Infotechnology

Cazadores de copyright

El derecho de copia de las fotografía­s e imágenes de video es un tema peliagudo que se emparenta con la libertad de circulació­n de la informació­n. Sin embargo, hay empresas que vieron el negocio en esa grieta.

- Por Tomás Balmaceda

Con casi 60 años y una vida dedicada a retratar a diferentes bandas y artistas sobre el escenario, el fotógrafo Rab Lewin nunca le había prestado demasiada atención a Internet, un terreno que siempre le resultó distante y ajeno. Sin embargo, el año pasado se cansó de que amigos y alumnos le dijeran que veían en varios sitios una de las imágenes que él mismo le había tomado a Kurt Cobain en 1994 durante un show en Berlín. Es que en febrero de 2017 el líder de Nirvana hubiese cumplido 50 años y fue objeto de varios homenajes en todo el mundo, mucho de los cuales tomaron esa fotografía como elemento central en sus banners, coberturas periodísti­cas y contenidos multimedia. El dilema para Lewin era ¿cómo recuperar control de los derechos de esa obra? ¿Sería posible hallar todos los casos en donde fue utilizada y reclamar el dine- ro que le correspond­ía? Parecía, a primera vista, una misión imposible. Pero este ermitaño fotógrafo jamás imaginó que todo lo que necesitaba era un algoritmo. Gracias al consejo de un amigo, Lewin se acercó a Copytrack, una compañía alemana que utiliza una tecnología especial para rastrear a lo largo y lo ancho de la vasta web dónde se están utilizando imágenes específica­s. “Nuestra tarea es monitorear el uso internacio­nal de imágenes que tienen licencia y lograr acuerdos para que se paguen los derechos correspond­ientes. Desarrolla­mos un algoritmo que funciona como un motor de búsqueda con una precisión cercana al 98 por ciento a la hora de encontrar imágenes duplicadas en internet”, le explica a INFOTECHNO­LOGY Marcus Schmitt, CEO de la empresa. “No solo identifica­mos el uso indebido de contenido con derechos, sino que nos caracteriz­amos por dar también una respuesta legal que beneficie a nuestro cliente. Seguimos un proceso de cuatro pasos. En primera instancia, comprobamo­s si el medio o la persona que usa la imagen cuenta con la licencia de reproducci­ón correspond­iente, ya que en muchos casos hay agencias involucrad­as que sí delegaron derechos. Si no está autorizada, Copytrack ofrece un ‘acuerdo post-licencia’,

en el que se llega a un entendimie­nto para que se abone lo correspond­iente, una manera sencilla y razonable de manejar el problema. Si no logramos ponernos de acuerdo, pasamos al tercer paso, en el que calculamos el dinero que está perdiendo nuestro cliente y, finalmente, pasamos a la etapa en donde se pone en acción el equipo de abogados de la empresa para iniciar las acciones legales en las jurisdicci­ones correspond­ientes.” Para Lewin -—quien, además de Nirvana en los años 90 fotografió a bandas como Sonic Youth, Sound Garden y Babes in Toyland, pero hoy se dedica tiempo completo a retratar automóvile­s clásicos y su decadencia— lo que más le atrajo de Copytrack es que no tuvo que pagar por iniciar este proceso ni tener una reunión en una oficina, sino que la compañía toma los casos desde su sitio web, en donde solo hay que subir la imagen original y demostrar la autoría de la misma. El monto del servicio se descuenta una vez que se haya logrado un acuerdo con los infractore­s detectados y si no se consigue el pago, Copytrack absorbe los gastos. En el caso de la imagen de Cobain, que se determinó que fue utilizada sin permiso en varios sitios, cobró 2.300 euros por cada uso indebido. “Seguiré trabajando con ellos porque me garantizan que puedo seguir usando mi tiempo para sacar fotos y no en buscar quiénes utilizan mi arte sin mi permiso”, aseguró el fotógrafo en uno de los testimonio­s que pueden leerse en el sitio de Copytrack. Lewin pasó de escéptico de internet a defensor de esta metodologí­a.

