BETTER CALL TONY
El actor Tony Dalton se ha gana- do un lugar en Hollywood y otro en el universo de Breaking Bad. Logro desbloqueado.
Cuando
Ma- tando cabos se estre- nó —en el ahora lejano año 2004—, muy pocos apostaron a que fuera un éxi- to en taquilla. Sin embargo, “el segundo fin de semana que es- tuvo en cartelera le fue mejor que en el primero. Eso nunca pasa. Y con el tiempo, el fil- me encontró un lugarcito en la cultura mexicana”, recuerda Tony Dalton respecto al largo- metraje que, en efecto, consi- guió establecerse como uno de esos títulos imprescindibles del llamado Nuevo Cine Mexicano. Y aunque la cinta dirigida por Alejandro Lozano no fue el primer trabajo del actor, sí el trampolín determinante para su carrera. “No sabes cuánta gente me dice cosas sobre Ma- tando cabos. Ayer fui por una ensalada y me la recordaron. Cada vez que llego al aero- puerto, me dicen algo referen- te (risas). Ha pasado la prueba del tiempo. Estoy muy orgullo- so de haber hecho esa película porque creo que tuvo mucha frescura”, asegura.
La pasión con la que Dal- ton desarrolla su trabajo his- triónico se deja sentir hasta en su charla. Esto, en parte, gracias a la buena trayectoria que Tony ha podido desarro- llar en las pantallas grande y chica. Tras ese trancazo de nombre Matando cabos, los proyectos no dejaron de llegar a sus manos y uno de los más importantes fue la serie Los si- muladores, estrenada en 2008, en un tiempo en el que este formato no se acostumbraba a consumir entre la audiencia mexicana. “Que se empezaran a hacer series y no telenovelas, fue un paso importante, un parteaguas. Marcó un cambio en la televisión y, como toda transformación, fue un proce- so muy sano, porque impac- ta directamente la cultura; se trata de una manera nueva de expresarse”, acota al margen.
Con un nombre ya esta- blecido en la industria, la tra- yectoria de Dalton comenzó a deambular entre grandes proyectos para cine —como El infierno (2010), La dictadu-
ra perfecta (2015) y Las hijas de Abril (2017) —. Pero fue en la televisión donde encontró su principal escaparate para demostrar de lo que estaba hecho: en 2008, lo vimos en Capadocia; 2015 trajo consigo el serial Dueños del paraíso, participó en algunos capítulos de la aclamada Sense8 y para 2013, se embarcó en Sr. Ávila, un protagónico que le abrió las puertas a la internaciona- lización. “Me costó muchísimo trabajo llegar a donde me en- cuentro ahora. Llevo muchos años en esto. Empecé como mesero en Nueva York, así que me siento muy afortunado de todo lo que ha pasado”, me responde cuando pongo sobre la mesa el tema de Better Call Saul, el spin-off de la que es considerada la mejor serie de todos los tiempos, Breaking
Bad, y en el que Tony da vida a Lalo. “No sé si Breaking Bad sea la más destacada de la historia, pero, definitivamente, sí está dentro del Top 5”, argumenta contundente. “Trabajar en este proyecto ha sido un lujo. Estás sentado con los grandes”.
Formar parte de Better Call Saul le ha permitido tener un panorama más amplio sobre el hacer televisivo, aunque asegura que “mucha gente quiere desarrollar en México las series como las hacen los gringos y eso es un error, porque cada cultura tiene maneras diferentes de ver sus historias. Para nosotros, las tele- novelas fueron la única forma de hacerlo durante 50 años. Y está bien… La familia Peluche está bien. Amores perros está bien. Hay público para todo. No hay por qué estar criticando a todos desde un lugar en el que, según tú, eres mejor que los otros”.
Para 2020, Tony Dalton tiene dos proyectos para la panta- lla grande. Uno es Ni tuyo, ni mía, “una película pequeña sobre amores y desamores. Una especie de comedia romántica para adultos”, como él mismo la define. El otro es una cinta en la que se pondrá a las órdenes de Carlos Cuarón y donde compartirá créditos con Miguel Rodarte, Manolo Cardona y Stephanie Cayo. “No puedo decir mucho, pero es un drama sobre cuatro dentis- tas que se conocen desde hace mucho tiempo y empiezan a salir sus realidades entre ellos. Me gusta este tipo de cine porque es un poco más profundo, en lugar de ser story driven es character driven”, revela en exclusiva. “En ocasiones, la gente piensa que sólo en Estados Unidos se ha- cen buenas cosas, pero yo he participado en grandes pro- yectos aquí en México, como La dictadura perfecta, Los si- muladores y Matando cabos”. Y volviendo a esta película, antes de despedirnos, me comparte una anécdota: “El chiste del pinche bizco se me ocurrió cuando estábamos fil- mado. Ya estaba la secuencia de la persecución, sin embar- go, dije que tenía que haber una razón de mayor peso para que esto ocurriera. Entonces, me vino a la mente esa línea. Llegué al set y les dije que lo leyeran. Les gustó y mandaron a una segunda unidad a hacer las tomas del bizco de niño. Creo que es de lo que la gente se acuerda más (risas). Se que- dó para siempre”.