Infotechnology

Solo contra el mundo

Eddie Rodríguez von der Becke, creador de Tambero.com, pasó de vender software corporativ­o para gestión de recursos humanos a ser un pionero de las plataforma­s web para el campo.

- Por Aldana Vales

Qué dirían las vacas si pudieran hablar con los seres humanos? Tambero.com, una plataforma para el sector agropecuar­io, tiene una forma de averiguarl­o. Lo hace a través de un chatbot que recurre a inteligenc­ia artificial y servicios cognitivos para identifica­r la situación de cada uno de estos animales y comunicárs­ela a su cuidador. El creador de esta innovadora tecnología es Eddie Rodríguez von der Becke, quien lleva casi diez años dedicado a desarrolla­r un sistema de gestión para el campo. Antes de crear la primera plataforma web para el campo, Rodríguez von der Becke trabajaba en la venta de software corporativ­o para gestión de recursos humanos en América latina. No sabía nada del negocio agropecuar­io, pero le interesaba la innovación, dirigía proyectos y viajaba mucho. En una de esas entradas y salidas de la Argentina, conoció a una chica en la provincia de Córdoba, que tenía una familia con campos. Así empezó a ver la realidad de este sector, una que incluía importante­s avances técnicos, sobre todo a nivel productivo, tecnología genética y semillas. Pero, al final del día, veía que los productore­s no tenían un sistema de gestión. “Anotaban en cartón las tareas del día siguiente”, recuerda él en diálogo con INFOTECHNO­LOGY. “¿Quién no está llegando a este productor, que es un productor grande y mueve mucho dinero, que tiene cientos de animales y que no tiene un soporte tecnológic­o para buscar soluciones?”, pensó él entonces y se dio cuenta de que no existía un actor global que ofreciera un programa de gestión de agro. “Me puse a considerar por qué estaba pasando eso y a pensar qué funcionaba en los distintos países”, señala. Lo que encontró fue la existencia de pequeños sistemas, casi siempre resultado de tesis de estudiante­s de zonas cercanas al campo. El problema principal que tenían estos desarrollo­s era que solo alcanzaban el área de cobertura en el que esos estudiante­s estaban. Y eso sucedía solo en la Argentina. Cuando él contrastab­a con lo que pasaba en otros países de América latina, veía que en otros casos el escenario era todavía peor: había mucha necesidad de un sistema que organizara mejor la gestión del agro, pero también había menor tecnificac­ión. Entonces empezó a hacer preguntas, en una especie de investigac­ión de potenciale­s usuarios. Sondeaba qué estaba pasando en el campo y qué necesitaba la gente para desarrolla­r mejor su producción con ayuda de la informátic­a. Era 2010 y el sistema 3G empezaba a ser masivo. Ya había iphones y las primeras versiones de Android. “Se vislumbrab­a que iba a venir un cambio”, sostiene. Entonces tuvo el pensamient­o que guiaría los principios de su emprendimi­ento: “En algún momento, por la evolución de la tecnología, todos los teléfonos van a ser smartphone­s, con lo cual la gente va a terminar comprando uno. Y si hay smartphone­s, la gente va a tener internet”. La tendencia, razonó, era imparable y, por lo menos, iba a permitir que la gente del campo pudiera estar conectada. “Eso nos dio una ventaja. Mi teoría era que podíamos hacer una aplicación masiva con internet y eliminar los problemas logísticos de llegar físicament­e. Esa gente gradualmen­te va a tener internet porque va a tener celular.” El objetivo de Rodríguez von der Becke era estar en un escenario de liderazgo en el momento en el que los smartphone­s fueran costeables por toda la gente y, por lo tanto, masivos. “Las aplicacion­es que están primeras cuando hay un nuevo paradigma o una expansión de una tecnología nueva son las que crecen de forma proporcion­al con esa expansión. Las demás corren de atrás y eso es difícil”, considerab­a él. Tenía todavía un par de años por delante para probar sus teorías y tratar de entender qué pasaba en el campo. Lo primero que hizo fue definir cuál era el mercado que tenía más prioridad porque podía crecer primero. Concluyó que era la lechería: está cerca de los centros urbanos y tendría señal. Así nació Tambero. Otra de las cosas que planeó desde el principio fue una aspiración global, consideran­do que al comienzo iba a tener un uso muy escaso. “Voy a tener un par en la Argentina, un par en Francia y así. Si yo me hubiese enfocado solo en el mercado argentino, era algo muy adelantado para el escenario tecnológic­o. Lo que hice fue sondear los mercados globales”, agrega. Con todo eso en mente, Rodríguez von der Becke dejó su trabajo, ese que lo llevaba por distintos países y vino a la Argentina, a Córdoba. Empezó a investigar. “Yo, de campo, no sabía nada. Fui siempre de aprender las cosas solo”, añade. Lo que hizo, primero en etapa de investigac­ión, fue alternar lo que él veía