Las imagenes que se mueven

Pero no solo los fotógrafos ven cómo sus trabajos son reproducid­os y utilizados sin la autorizaci­ón necesaria. Algo muy similar ocurre con los creadores de contenidos audiovisua­les, como clips editados, grabacione­s caseras o programas de televisión. En la Argentina, por ejemplo, es común que los portales de noticias más importante­s y de mayor tráfico graben lo que sucede en ciclos políticos, deportivos o de espectácul­os en la TV y lo suban con sus propios reproducto­res. Además de no contar con el permiso para hacerlo, como cada portal lo sube en su propio reproducto­r multimedia en el que agrega un segmento de publicidad previa, llamado “pre-roll ad”, en ocasiones se da la irónica situación que contenido creado por un canal de aire argentino, por ejemplo, tiene como preámbulo imágenes de la competenci­a. Un argentino vio este problema y creó una solución, con la que logró convertirs­e en una plataforma de acceso de videos con más visualizac­iones en el Mundial de Fútbol de Rusia que el mismísimo Facebook. Se trata de Welo, que en palabras de su CEO, Pablo Verdenelli es “una plataforma que permite conectar contenidos de televisión con los portales de noticias. En la web el contenido que más crece son los videos cortos, es el 80 por ciento de lo que se comparte hoy, pero los creadores de contenidos están hoy pensando en el ‘long format’ o en OTT. Welo es una forma diferente de distribuci­ón, a través de portales y webs, para crear mayor audiencia y amplificar los videos por fuera de Youtube y de Facebook”. Según este modelo de negocios, el dueño del contenido evita que los portales tomen videos con capturador­as pero utiliza su tráfico sin perder control de dónde está publicado, cuántas visualizac­iones genera y puede incluso monetizarl­o compartien­do parte de la ganancia con el sitio de noticias. “En lo que Welo innovó es en conectar el contenido televisivo con las redaccione­s de los portales, que pueden hacer un clip de la televisión con solo dos clics y embeberlos de manera inmediata. Al hacer fácil su uso y ofrecer una plataforma de monetizaci­ón compartida, volvimos lo que antes era piratería un negocio para ambas partes”, explica Verdenelli. De acuerdo con este emprendedo­r cordobés, es un camino inverso a la amenaza de judicializ­ación de Copytrack: “En Welo creemos que el copyright no es un tema de cartas documen-

tos y tribunales sino que hay que transforma­rlo en un tema de activos, como hizo la industria de la música, que transformó lo que era algo ilegal en un activo muy atractivo gracias a itunes y Spotify”. Welo ya tiene acuerdos con algunas de las señales más importante­s de la región y con muchos sitios. Su bautismo de fuego sucedió algunos meses atrás, cuando logró que Directv Sports pusiera toda su señal bajo el modelo Welo, invitando a que cualquier sitio tomara clips desde la plataforma. “Fueron más de 110 portales que tomaron los contenidos de Rusia 2018 y logramos 100 millones de reproducci­ones de video, que de otro modo hubieran sido piratería o de uso no autorizado y que fue una oportunida­d enorme de uso de material muy atractivo. Además, también creo que es valioso que Directv usó los esfuerzos que antes gastaba con FIFA en cartas documentos en difundir esta opción en los portales”, puntualiza. Algunos de los sitios que hoy usan Welo son El Observador en Uruguay, El Comercio en Perú, El Tiempo en Colombia e Infobae en la Argentina. Con el avance de algoritmos de reconocimi­entos y esta clase de plataforma­s ¿llegará acaso el momento en el que todo lo que se comparta en internet tenga a su autor debidament­e identifica­do y reconocido? Ese escenario parece muy lejano pero, por encima de eso, no todos creen que se trata de un panorama ideal. Beatriz Busaniche, especialis­ta en derechos de autor y presidenta de Fundación Vía Libre, cree que podría volver estéril un terreno que debe mantenerse diverso y fértil. “No me sorprende lo que hace Copytrack porque estas compañías no nacen de un repollo: son resultado de una línea de acción conjunta en varias partes del mundo y que tiene como exponente claro el artículo 13 de la nueva ley de copyright que se está discutiend­o en la Unión Europea, que pide que las plataforma­s tengan sistemas de machine learning entrenados para detectar obras que infringen el copyright”, asegura. El problema de este tipo de detección es que parece poco probable que un algoritmo pueda detectar usos de imágenes, videos y canciones que no tienen que ver con vulnerar derechos de autor, sino de usos legítimos de libertad de expresión, como la ironía o el doble sentido para señalar los errores de un político o criticar un sistema de gobierno totalitari­o, por ejemplo. Si cae en malas manos, estos sistemas de machine learning podrían cometer actos de censura. Para Busaniche, además, el acceso a ciertos materiales es la garantía para las buenas ideas. “La creativida­d jamás fue un proceso individual, porque no se crea de la nada y porque, más allá del momento de inspiració­n personal, todos somos parte de procesos históricos. Por eso hay personas que crean cosas muy similares al mismo tiempo y sin conocerse porque son parte del clima de época, de procesos culturales. ¿Cómo podría imaginarse una creación sin lecturas, sin materiales fuente, sin dominio público? Y el dominio público va más allá de Internet e incluye biblioteca­s, archivos, museos, etc. Sin acceso a cultura, la creativida­d se reduce”, completa. ¿Será posible compatibil­izar el uso debido de contenidos con copyright sin dañar la libertad de expresión ni la formación de las nuevas generacion­es? No parece ser un equilibrio fácil.

El copyright es un activo y hay que transforma­rlo, como hizo la industria de la música.” — Pablo Verdenelli, CEO de Welo.

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