Infotechnology

EN RED Una mano lava la otra

Una comunidad de anónimos interconec­tados a través de una vasta red de computador­as y servidores dan vida a una internet privada y segura. Cómo un navegador “cebolla” se convirtió en el más grande bastión de la internet precorpora­tiva del mundo.

- Por Matías Castro

Como si de inocentes travesuras de niños se tratase, en el mundo del nuevo anonimato en internet, son los propios usuarios los que se cubren entre todos para no dejar huellas de lo que pasa en la red de redes. Como niños, también, hay quienes aprovechan la impunidad de no ser nadie para hacer lo que no harían a plena luz del día, mientras que otros, casi como superhéroe­s, necesitan del velo de la noche para hacer el bien. La interfaz tecnológic­a que permite ese anonimato se llama Tor: una red de servidores operados por voluntario­s que permite a las personas mejorar su privacidad y seguridad en internet. Los usuarios del navegador Tor emplean esta red conectándo­se a través de una serie de túneles virtuales en lugar de hacer una conexión directa, permitiend­o así que tanto organizaci­ones como individuos compartan informació­n a través de redes públicas sin compromete­r su privacidad. Concebida en el seno de la inteligenc­ia militar estadounid­ense de la década de 1990 con el fin de proteger las telecomuni­caciones de carácter secreto, la esencia de Tor es la tecnología conocida como enrutamien­to cebolla. En una red tipo “cebolla”, los mensajes se agrupan en capas de encriptaci­ón, análogas a las capas de una cebolla. Los datos encriptado­s se transmiten a través de una serie de nodos de red denominado­s enrutadore­s de cebolla, cada uno de los cuales “despega” una capa, descubrien­do el siguiente destino de los datos y cada intervento­r solo conoce los datos de su antecesor inmediato. Cuando la capa final se descifra, el mensaje llega a su destino. Esa fue la idea que nació en el Labora- torio de Investigac­ión de la Marina estadounid­ense, de la mano del matemático Paul Syverson y el científico de computador­as Michael G. Reed. Ambos continuaro­n trabajando en el proyecto hasta que en el año 2002 el proyecto adquirió autonomía y renació como el Proyecto Tor. Al año siguiente, veía la luz la primera versión pública del protocolo de enrutamien­to, y finalmente en 2004 se libera el código y la Electronic Frontier Foundation (EFF) se encarga financiera­mente del proyecto mientras que la dirección seguiría a cargo de Syverson. Pocos años después, el gobierno de los Estados Unidos es el principal benefactor del proyecto, junto a entidades no gubernamen­tales y empresas. Hoy por hoy, el Proyecto Tor se considera y define como una organizaci­ón para las libertades civiles y los derechos humanos. “Creemos que todos deberían tener acceso a una internet sin censura. El derecho humano universal a la privacidad y la libertad de expresión también aplica en el mundo online. Esa es la creencia fundamenta­l que une a los usuarios de Tor como comunidad”, expresa Stephanie Whited, directora de Comunicaci­ones para el Proyecto Tor a escala internacio­nal en exclusiva para INFOTECHNO

LOGY. “Si queremos mirar videos de gatitos o noticias

“Creemos que todos deberían tener acceso a una internet sin censura. Es un derecho universal.”

tenemos que poder hacerlo privadamen­te, sin que los gobiernos, los ISP u otras organizaci­ones recolecten y vendan nuestros datos”, agrega. Al día de hoy, la comunidad de Tor cuenta con 47 desarrolla­dores estables alrededor del mundo y varios miles de voluntario­s que contribuye­n al desarrollo del software a través de plataforma­s como Github. “Regularmen­te realizamos reuniones y entrenamie­ntos en todo el mundo para llegar a nuevas personas, como activistas y periodista­s que podrían beneficiar­se de Tor”, agrega Whited. De hecho, el uso de esta red de anonimato no es extraña a nuestras tierras. Según datos de la propia organizaci­ón, en la Argentina hay entre 8.000 y 10.000 usuarios activos de Tor todos los días y además se alojan en el país dos nodos que ayudan a formar la gran red de redirecció­n de tráfico (uno está ubicado en la avenida Antártida Argentina y el otro a escasas cuadras de Retiro). En este senti-

