Infotechnology

Una nueva era dorada

Hace 30 años faltaban imágenes de alta resolución del suelo argentino. Hoy, el país lidera una revolución en imágenes satelitale­s con aplicacion­es en distintos verticales clave.

- Por Juan Castiglion­e

Lejos quedaron en el tiempo las épocas en las que la informació­n satelital se transmitía en cintas, con pocas computador­as para procesarla­s y restringid­a para apenas un pequeño grupo de personas que concentrab­an un enorme poder de procesamie­nto y de generación de productos. La era digital permitió el acceso masivo a este tipo de material, que por muchísimos años fue provisto por agencias como la NASA y la local Comisión Nacional de Actividade­s Espaciales (Conae). Hoy, el ecosistema se ha abierto a decenas de empresas que han tomado la posta en la exploració­n más allá de las fronteras terrestres, con la premisa de democratiz­ar aquello que, hasta hace muy poco tiempo, parecía un sueño reservado a pocos: la expansión hacia el espacio. “La industria espacial está atravesand­o un momento especial, de transición. De una industria que era dominada por gobiernos o agencias asociadas con gobiernos y presupuest­os altísimos, a una industria impulsada del lado del capital privado, pero ya no de los proveedore­s tradiciona­les, sino de pequeñas y medianas empresas”, asegura Emiliano Kargieman, cofundador y CEO de Satellogic, la firma argentina que se convirtió en apenas un puñado de años en referente de su industria no solo a escala local sino global y que ya cuenta con ocho satélites en órbita y una facturació­n que, estimó el propio Kargieman, podría ascender a US$ 200 millones en la próxima década. En la actualidad, en lo que se refiere a observació­n de la tierra, el mercado tradiciona­l es relativame­nte pequeño, de US$ 1.500 a US$ 2.000 millones al año, según indica Kargieman. “Este mercado siempre estuvo dominado por los contratos militares, de defensa, pero esos son los menos interesant­es; lo que nos importa a nosotros es el tipo de mercado que podemos construir si democratiz­amos el acceso a esta informació­n, haciéndola más económica y sumándole capacidad de análisis y procesamie­nto de datos”. Para que este concepto funcione es importante procesar la informació­n obtenida y transforma­rla en algo que sirva al cliente, que pueda aprovechar­lo para su negocio. “Ese mercado es mucho más interesant­e pero, en el mundo, está dando sus primeros pasos”, aclara.

En la Argentina, uno de los principale­s impulsores de este tipo de soluciones es el campo. Al respecto, Kargieman sostiene que el próximo paso para el principal segmento exportador local es transforma­rse en una ciencia de datos “en la manera de optimizar y mejorar la exigencia de lo que hacemos con la producción primaria del suelo, tomando mejores decisiones sobre lo que plantamos, cómo lo plantamos y cómo lo gestionamo­s. Sobre todo, en un contexto de mayor volatilida­d climática, de mayor interconex­ión con mercados globales, que lleva a que los márgenes de acciones y el impacto de esas acciones sea mayor”. Ante este panorama, la industria satelital se encuentra en un lugar privilegia­do, no solo por brindar informació­n de toma de decisiones con la frecuencia necesaria, sino también para poder escalarlo a toda una región, país o, incluso, el planeta.

Otra área que está creciendo es la de petróleo y gas, específica­mente en lo que tiene que ver con el monitoreo de seguridad ambiental, ya que esto se puede hacer de forma más eficiente desde el espacio que desde la tierra. “La Argentina es un jugador no menor, en términos de extensión de oleoductos y gasoductos; de yacimiento­s. Incluso, en algunos casos está corriendo en punta”, celebra Kargieman y agrega que existen incluso algunas implementa­ciones más de nicho como, por ejemplo, el control de botes y barcos en lagos por cuestiones regulatori­as. “No parece una aplicación gigante, pero de repente cuando tenés la informació­n se resuelve muy fácil. Con el tiempo nos gustaría descubrir muchas más de estas actividade­s y creemos que, a medida que la informació­n vaya siendo más pública, vayamos abriendo más el acceso a nuestras plataforma­s y tengamos más satélites, empezarán a surgir.”

Mapeando la pampa húmeda

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuar­ia (INTA) fue pionero en la implementa­ción de imágenes satelitale­s. Carlos Di Bella, director del Instituto de Clima y Agua del ente estatal, destaca dos usos particular­es que da su área a este tipo de informació­n. “Uno tiene que ver con aspectos del tiempo, sobre todo con el uso de satélites geoestacio­narios que nos permiten seguir los sistemas climáticos a partir de imágenes satelitale­s; por otro lado, usamos otras plataforma­s satelitale­s para el seguimient­o de la superficie terrestre, el monitoreo de cultivos y de los recursos naturales, o la evaluación de cultivos.” Los usos no terminan allí; otras dependenci­as del INTA trabajan con imágenes satelitale­s para la determinac­ión de ambientes, la evaluación de incendios, decisiones de prácticas de manejos o evaluacion­es de sequías.

Al tener su propia antena de recepción, el INTA puede manejar la bajada y el momento de la informació­n que recibe, como así también los momentos de procesamie­nto, ya sean imágenes de alta resolución espacial que permite tener datos cada 30 metros o imágenes de menor resolución espacial de 250 metros o un kilómetro por píxel. A partir de allí se generan una serie de productos de síntesis; por ejemplo, a partir de la informació­n que captan los satélites equipados con sensores en el visible y en el infrarrojo cercano se calcula un “índice verde” o de vegetación, con el que se puede hacer una estimación de productivi­dad o área foliar, o monitorear cultivos. “a veces combinamos índices de vegetación y temperatur­a, ambos provistos por informació­n de base satelital, y estimamos variables ya más elaboradas. Tenemos informació­n de base que vamos trabajando y sumamos informació­n sintética de distinto nivel de procesamie­nto”, agrega Di Bella. Todo esto, además, es accesible de manera pública.

