¿Se terminó la fiesta?
Bitcoin cumple 10 años pero hay pocos motivos para festejar. Lejos de su pico de US$ 20.000 y con los reguladores respirándole encima, a la cripto más famosa le llegó la hora del juicio. Que para los players tradicionales siga siendo una rara avis no le q
Los cumpleaños son, usualmente, motivos de celebración: hay torta, regalos, momentos compartidos bajo el sol. Duran unas horas, no mucho más. Después, siempre hay platos por lavar, basura para tirar, deudas que pagar. Bitcoin —el controversial activo creado por Satoshi Nakamoto— acaba de cumplir 10 años. Y mientras unos festejan la capacidad de la tecnología blockchain para resolver cada vez más problemas, a otros —quienes apostaban al activo como una revolución financiera— les toca la ingrata tarea de levantar la mesa. No siempre fue así. El enigmático Satoshi publicó el whitepaper el 31 de octubre de 2008 y liberó la primera versión del software el 9 de enero de 2009. Así, a la par de las nuevas relaciones online, impulsada desde un grupo de mails especializado en las técnicas criptográficas, comenzó a operar una plataforma con el objetivo ambicioso de crear un sistema descentralizado que genere, almacene y permita la transferencia de valor a través de internet. Ahora, está por alcanzar una década de operación ininterrumpida y si bien la red nunca fue hackeada, apenas se encuentra en una etapa de prueba y la criptomoneda es solo su primera aplicación.
Sin embargo, más allá del revuelo mediático que ha sabido generar, esta dosis de innovación todavía no tiene el aval de los grandes jugadores del mundo de las finanzas. Con la excepción de unos pocos, los bancos no operan con Bitcoin, y aquellos que lo hacen suelen preferir soluciones de alto nivel con las que no haga falta interactuar directamente con la red. Por su parte, los inversores no están del todo convencidos y a pesar de cómo se multiplicó el precio desde su creación, su capitalización, que ronda los US$ 75.000 millones, es comparable con la mitad de los recursos con los que cuenta Google (US$ 195.000 millones en 2017). Organismos como la Comisión de Valores estadounidense responden con un “no” ante las propuestas para crear fondos de inversión en Bitcoin y aclaran que hasta que no haya “más seguridad” y “mejores regulaciones” no serán aprobadas. En la Argentina, el panorama es similar. La Comisión Nacional de Valores (CNV) solo emitió un comunicado advirtiendo acerca de las Ofertas Iniciales de Monedas, las ICO, señalando que se trata de inversiones de alto riesgo y aconsejando que solo deberían involucrarse “inversores expertos”. Las ICO son una herramienta similar a las tradicionales Ofertas Públicas Iniciales (OPI), pero completamente desreguladas y que en vez de distribuir acciones emiten un activo digital, generalmente un token. Esta nueva metodología permitió la financiación de miles de empresas en todo el mundo sin limitación alguna más que la libertad de los inversores que decidieron volcar parte de su dinero allí. La mayoría, sin producto mínimo inicial detrás, fracasó. Referentes del segmento, como Jpmorgan, parecen preferir la palabra “blockchain”. Su CEO, Jamie Dimon, tildó, reiteradas veces, a la primera criptomoneda de “estafa” y comentó que “no va a terminar bien”. Según el banquero, “blockchain es la tecnología de verdad” y la empresa está desarrollando su propia plataforma llamada Quorum, basada en Ethereum, para brindarles servicios a sus clientes corporativos y donde propone ofrecer tokens digitales respaldados por barras de oro o diamantes. Pero, al tratarse de una tecnología que permite crear sistemas resistentes a los bloqueos, imparables, globales y abiertos, parecería que sus casos de uso están más cerca de actividades como la venta de drogas que de la banca. El futuro que propone Bit-
coin no tiene cuentas bancarias que alojan cientos de criptomonedas diferentes. El futuro que propone Bitcoin es un futuro sin bancos, donde los usuarios ya sean personas, organizaciones o incluso máquinas son quienes custodian sus propios fondos y nadie tiene la capacidad de congelar cuentas ni de interceptar transferencias. Es entendible, entonces, que haya fricción entre los llamados players incumbentes y los recién llegados.
