GQ Latinoamerica

ANDRÉ ACIMAN Y EL ENIGMA DEL DESEO

Nos reunimos con el escritor en su departamen­to de Nueva York para hablar de sus más recientes novelas: Variacione­s Enigma y Find Me, la esperada secuela de Llámame por tu nombre.

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El

apartament­o con maravillos­as vistas a Cen- tral Park está decorado con pinturas abstractas, paisajes románicos y tapetes egipcios. Es ele- gante, abierto, luminoso y cargado de historia. Como su dueño, que desde niño escribía poesía y que, como los personajes de sus libros, está conformado por diferentes tangentes. “Siem- pre he sentido que no pertenezco al lugar en el que estoy. Ni a Egipto ni a Roma ni a Nueva York. Siempre escribí en un lenguaje que no me pertenecía (inglés) y eso me hizo creer que no merecía escribir, pero, al mismo tiempo, escribir es lo único estable en mi vida”. De ahí la fasci- nación de André Aciman con protagonis­tas inse- guros que no tienen un centro o un balance. “Me atraen quienes aparentan estar muy satisfecho­s consigo mismos. Mis personajes femeninos son fuertes, con una energía casi masculina. Pero mis narradores son lo contrario”, acepta.

Así, Paolo, de Variacione­s Enigma —una de las más recientes novelas del autor—, desea con locura y fuerza inquebrant­able, aunque no tiene claro qué persigue ni de qué carece y, por eso, va probando distintas relaciones, con hombres y mujeres: “No sabe quién es, pero nosotros tam- poco sabemos, ni queremos saberlo”, reflexiona el doctor en Literatura de 68 años. “Con el de- seo, viene la promesa de intimidad, pero Paolo tampoco sabe cómo crearla; casi nunca se logra porque nos da miedo. Nuestra vida es un enig- ma, no entendemos quiénes somos, qué quere- mos, ni qué somos capaces de hacer”, confiesa.

Desde Llámame por tu nombre (2007), nos adentramos a la filosofía existencia­lista del escri- tor y lo cierto es que al leer su novela, es inevi- table recordar a la pareja principal de su primer libro —Elio y Oliver—, en los personajes de la segunda –Paolo y Nanni–, así como la relación que los protagonis­tas tienen con su padre y la relevancia que ésta ejerce en la búsqueda de su identidad. “Cuando tenía ocho años, me obsesio- né con alguien de 18”, confiesa el autor originario de Alejandría, Egipto. “A esa edad, por supuesto, lo único que quería era ser su amigo. Él tenía la misma personalid­ad que Nanni y Oliver: fuerte, seguro de sí mismo. Esos recuerdos los quise ex- plorar con estos personajes, aunque Variacione­s Enigma es una historia más edípica”.

La fuerza de esas memorias continúa en Find Me, la esperada secuela de Call Me by Your Name, la cual se publicó el pasado mes en inglés y con la cual Aciman espera haber encontrado un cierre. “Escribimos porque al poner nuestros pensamient­os en papel, ya no tenemos que pen- sar más en eso. Nuestro primer amor crea una cicatriz que, nos guste o no, marca todas nues- tras siguientes relaciones. No importa cuántas parejas tengamos, la fórmula que aprendimos se va a repetir. Por eso, aunque ya terminé con es- tas historias, sé que la temática va a reaparecer. El deseo es de lo único que quiero escribir. Si no hay deseo, no hay vida”, afirma. Ese impulso es retratado con maestría y elegancia pocas veces vistas en novelas eróticas. Aciman es experto en encontrar lo sensual en lugares comunes y eri- zar la piel del lector con sólo una descripció­n: “Si lo quieres ver (el erotismo), lo encuentras”, dice André al respecto.

Tanto en Find Me como en Variacione­s Enig- ma, los personajes ingenuamen­te regresan a su pasado, creyendo que pueden curar su hambre de vida, pero según su creador, esto es imposi- ble porque “es como si hubiéramos roto algo y quisiéramo­s volver al punto donde lo rompimos para ver si podemos repararlo. Más bien, te das cuenta de que no has avanzado gran cosa y que no eres más listo que en ese entonces. Lo que está roto de ti, sigue roto”.

Leer a Aciman es respirar lo que escribe, sumergirte en un mundo de emociones inexpli- cables y, al mismo tiempo, creer entenderla­s. Al hablar con él, el tiempo se detiene por estar en presencia de un alma vieja con espíritu inocente. Y él mismo lo acepta: “La vida per se es contra- dictoria, nunca tiene sentido. Nunca cambiamos nuestra esencia, seguimos siendo niños”.

“Cuando tenía ocho años, me obsesioné con alguien de 18. Él tenía la misma personalid­ad que Nanni y Oliver: fuerte, seguro de sí mismo. Esos recuerdos los quise explorar con estos personajes”.

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