EL MUNDO DE PAUL
Paul Mccartney tiene 76 años y no para de crear música, y así extender su gran legado. Echa un vistazo al universo de uno de los músicos más influyentes de los últimos 50 años .
Podría pasarse el día tomando el té en el sillón más cómodo de alguna de sus mansiones mientras contempla de reojo su legado. Pero no, Paul Mccartney no es esa clase de hombre.
Un joven Paul reflexionaba en “When I’m Sixty Four”, una de sus composiciones más entrañables, sobre lo que sería de él al llegar a esas instancias. “¿Aún me mandarás una tarjeta de San Valentín?”, se preguntaba en aquel mayo de fines de los 60. Ha pasado más de una década desde que llegó a los 64 y la profecía no se cumplió porque a sus 76, no se ha convertido en el hombre bonachón y gris que retrata la canción. No lo imaginamos arreglando el jardín (bueno, tal vez sí) ni cambiando un fusible (quizás cambiando las cuerdas de su bajo), como asegura la letra. En vez de eso, lo he- mos visto bromear con Katy Perry, bailar al lado de Kendall Jenner y Jimmy Fallon, brindar conciertos como un jovenzuelo debutan- te en The Cavern Club —el garito en Liverpool donde comenzó todo— o charlar ágilmente con héroes del britpop como Jarvis Cocker. Y en una de ésas, hasta esté planeando edificar su La La
Land particular, ya que se anunció que Emma Stone —la actriz de ojos inmensos que protagonizara aquel filme musical ganador de varios Oscares— será su musa en un próximo video. “¿Cuál es el secreto para seguir siendo sexy?”, le preguntó una fan en una alfombra roja en Nueva York hace algunas semanas: “Sexo, drogas y rock and roll”, le contestó él sin inmutarse.
El Paul Mccartney modelo 2018 continúa siendo el mismo genio musical venerado por generaciones, el mismo rockstar que desearías recibir envuelto como regalo en Navidad para que can- te contigo “Penny Lane” y “Hope of Deliverance” en el karaoke durante la cena de Nochebuena. Pero, además, es un Paul que (a diferencia de sus contemporáneos como Mick Jagger o Jeff Lynne) intenta congratularse con los millennials con detalles como con- ciertos por Internet, apologías a Miley Cyrus (“vamos, he visto cosas peores que eso”, declaró en una entrevista hace años), photobom
bing virales (como el que acaba de aplicarle a unos recién casados canadienses), caminatas sorpresa por el legendario paso de cebra de Abbey Road (registradas en Youtube) o de confesiones en Twi- tter que siempre sospechamos: es un extraterrestre. Además, sigue jalando los reflectores cuando se le ocurre contar anécdotas olvidadas —que seguro en- contró bajo el colchón, al lado de grabaciones inéditas de The Beatles o Wings, claro—. Sí, aún hay muchas historias que con- tar y algunas de ellas son sexua- les, como los rituales de mas- turbación grupal inspirados por Brigitte Bardot, en los que tanto John como Paul (suponemos que con su mano izquierda) participaban. “Fue algo aislado. No fue gran cosa. Sí, fue bastan- te obsceno si lo piensas, pero hay tantas situaciones como ésas cuando eres un chico, que luego te preguntas: ‘¿Hicimos eso?’. Era diversión inofensiva, nadie salió lastimado, ni siquie- ra a Brigitte”, le confesó en ex- clusiva al periodista Chris Heath para la edición estadounidense de GQ. En la extensa y revela- dora plática, el músico reme- moró otras historias juveniles, como cuando decidió matar ranas para prepararse mental- mente por si lo llamaban para el ejército (donde asumía que tendría que asesinar a alguien) o cuando se topó con Amy Wi- nehouse y sólo le dijo “hola” (de
“¿cuál es el secreto para seguir siendo sexy? sexo, drogas y rock & Roll”, dice Mccartney.