Un lugar en el mundo
Lo que creó Satoshi Nakamot —que puede ser una única persona o un grupo de desarrolladores, nadie lo sabe a ciencia cierta— es un registro descentralizado, cuyas copias hoy se encuentran distribuidas en más de 10.000 nodos. Este es capaz de mantener un listado de saldos y procesar transacciones de forma segura sin la necesidad de confiar en una autoridad central. A esto se le suma un sistema de incentivos económicos que premia a quienes colaboren con el mantenimiento de la red. Es decir que, a diferencia de otros proyectos, los participantes no son simplemente voluntarios que van y vienen, sino que contribuyen con la infraestructura y la red Bitcoin les paga con criptomonedas para motivarlos a seguir participando e incluso a que inviertan aún más en su desarrollo. Si bien su principal aplicación es Bitcoin, la criptomoneda, la plataforma puede alojar más que direcciones y cantidades. En palabras de Rodolfo Andragnes, director de la ONG Bitcoin Argentina, Bitcoin es una ”tecnología viva”, que cambia y se construye constantemente. “Las diferencias entre la intención original y lo que es actualmente no es un desvío, sino que Bitcoin se va moldeando a lo que la sociedad quiere que sea”, explica quien también coordina Labitconf, la conferencia latinoamericana de Bitcoin y Blockchain que se celebró a principios de mes. Clasificar a Bitcoin con las categorías actuales de activos resulta un problema. Como su desarrollo avanza constantemente, incluso desde mañana mismo podría contar con nuevas cualidades que impulsen su reclasificación. Eso pone en jaque a los reguladores que no entienden del todo a esta rara avis del mundo financiero. “Preguntarle a Buffet qué piensa de Bitcoin es como preguntarle a un taxista que piensa de Uber. Hay intereses contrapuestos”, recuerda Nicolás Litvinoff, economista, director de Estudinero y criptoentusiasta. “El entusiasmo de los inversores muchas veces va por delante de la innovación tecnológica. Eso fue lo que
“EL CEPO AL DÓLAR PUEDE HABER SIDO EL PRINCIPAL FACTOR PARA QUE MADURE EL ECOSISTEMA EN LA ARGENTINA.” DANTE GALEAZZI, director de Athena Bitcoin para la Argentina.
pasó el año pasado, cuando mucha gente se volcó al mercado en un momento en el que todavía era caro hacer transferencias y cuando las hardware wallets todavía no estaban bien desarrolladas.” En la Argentina tanto el sector privado como el gobierno están trabajando sobre el tema. El Banco Central de la República Argentina (BCRA) incorporó a principios de este año una mesa dedicada a las soluciones que usen la tecnología blockchain dentro de su programa de innovación financiera, a la par de las innovaciones en medios de pago, sistemas transversales y canales alternativos de crédito y ahorro, relacionados al sector fintech. La CNV por su parte, también avanzó con precaución sobre el tema, emitiendo una advertencia sobre las ICO el año pasado y abriendo la discusión para que participen los distintos referentes del sector. “Veo al Estado cada vez más atento y que cada organismo avanza por su cuenta”, señala Andragnes y añade que nota una actitud similar en otros países de América latina como Chile, Brasil, Colombia e incluso, a su manera, Venezuela —que hace poco lanzó su propia cripto, el Petro, con base en sus reservas de petróleo; el éxito, sin embargo, les fue esquivo—. Tratar de comprender qué está sucediendo se vuelve, entonces, una necesidad. Acostumbrados a los bancos, los actores tradicionales no siempre avanzan a la velocidad de las nuevas empresas de internet. “Desde la ONG sentimos que falta una