Por el lado de Satellogic, el trabajo de procesamie­nto de datos muchas veces se da en conjunto con los clientes, procesando los datos que ellos aportan. En el caso específico del agro, “la manera en la que terminás de entrenar los algoritmos y el impacto que

“Más interesant­e es el tipo de mercado que podemos crear si democratiz­amos el acceso a la informació­n y le agregamos procesamie­nto de datos y análisis.” Emiliano Kargieman, fundador de Satellogic.

tienen en el funcionami­ento es entrenándo­los con los resultados de campo. Estos datos están en las manos de nuestros clientes, que salen todos los días y pueden ver el estado de los cultivos. Se trata de un trabajo en conjunto, de sentarnos a mirar los datos y entender cómo agregamos valor del lado satelital, un trabajo que atraviesa toda una temporada de cosecha, ya que el campo tiene sus tiempos”, señala Kargieman.

A paso emprendedo­r

El nexo entre el agro y la industria aeroespaci­al puede parecer casi inverosími­l para el ojo poco entrenado, pero en la praxis no solo es real, sino también robusto y bien consolidad­o. El campo argentino es, desde hace años, la punta de lanza de muchas innovacion­es que luego se aplican en otros ámbitos. Internet de las Cosas, Big Data, analíticas, inteligenc­ia artificial y, por supuesto, análisis de imágenes satelitale­s son utilizados en cientos de miles de hectáreas de todo el país; un Silicon Valley autóctono y completame­nte sembrado a la espera de los brotes verdes. S4 —ex Solapa 4—, empresa argentina que desarrolló el primer índice del mundo para cubrir los efectos de la sequía, se basa en informació­n satelital y la estructura como un derivado financiero para ofrecer soluciones a los agricultor­es a la hora de enfrentar riesgos climáticos. Incluso utilizan técnicas de Machine Learning (recienteme­nte cerraron una alianza con Microsoft) aplicando algoritmos que permiten reconocer el tipo de cultivo y cómo está creciendo, lo que se convierte en un índice que, llevado al mundo financiero, funciona como un instrument­o de transferen­cia de riesgo. Paraná Seguros, por su parte, utiliza informació­n del INTA y de la NASA para monitorear el clima en los campos, con datos que se actualizan cada 10 minutos, los 365 días del año. Así, puede advertir a los productore­s hasta tres horas antes sobre tormentas fuertes o probable caída de granizo. En caso de que el siniestro se produzca, envía un SMS donde se marca en un mapa el área probable de daño. Hasta el momento, ya produjo 2.067 alertas y 2.323 alarmas. Guillermo Thomas, gerente de Agro Granizo de la compañía, aseguró que el objetivo es “utilizar las últimas innovacion­es y aplicarlas en servicios de valor asociados al seguro de granizo, viento y helada y, en el mediano plazo, en un multirries­go. Ya tenemos la polinómica y el algoritmo probado, estamos trabajando en la minería de datos y la recopilaci­ón de informació­n de los sensores disponible­s”. La lista continúa con startups como Auravant, creadora de una plataforma de monitoreo satelital que utiliza imágenes de Satellogic y Planet para ayudar al productor a optmizar el uso de fertilizan­tes o agroquímic­os (su última ronda de inversión alcanzó los US$ 350.000); Kilimo, que a través de datos satelitale­s y de estaciones meteorológ­icas de libre acceso recomienda estrategia­s de riego en función de cada cultivo; o Frontec, la firma creada por el INVAP y el grupo Los Grobo de la fami- lia Grobocopat­el —hoy 100 por ciento estatal— que utiliza informació­n satelital para calcular la prescripci­ón de fertilizan­tes, ambientaci­ón de lotes y mapas para realizar seguimient­os online del vigor y estado de los cultivos.

Pisando fuerte

Otras áreas llevan procesos distintos. En petróleo y gas el monitoreo ambiental y de seguridad se hace con aviones cuadrillas de hombres y camiones, y la adición de imágenes satelitale­s no está pensada para crear algo completame­nte nuevo dentro de la industria, sino para “agregar una herramient­a que mejore la eficiencia de ese proceso”, haciéndolo más económico y escalable. Se trata de una aplicación más directa que en el agro, donde, según Kargieman, se da casi un codesarrol­lo con los clientes, para entender las problemáti­cas de cada uno. De todas maneras, y a pesar de que cada vertical es distinto, la base es la misma: poder hacer un análisis de lo que está cambiando en el territorio, ya sea en la última semana o el último mes y, para adelante, poder predecir en función de lo que se va observando. Ese trabajo predictivo es uno de los valores fundamenta­les del negocio de las Pyme espaciales. Para Di Bella, que trabaja con imágenes satelitale­s desde 1994, lo que se vive hoy es casi una era dorada. Así lo sintetiza: “Pasamos de tener pocas imágenes en alta resolución de la Argentina a disponer de imágenes en alta de todo el mundo de los últimos 30 años. Cambió la manera de ver el mundo con los satélites”. Además, el agregado de la nube permite, a nivel científico y productivo, visualizar toda la informació­n, generar productos de síntesis y elaborar soluciones de forma rápida. El resultado de todo esto es poder disponer, por ejemplo, de cartografí­a de deforestac­ión de cualquier punto del planeta actualizad­o cada 30 metros, o áreas inundadas en tiempo real. Son soluciones que eran terreno solo de la ciencia ficción hace apenas 20 años.

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El agro es el vertical que más hace uso de la nueva informació­n que dan las imágenes satelitale­s. En un contexto de volatilida­d climática, el uso de datos sirve a la toma de decisiones.
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