(LOVE) BEER
¿Qué está pasando en Chicago que los fanáticos de la cerveza peregrinan desde lugares lejanos a sus taprooms, brewerys y brewpubs? Con unas 50 opciones a lo largo y ancho de la ciudad, que producen desde versiones clásicas, hasta extravagantes del espumoso elemento, el viaje queda justificado.
El esplendor de Chi- cago empezó con un gran incendio. So- bre las cenizas de la catástrofe de 1871, la ciudad se levantó con una de- terminación envidiable, em- peñada en tocar el cielo con sus cada vez más altos edifi- cios, poniendo los cimientos de la arquitectura moderna. La historia del fuego fundacio- nal está en cada detalle de la urbe y también explica la sed de sus habitantes cuando de cerveza se trata. Según cuenta la leyenda, la Schlitz Brewing
Company de Milwaukee donó miles de barriles de pilsener a los agobiados vecinos de Chi- cago que habían perdido todas sus cervecerías en las llamas. Hacía falta tanta cerveza para apagar semejante fuego. Y es probable que los años de la ley seca exacerbaran esa in- tensa relación de amor de la Ciudad de los Vientos con los derivados de la malta: nada como prohibir algo para que se transforme en el más preciado objeto de deseo.
El punto es que hoy, Chi- cago tiene unas 50 cervecerías que son verdaderos laborato- rios de experimentación, que se atreven con sabores delicados o extravagantes, sorprendentes y deliciosos. La sana compe- tencia ha cobrado excelentes resultados y la camaradería en- tre vecinos del gremio alienta a locales y visitantes a entusias- marse con las rutas, festivales y degustaciones que proponen.
Con un panorama cervece- ro tan efervescente, no resulta descabellado planear un viaje a Chicago tan sólo para probar sus cervezas y dejar que los ex- pertos guíen los maridajes.