comprensión integral del tema, no se tienen en cuenta todos los casos de uso”, advierte el director de Fundación Bitcoin. El año pasado, publicaron una crítica a la reforma tributaria presentada por el gobierno, que dentro de la propuesta para gravar la renta financiera incluye a las ganancias derivadas de la enajenación de “monedas digitales”. Allí, la organización la describió como “recaudatoria” y “cortoplacista” y señaló el desconocimien- to por parte de los reguladores de la naturaleza y la finalidad monetaria de esta nueva tecnología. “Ahora, los argentinos tienen hasta el 31 de diciembre para declarar sus criptoactivos sin pagar impuestos”, detalla Gustavo Chinchilla, quien hoy se desempeña como COO de la consultora especializada Financial Coach luego de trabajar en el sector energético. “Recién en 2019 comienzan a hacerse los ajustes y a cobrarse”, adelanta. Desde su perspectiva contable, la regulación tiene sentido, pero su implementación podría presentar un desafío para los distintos organismos de control. “Si no desarrollan la capacidad de rastrear quienes tienen una wallet registrada, podría terminar siendo letra muerta”, advierte Chinchilla. Para el especialista, la clave podría estar en los resultados de la cumbre del G20 y el proceso de regulación podría tardar tres años más en producir resultados. Actualmente, la postura oficial de BCRA se encuentra plasmada en su último informe de Estabilidad Financiera, referente al segundo semestre del 2018. Allí, dentro de un apartado titulado “Criptoactivos: innovación tecnológica y estabilidad financiera”, el Banco Central señala que los criptoactivos todavía presentan “niveles de capitalización reducidos” en comparación con los otros mercados globales de activos. A su vez, concluye que al no observarse una correlación entre los rendimientos de estos y los activos tradicionales, actualmente los criptoactivos “no representan una fuente de riesgo financiero sistémico, si bien su rápida
“BITCOIN ES UNA ESTAFA Y NO VA A TERMINAR BIEN.” JAMIE DIMON, CEO de Jpmorgan
evolución sugiere un monitoreo activo”, confirmando el interés del sector público argentino en el desarrollo de estos nuevos sistemas. “En materia de regulación está todo muy verde —dice Litvinoff—, pero se está tomando una postura más amigable con los criptoactivos. El discurso cambió mucho y se está alisando la calle para que entren los fondos institucionales, que son los que más capital mueven. Para eso se necesita que haya buena custodia, buenos marcos regulatorios, y eso se va a ir dando de a poco. En el país, siempre estamos por detrás así que nos queda ir copiando y adaptando lo que hacen otros grandes, como nos pasó con Netflix y nos pasa con Uber.”
A todo ritmo
A la sombra de una regulación que no entiende del todo cómo funciona la tecnología detrás del primer activo financiero desregulado —y de los vaivenes sobre el precio— los emprendedores argentinos han encontrado nichos para explotar desde lo financiero. Este año, la empresa Athena Bitcoin instaló los primeros cajeros de criptomonedas en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y antes de que termine el 2018 esperan tener 10 máquinas operando para luego enfocarse en su expansión hacia el interior del país. Dante Galeazzi, director de Athena Bitcoin para la Argentina, cuenta a INFOTECHNOLOGY que operar en la Argentina tiene sus ventajas, pero que todavía hay puntos de fricción que podrían pulirse. “El ecosistema local está más maduro que en otros países de la región y el cepo al dólar puede haber sido el principal factor”, señala Galeazzi.
