UNA VENTANA AL FUTURO
El talento argentino es hoy una marca registrada en el mundo. El rubro de tecnología y sistemas es uno de los ejemplos que refuerzan esta afirmación, considerando que el país presenta entre su universo de empresas a cuatro unicornios y que todos tienen su origen en el sector IT. Fundadas hace más de una década, las cuatro lideran un proceso de creación de valor que se plasma en una matriz de empresas que se multiplica en el segmento que más impulsa la innovación del siglo 21. Sin embargo, no hay datos fidedignos y abarcativos que permitan hacer una radiografía exhaustiva de cuánto es el aporte que genera este rubro a una economía y una sociedad que luchan por reconectarse con el futuro. La calidad de los productos y el nivel de innovación que irradia el segmento tech a escala global, pero también la escasez que evidencia la guerra por el talento local, indican que queda aún mucho para ganar en ese sentido. Con la Ley de Emprendedores, que por estos días celebra su primer aniversario, y los cambios en materia tributaria y laboral que comienzan a traccionar, es de esperar que los resultados estén por llegar. Sorprende, sin embargo, que entre estos avances poco y nada se escuche sobre una herramienta que tanto impulso generó en otros centros de innovación: la participación del personal en el éxito —o fracaso— de la empresa desde una perspectiva financiera. En la antesala de la Ley de Mercado de Capitales, que al cierre de esta edición estaba por concluir su largo recorrido de aprobación, nos propusimos investigar cuánto valor permitirían crear estos instrumentos —que no se agotan en opciones de acciones ni participaciones— en un sector que debe competir a escala global pero, hoy, solo puede valerse de herramientas del siglo pasado. Las revelaciones que presenta tanto nuestra nota de tapa como los especiales que incluye esta edición muestran que un cambio radical está mucho más cerca de lo pensado para dar un salto de calidad hacia el futuro. Hasta el próximo número.