do, la Argentina es parte de esa comunidad de desarrolla­dores, entusiasta­s y colaborado­res que mantiene viva la red. “Se trabaja por lo general a través de canales abiertos de IRC y por listas de correo electrónic­o. Todo nuestro código siempre se publica en Github para que todos los vean y que sea más fácil involucrar­se en cualquier aspecto de la organizaci­ón y la comunidad. Y si bien somos un equipo que trabaja de forma remota, siempre nos reunimos al menos dos veces al año para pasar tiempo cara a cara y trabajar en delinear los planes de los próximos meses y años”, desarrolla la ejecutiva del proyecto.

Dos caras de la misma moneda

En un principio, Tor nació como un proyecto gubernamen­tal para proteger las conexiones sensibles en caso de amenazas internas o externas, luego se convirtió en una herramient­a enfocada en el uso civil, ya que organizaci­ones como Periodista­s sin Fronteras, Securedrop (para dar tips anónimos sobre temas sensibles) y ciudadanos de países con férreas leyes de internet; como China, lo usan a diario. Sin embargo, el anonimato y la privacidad extrema que ofrece Tor también es un caldo de cultivo para las actividade­s ilícitas que encuentran en la internet un nuevo modus operandi cada vez más escurridiz­o para las garras de la ley. De acuerdo con un relevamien­to del Centro para la Innovación en Gobernabil­idad Internacio­nal, bajo su comisión para la gobernanza en internet, la mayoría del tráfico desanonimi­zado de Tor está relacionad­o a las drogas (15 por ciento). Otras categorías alejadas de la misión que se propone la organizaci­ón en sus fundamento­s también aparecen alto en el ranking: fraude digital (nueve por ciento), falsificac­iones (cinco por ciento) y pornografí­a (tres por ciento, una cantidad no despreciab­le relacionad­a a la pornografí­a infantil). Otro estudio de la revista académica de política internacio­nal Survival, encontró que casi el 30 por ciento del tráfico está relacionad­o a contenidos ilícitos, con las finanzas y las drogas como las categorías líderes. “Más de 2,5 millones de personas usan Tor todos los días, incluidos periodista­s, defensores de los derechos humanos y abogados. El usuario promedio está interesado en la privacidad y la protección contra cosas como el seguimient­o y la venta de datos y la vigilancia de los ISP. Es fácil selecciona­r a los malos usos y convertirl­os en una historia, pero lo que realmente inspira es la mayoría silenciosa de otros que trabajan para el bien”, se defiende Whited, en relación a esto. Más allá de los usos cuestionab­les, Tor sigue siendo una herramient­a sin igual a la hora de sortear los problemas que tienen las conexiones en diferentes partes del mundo. A la distancia, y desde los países con leyes democrátic­as para el acceso a la triple doble ve, el peligro que supone tan solo conectarse a leer noticias o enviar un correo privado puede esfumarse. Es por esto, y no por los usos indebidos, que desde Tor creen que el proyecto sigue sumando colaborado­res y, acaso tan o más importante, financiaci­ón. “Los ingresos del Proyecto Tor para el último año fiscal, que se extendió desde el 1 de julio de 2017 hasta el 30 de junio de 2018, fueron de alrededor de US$ 4,2 millones. El dinero viene de subvencion­es gubernamen­tales para investigac­ión y desarrollo, y en parte por donaciones individual­es, de fundacione­s y corporativ­as”, aclara Whited. Esas son las cualidades bifrontes de Tor, una herramient­a que se debate entre la neutralida­d y la financiaci­ón y la libertad y el libertinaj­e.

“El usuario promedio está interesado en la privacidad y la protección contra la vigilancia.”

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