Al instalarse, Athena Bitcoin encontró una buena predisposición por parte de los bancos para abrir cuentas de empresas relacionadas a Bitcoin y la tecnología blockchain. “No se quieren quedar afuera”, concluye. No significa que estén muy conformes con la legislación vigente. “Actualmente, trabajamos con los bancos para cumplir con sus normativas y tomamos como referencia las buenas prácticas de otros mercados, pero no hay reglas de juego claras”, indica Galeazzi, refiriéndose, en concreto, a cuestiones impositivas. Queda claro que para las empresas esperar no es una opción. Así lo entendió la empresa Sesocio. Guido Quaranta define a la startup como un supermercado de inversiones no tradicionales y vio en la tecnología blockchain una solución a un problema que hace tiempo le venía dando vueltas. “Hace algunos años, le intentaba explicar a mi abogado que quería crear una plataforma de inversiones donde los usuarios compren fichas que sirvan para entrar en los distintos proyectos y que luego servirían también para transferir las ganancias”, cuenta Quaranta. Hoy, Sesocio no solo cuenta con distintas ofertas para invertir en criptoactivos, sino que está en pleno lanzamiento de su ICO, una oferta inicial de monedas, a través de la cual piensa financiarse y emitir el token INVE con el cual va a operar nueva plataforma, Investoland. La idea puede parecer sencilla, pero en la práctica tiene sus desafíos. “Los bancos son sensibles al manejo de la plata de terceros y cuando les explicás que operás con criptomonedas, saben que probablemente estés administrando fondos que no son tuyos”, señala el CEO. Según lo ve, migrar a blockchain les resultó un proceso natural. “La tecnología tiende a facilitar el acceso a las inversiones y también permite tener plataformas donde cualquiera puede presentar su proyecto y buscar financiación”, explica. Así, las startups dejarían de depender de los bancos y los capitales de riesgo, que suelen buscar proyectos específicos según la temporada, pueden captar inversores interesados en sus propuestas de todas partes del mundo.
“LOS BANCOS SON SENSIBLES AL MANEJO DE LA PLATA DE TERCEROS Y SABEN QUE PROBABLEMENTE ESTÉS ADMINISTRANDO FONDOS QUE NO SON TUYOS.” GUIDO QUARANTA , CEO de Sesocio.
¿Caída? ¿Qué caída?
Mientras los distintos players tienen opiniones encontradas sobre para qué sirve o cómo se debería regular Bitcoin, su valor como activo ha sido su mejor carta de presentación. “¿A cuánto puede estar Bitcoin a fin de año?” es una de las preguntas que más les hacen a los criptoentusiastas y tiene sentido: desde que su precio rozó los US$ 20.000 por unidad se convirtió en otro activo para especular. Quienes trabajan en la tecnología entienden que su precio no es un factor clave. Andragnes reconoce que es más bien el “principal instrumento de marketing” que tienen. Basta con superponer una medición de interés, como lo es la
frecuencia con la que se busca el término “bitcoin” en Google, con el precio de la criptomoneda para notar cómo este influye en la primera. Pero desde diciembre del año pasado, cuando el precio de un Bitcoin casi alcanzó su récord, ambas métricas comenzaron a separarse, al punto de invertirse la relación durante los últimos meses. Ahora, mientras el precio cae, el interés parece estar volviendo. Otro indicador que también resulta inverso a la caída del precio son las inversiones en empresas que trabajan con estas tecnologías, especialmente “blockchain”. Según un relevamiento realizado por Pitchbook, mientras que en 2017 los capitales de riesgo tradicionales invirtieron US$ 1.000 millones en empresas relacionadas a la tecnología blockchain y las criptomonedas, en lo que va de 2018 las inversiones ya superaron los US$ 4.000 millones. Aun cuando hoy el 70 por ciento de los tokens emitidos mediante procesos de ICO valen menos que lo que los inversores pagaron por ellos. La mayoría se desplomó un 90 por ciento desde el pico histórico alcanzado en diciembre. Entre los principales grupos inversores se