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Cada vez más presidentes del mundo utilizan la red social creada por @Jack para manejar la diplomacia –o falta de ella—en sus países. Los casos más controversiales, más allá de Donald Trump.
Yo tuiteo, tú tuiteas, Trump tuitea. Yo lo hago para comunicar noticias, tú lo haces para entretenerte, él lo hace para construir muros, sancionar a otros países y censurar a la prensa… entre tantas otras cosas, porque el presidente del Estado más poderoso usa Twitter para vivir. Su ubicuidad le permite expresarle al mundo sus certezas, a menudo en forma de exabruptos, con una gran ventaja: lo hace a cualquier hora, cuando él precisa. Y esa falta de límite, aunque solo sea temporal, comulga con la personalidad del jefe de Estado. Aun así, el máximo de los 140 caracteres, primero, 280, después, es la extensión exacta para su estilo discursivo, que prefiere la propaganda breve y unívoca con eslóganes como “America First” —cabe en 15— y “Make America Great Again” —en 22—. La extensión no le impide poner plena intención cuando se refiere a líderes y famosos que menosprecia. “El hombrecito cohete”, en alusión al líder norcoreano Kim Jong-un, fue uno de sus favoritos. A la actriz porno Stormy Daniels la calificó de “cara de caballo”. Pero Trump no solo se expresa como un niño que pelea en el recreo de la escuela. También usa Twitter para amenazar a otros países. Respecto de su anhelado muro en la frontera con México, tuiteó que “deben detener la gran cantidad de drogas y de gente que fluye, o voy a detener su flujo de efectivo que es el TLCAN. ¡Necesitamos la pared!”.
Al presidente iraní, Hasan Rohani, le escribió en mayúsculas, muy enojado: “Nunca más vuelvas a amenazar a los Estados Unidos nuevamente o sufrirás consecuencias que muy pocos han sufrido a lo largo de la historia”. En todo caso, Twitter es su principal canal de comunicación política. “Principal” porque lo usa a toda hora, incluso en reemplazo de los tradicionales canales diplomáticos. Incluso, le permite eludir las conferencias de prensa. Y, además, le facilita la generación de intrigas y rumores sin pagar el costo de afrontar demandas legales. Es el canal de comunicación que mejor se adapta a su estilo: le permite decir todo lo que piensa con llegada instantánea a un público variopinto en edad, raza y creencias. Sin “el filtro” de Instagram y sin la elaboración de texto+imagen de Facebook. Y sin darle margen a sus opositores: si no quiere que se expresen, los borra.