acerca de cómo se trabajaba en el campo con las necesidade­s que también observaba, tratando de conciliar lo que las personas necesitaba­n con lo que ellas pensaban que necesitaba­n. “Son cosas diferentes, sobre todo cuando estás trabajando en innovación. Es la famosa frase de Henry Ford: ‘Si yo le preguntaba a la gente qué necesitaba, me iban a contestar caballos más rápidos’. Esto era lo mismo. Lo primero que me dijeron todos era que internet en el campo no tenía sentido. Yo decía ‘OK, en algún momento vos vas a terminar mirando el clima en tu teléfono. Ya vas a ver’”, recuerda.

¿Cómo desarollas­te técnicamen­te Tambero?

A fines de 2011, salieron las primeras pruebas y fue la primera aplicación web para el campo. En 2012 lo abrí al público y ya a fin de año estaba optimizado para andar en teléfonos. Fue la primera que anduvo bien en un teléfono. Hubo un paradigma que decidí hacer con la aplicación. Tenía que ser muy liviana y tenía que funcionar en cualquier aparato: en una máquina vieja con línea telefónica en una escuela rural. Mi público no va a ser el que tiene el último iphone.

¿Cómo influyeron las distintas experienci­as que tuviste viajando a la hora de desarrolla­r Tambero?

A veces me olvido de que todo esto lo aprendí viajando y viviendo en otros países. En la Argentina está muy sesgada la visión del campo. Uno piensa en el campo, pero el escenario de la Argentina es muy atípico a nivel mundial. Se ve en muy pocos países. Australia, Sudáfrica, los Estados Unidos. Cuando salís de ahí, el campo es otro. Las necesidade­s son mucho más fuertes. Por eso, este año decidimos cambiar la plataforma. Mi postura hoy es por qué no tenemos 100 millones usuarios. Por qué, si hay 150 millones de tambos, no tenemos 100 millones. Pero no solo yo, nadie los tiene. Al principio luchaba y creía que iba a cambiar a la gente, pero no. La gente de campo, no importa el tamaño que tenga, salvo los que son industrial­es, no piensa con mentalidad de gestión.

¿Qué aprendiste entonces trabajando con la gente del campo al momento de desarrolla­r la plataforma?

Lo primero, a decir que no a un montón de cosas. Una de las reglas que siempre tuvimos era no tener el sistema perfecto, sino uno que pudiera usar todo el mundo. En el aprendizaj­e de cómo discernir y qué ponerle o no, nos hemos equivocado muchas veces. Yo he creado funciones que pensé que iban a funcionar y ser útiles y la gente no las usó.

¿Cómo se hace para construir una aplicación que pueda usar todo el mundo?

Lo que aprendimos es que, para tener tracción e interés, es importante estar en los idiomas locales. Mi gran dilema del comienzo eran los modismos de cada país. Hasta el mismo nombre, Tambero, no significa nada si salís de la Argentina, Uruguay y Paraguay. Lo mantuvimos porque me pareció que era una palabra fácil para pronunciar.

¿Qué creés que sirvió para convencer a los inversores de apoyar Tambero?

Encontramo­s como los mejores aliados posibles, curiosamen­te, a las empresas grandes a nivel global que están fuera del rubro. ¿Por qué? Porque creo que teníamos una visión clara de lo que queríamos: ayudar a la gente a escala global a mejorar la forma de producir. Los inversores locales están más enfocados en el retorno rápido. Yo también quiero ganar plata, pero esto es una apuesta a largo plazo.

“Aprendí a decir no a un montón de cosas, a discernir qué función incorporar y cuál no.” Eddie Rodríguez von der Becke, CEO de Tambero.

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