encuentran Sequoia Capital, que invirtió US$ 400 millones en la minera china Bitmain, y Andreessen Horowitz que participó de una ronda de Dfinity, proyecto que busca crear una gran supercomputadora pública. En total se cerraron más de 384 acuerdos este año, con montos promedio de US$ 2,5 millones, aumentando un 65 por ciento si se lo compara con las inversiones del 2017. Sin embargo, con la caída del precio, el sector también pierde parte de su independencia. Estos nuevos sistemas económicos se retroalimentan, es decir que a medida que crecen y aumenta su valor, les permite intercambiar parte de este valor generado por los
insumos necesarios para desarrollar startups, capacitaciones, y las estructuras necesarias para que el segmento siga creciendo. La caída de US$ 20.000 a los US$ 4.500 que ronda hoy significa que mientras un bitcoin compraba cuatro recursos en diciembre del 2017, un año más tarde solo equivale a uno. Comparados con los activos tradicionales, los criptoactivos parecen tan volátiles que este año surgió una nueva ola de desarrollos para traer a este caótico mercado un poco de estabilidad. Actualmente la palabra de moda parece ser “stablecoin”, una clase de criptoactivos cuyo principal objetivo es mantener su valor estable en comparación con una divisa como puede ser el Dólar o el Euro. Una de las más conocidas es el Dólar Tether (USDT), desarrollada por Tether. Se trata de una criptomoneda que ellos emiten mediante un contrato inteligente cuando una persona se las compra. Pero si bien Tether asegura que cada USDT está respaldado por un dólar en sus reservas, por ahora no publicaron una auditoría completa de sus activos. Esto hizo que si bien al principio la paridad dólar-tether se daba por hecho, hoy es más claro que no se trata del mismo activo y por lo tanto la relación de precios se rompió y el precio de un USDT llegó a tocar los US$ 0,97, poniendo en alerta a todos aquellos que usaban la stablecoin para congelar sus ganancias. Esto hizo que la competencia de Tether gane adopción. Hoy en el segmento compiten juga- dores que también cuentan con soluciones centradas en reservas de colaterales como TRUEUSD y otros que optaron por la vía algorítmica para crear activos estables como Dai, que mediante un sistema de préstamos e incentivos impulsa a sus usuarios a mover el precio hacia la paridad con el dólar. Las stablecoins son la última adición a un ecosistema que comenzó con Bitcoin, pero desarrolló toda una fauna propia de proyectos para atender las nuevas necesidades. No son la única.
Lo cierto es que a pesar de su rápida evolución, “no todo lo que brilla es Bitcoin”. A 10 años de su nacimiento, su futuro dentro del mundo financiero es incierto. A la fiesta pasaron todos: los grandes capitales de VC, los bancos, los emprendedores, los desarrolladores y también los especuladores financieros. Y en 2019 están llegando los fondos institucionales, el próximo gran cambio. Por su volatilidad y por la hostilidad de algunos players tradicionales, para algunos, la época de festejar se terminó. Aunque otros son optimistas: dicen que la huida de capitales especuladores puede ser una oportunidad de compra. Esto es especialmente cierto para quienes ven en la tecnología el verdadero valor de Bitcoin a largo plazo. “Las burbujas se dan sobre activos sin valor intrínseco -—dice Litvinoff—, por eso Bitcoin no explota nunca. La caída depuró el mercado; ayudó a que se limpie de especuladores de corto plazo. Pero cuando el precio sube los tiburones inevitablemente vuelven a aparecer.” Quizás para ellos todavía haya motivos de festejo. Para quienes llegaron con el precio en su pico máximo y un poco más del 70 por ciento en el último año, no hay muchos motivos para seguir la fiesta. Solo les queda soplar las proverbiales velas y pedir, para adentro, un último deseo.
“EL DISCURSO CAMBIÓ MUCHO Y SE ESTÁ ALISANDO LA CALLE PARA QUE ENTREN LOS FONDOS INSTITUCIONALES, QUE SON LOS QUE MÁS CAPITAL MUEVEN.” NICÓLAS LITVINOFF, economista y criptoentusiasta.