Liberen a la bici
En China apareció un nuevo modelo de negocios que facilitó el desembarco de las bicis compartidas en nuevas ciudades, al eliminar donde estacionarlas de la ecuación. Así están conquistando las calles y los bolsillos de los inversores. Parte del éxito comercial de Uber se debe a su forma de desembarcar en nuevas ciudades sin pedir permiso. Ahora, otra clase de emprendimientos en materia de transporte están ganando tracción gracias a una nueva forma de operar, más flexible, libre y de base tecnológica: los servicios de bike-sharing. Playeras, de montaña, plegables, eléctricas, personales o compartidas, las bicicletas están reconquistando las calles de ciudades de todo el planeta. Ahora, un nuevo modelo de negocio proveniente de Asia les dio el impulso necesario para conquistar no solo nuevas rutas, sino también a los inversores. Hasta hace algunos años, la mayoría operaban como hoy lo hacen las ecobicis de la Ciudad de Buenos Aires, con una red de estaciones a las cuales los usuarios pue-
den acercarse y retirar una bici. Este tiene sus desventajas: su construcción obliga a las empresas a negociar no solo con los inversores para financiar la colocación de bicicleteros, sino también con cada ciudad en la que quieran operar porque necesitan a su disposición un espacio para instalarlos. En 2015 apareció una nueva forma de pedalear el negocio. En China inventaron un modelo basado en el “bicicletas libres”, sin estaciones. El desarrollo de tecnología IOT permitió crear bicicletas conectadas que no requieren de una estación para engancharse a los servidores de la empresa, facturarle al cliente, ni bloquearse cuando éste deja de usarlas. Surgió a partir de la combinación de avances en materia de pagos móviles — impulsados por la adopción de códigos QR, que en 2016 alcanzaron los US$ 5,5 billones anuales en China, según un relevamiento de la consultora Analysys—, IOT y tecnología de geolocalización. Hoy, cualquier persona que pasee por Pekín puede encontrar bicicletas de Mobike, o su competidor Ofo, estacionadas en la vereda y destrabar una pagando con su celular. Cuando termina de usarla, no tiene que acercarse a un punto en particular, simplemente la vuelve a dejar en la calle, para que la use el próximo. Así, con las estaciones fuera de la ecuación, las compañías pueden desembarcar en una ciudad simplemente dejando bicicletas en la calle. Ya no tienen que pedir permiso para entrar, a lo sumo deberán pedir perdón por las molestias ocasionadas.
A pesar de su efectividad, el nuevo modelo no llegó sin hacer ruido. Las bicicletas tomaron a los peatones por sorpresa. Como pueden ser estacionadas en cualquier lugar, la falta de disciplina o “buenos modales” hizo que colmaran veredas, parques y estacionamientos por igual. Es por esto que, a pesar de las facilidades del modelo, las compañías aún deben llegar a acuerdos con los gobiernos. No sea cosa que un regulador disconforme decida levantar todas las bicicletas y ponerle fin a las operaciones de la empresa. A diferencia de los autos, que siempre están cuidados por sus con-
ductores, las bicicletas son livianas y están indefensas ante cualquier acto de regulación o vandalismo. Esto es un problema cuando la principal preocupación para las compañías es no perder bicicletas. Wukong Bike, una startup china, tuvo que cerrar en 2017 tras perder el 90 por ciento de sus bicis. Pero estos nuevos servicios de transporte están captando la atención de más y más inversores. Según los datos publicados por la consultora Cbinsights, en 2013 solo se invirtieron US$ 30 millones en startups de bicicletas compartidas, mientras que el año pasado esa cifra llegó a los US$ 2.800 millones, casi 100 veces más. Ya hay empresas, como la china Mobike, que levantaron más de US$ 900 millones de grupos entre los cuales se encuentran Tencent Holding y Sequoia Capitals, pero también están comenzando a aparecer nuevas startups occidentales que quieren una parte del negocio. Compañías como Limebike y Jump, la startup de bicicletas adquirida por Uber, son algunos de los competidores estadounidenses. En parte, los inversores se involucraron porque el sector respondió algunas de las preguntas fundamentales. Hoy, estas startups ya saben cómo entrar a nuevos mercados, aprendieron a crear bicis conectadas y, lo más importante, cuánto cobrar por el servicio —Limebike cobra US$ 1 el viaje y en China ronda los US$ 0,30—. Esto desencadenó una competencia
feroz, similar a lo que pasó con Uber y el centenar de empresas que querían una parte del negocio de los viajes compartidos hasta que la agresiva estrategia de acumular inversiones de la némesis de los taxistas los posicionó a la cabeza del segmento. En el caso del bike-sharing, parece ir hacia un mismo lugar y podría consolidarse en un único líder de mercado. A su vez, las empresas están apostando a las bicis para ingresar con “onda verde” a aquellas ciudades con las cuales sus relaciones no son las mejores. La pata ecológica del negocio de las bicicletas es en parte la razón por la cual la estadounidense Jump llegó a Europa en junio. Los medios de transporte están atravesando importantes cambios impulsados por la tecnología. Así están cambiando los aviones, los autos, ahora las bicicletas y podrían venir más desarrollos enfocados en otros vehículos. Quizás, mañana sea la hora de los monopatines.