. Publicó una foto suya en Insta- gram con la leyenda: “OMG who is this?!”, y,

supernova, la fama de Cindy estalló hasta inundar los más lejanos confines de las redes. “No me molesta que se me conozca por ese tema; de hecho, hay mucha gente que sólo sabe eso de mí y entiendo que les parezca interesant­e, pero me gustaría que dejaran de preguntarm­e si me habló o no. Me gustaría seguir respetando la privacidad de Justin”.

Han pasado ya dos años desde aquel terremoto y, al menos en apariencia, Cindy lo ha asimilado con mucha entereza. “Creo que le da más vértigo a mi madre que a mí”, nos dice. “Yo ni siquiera tengo mucho tiempo para detenerme a pensar”. Si le preguntas dónde estaría ahora de no haberse cruzado en su camino la estrella canadiense, la res- puesta es que exactament­e en el mismo sitio: “Cuando ocurrió lo de Justin, ya tenía segui- dores y estaba con este tipo de cosas, así que segurament­e hoy estaría haciendo lo mismo. Me habría llevado más tiempo, pero seguiría haciendo lo que hago hoy, porque es lo que soñé desde pequeña”.

En ese “lo que quería hacer desde pequeña”, entran la pintura (“me considero a mí misma una artista”), la fotografía, el cine (está tomando clases de actuación) y, claro está, la moda: “Poca gente lo sabe, pero soy diseñadora. Tengo mi propia marca”. También, por supuesto, seguir cultivando su latifundio en Instagram con fotografía­s que, en ocasio- nes, van más allá de lo que los guardianes de la moral están dispuestos a soportar. “Yo creo que las mujeres deberían hacer exactament­e lo que ellas quieran. Como se sientan mejor. Yo no pongo muchas fotos así, en mi Insta- gram habrá unas ocho imágenes en biquini (risas) de unas ’““, pero me parece bien. Emily Ratajkowsk­i es de mis favoritas en esa red social; pienso que puede hacer lo que desee”. También se rebela contra la estupidez y el machismo de la censura: “Es obvio que nadie está censurando los pezones de los hombres. Creo que en —“˜™, deberíamos dejar de sexua- lizar los pezones de las mujeres”; y contra las críticas del feminismo a los desnudos (inclui- dos los de esta sesión): “Lo más feminista es no criticarlo. Pienso que la gente ya entiende que, literalmen­te, es nuestro trabajo”.

Si tú también has sentido la tentación de juzgar a Cindy por estas u otras imágenes, quédate con una última reflexión: “Soy algo muy diferente de lo que las cuatro millones de personas que me siguen en Instagram pien- san que soy”. La vida, finalmente, es eso que sucede cuando cierras la app.

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