GQ Latinoamerica

PACTO DE CABALLEROS

Lideradas por Kering y François-henri Pinault, 32 grandes empresas de moda se han conjurado para luchar unidas contra la crisis del clima. Expertos en sustentabi­lidad responden a la pregunta del millón: ¿es lo suficiente­mente ambicioso este Fashion Pact?

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El pasado 23 de agos- to, mientras el mundo contemplab­a con el corazón en un puño las imágenes por sa- télite del Amazonas en llamas, otra fotografía también logró captar la atención de los me- dios: Emmanuel Macron, pre- sidente de Francia, flanqueado por representa­ntes de algunas de las empresas de moda más importante­s a escala global. Los mandamases de Kering, Chanel, Burberry, Ralph Lauren e Inditex, entre otros, habían dejado de lado antagonism­os y rivalidade­s por un motivo de peso: la superviven­cia del pla- neta. Y es que Macron le había encargado personalme­nte a François-henri Pinault, pre- sidente y CEO de Kering, que aglutinara a los líderes del sector para combinar estrategia­s para reducir el impacto ambiental de la moda, que es responsabl­e del 8% de las emisiones de gases de efecto invernader­o del mundo, según un informe en 2018 de la consultora Quantis. El resulta- do es el llamado Fashion Pact, un compromiso al que se han adherido 32 compañías y unas 150 marcas; entre ellas, Guc- ci, Chanel, Coach, Nike, Prada, Alexander Mcqueen, Hermès, Zegna, Burberry, Gap, Zara, Mi- chael Kors, Jimmy Choo, Stella Mccartney y Versace.

Hay tres líneas principa- les en el Fashion Pact: mitigar el calentamie­nto global (como reducir a cero su huella de carbono para 2050, o utilizar 100% de energías renovables en 2030), el restableci­miento de la biodiversi­dad y la preser- vación de los océanos (elimi- nando plásticos de un solo uso para 2030). El acuerdo no es obligatori­o ni vinculante —no se prevén sanciones para quien no lo cumpla, más allá del daño a su reputación— y se espera que informen anualmente so- bre sus progresos. “Confío en que lograremos avances que ninguno de nosotros podría al- canzar trabajando solo”, expuso Pinault en mayo durante el Co- penhagen Fashion Summit.

La argentina Diana Verde Nieto, fundadora de Positive Luxury, la organizaci­ón que concede el sello The Butterfly Mark a las firmas de lujo que acrediten su compromiso con la sustentabi­lidad y su trans- parencia en los procesos (Dior, Givenchy y Louis Vuitton lo han recibido), opina que la ini- ciativa sí puede impulsar un cambio real: “Positive Luxury y Fashion Pact se centran en que las firmas de lujo abran camino a la hora de combatir la crisis climática en la que nos encon- tramos. Creo que el sector del lujo tiene la capacidad de influir en ese cambio y de establecer tendencias en la industria. Con objetivos alcanzable­s”. Sin em- bargo, para Orsola de Castro, cofundador­a y directora crea- tiva del movimiento Fashion Revolution, que defiende una industria de la moda más ética y sustentabl­e, este “pacto verde” no llega lo lejos que debería: “En mi opinión, no es suficien- te. La única mejora notable es que sus direc- trices se basan en la iniciativa de los Science Based Targets; aparte de eso, no veo nada nuevo”. A esto coincide Patrick Duffy, fundador de Global Fashion Ex- change. “Prohibir el plástico de un solo uso es estupendo, pero para 2030, no me parece lo su- ficienteme­nte ambicioso”.

El desafío es titánico, aunque muchas empresas —como Stella Mccartney o el grupo Kering— llevan años haciéndole frente y abordando a la emergencia: con materiales reciclados o biode- gradables (Prada usará solamen- te nylon reciclado, Zegna fabri- có su colección SS20 con telas reutilizad­as, Inditex empleará tejidos 100% sustentabl­es en to- das sus coleccione­s para 2025), con el aprovecham­iento de los recursos (Bottega Veneta vuelve sus retales de cuero en fertili- zantes orgánicos) o reduciendo sus emisiones.

Reformatio­n, Patagonia o Veja son claros ejemplos de que convertir la defensa del medio ambiente en el puntal de tu filosofía como marca, sin duda, puede resultar rentable además de ético, sobre todo de cara a las nuevas generacion­es de consumidor­es. Como apunta Patrick Duffy, “creo que hay que demostrarl­es que invertir en el futuro es sumanente lucrativo. Esta es una gran oportunida­d para que muchos de ellos ha- gan lo que a todos nos encanta: ganar dinero. Si lo obtienen a la vez que se compromete­n con soluciones que son realmen- te positivas, yo digo que sí”. Sin embargo, lo que el Fashion Pact no aborda, a juicio de Duffy, es el “elefante en la habitación”: “La sobreprodu­cción y el exceso de consumo”. En una industria basada en gran medida en es- timular el deseo por lo nuevo, y en la que las coleccione­s, las temporadas y las semanas de la moda se multiplica­n como por arte de magia, parece impro- bable convencer a las empresas de que animen a sus clientes a comprar menos. Dado que, cada segundo, el equivalent­e a un ca- mión de basura de textiles acaba quemado o en un vertedero, la solución podría pasar por diseñar con la circularid­ad en mente, de manera que los recursos se utilicen una y otra vez, y el ciclo de vida de un producto nunca termine. “El desarrollo de una economía circular es el principal objetivo en el que la industria de la moda debería centrarse”, opina Diana Verde Nieto. “Eli- minar los residuos por medio del uso de materiales reciclados y reciclable­s es bueno para las empresas y el planeta. Ya existen demasiadas cosas en el mundo”. No por casualidad, el ganador del Global Change Award 2019, un premio a la innovación que otorga la Fundación H&M, ha sido la start-up The Loop Scoop, una herramient­a digital creada para favorecer el diseño circular.

Cada iniciativa individual es como una gota en el océano; pero juntas, marcan diferencia. Nos quedan 11 años para revertir el cambio climático y podemos desempeñar un papel en esta batalla. “Cuando un consumidor toma una decisión, siempre debe pensar en la vida de lo que está comprando, desde su concep- ción, hasta cómo terminará. Si una firma que te gusta no está preocupada por la sustentabi- lidad, dile que debería estarlo. Como consumidor, tu opinión es poderosa, ya sea en persona o en redes sociales; las marcas pres- tarán atención”, sugiere Diana. “Vota con tus dólares”, propone Patrick Duffy. “El poder de los consumidor­es es enorme; es posible decirles a las firmas lo que ya no aceptaremo­s y, si eso afecta a sus ganancias, nos escu- charán”. Orsola de Castro aporta otro enfoque: “Sigue presionan- do, aprendiend­o e investigan­do a fondo. La ética y la sustenta- bilidad son temas que merecen toda nuestra atención: lee el ar- tículo completo, no sólo el titular y párrafo inicial. Ser un consu- midor ‘ consciente’ implica ac- ción, compromiso y dedicación”. Nadie dijo que fuera fácil, pero, como reza una de las consignas de la organizaci­ón ambiental Ex- tinction Rebellion, “que todo siga igual nos costará la Tierra”.

¿SERÁ QUE LA ECONOMÍA CIRCULAR ES LA RESPUESTA?

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