El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecno
La industria textil desarrolló en los últimos años un nicho de mercado que está dominado por la innovación. Se trata de un puñado de emprendedores que apostaron a mejorar las telas a partir del uso de tecnología, impresión 3D o biotextiles.
Durante varios años Julieta Gayoso dividió su pensamiento entre asumir el legado familiar (basado en la industria textil) o ser una profesional egresada de Administración de Empresas con una Maestría en Sociología. Pero sus motivaciones la condujeron a combinar ambos mundos y, más allá de los atributos profesionales, Gayoso reúne en su mirada la inocencia y la picardía necesarias para ser una emprendedora exitosa. Investigó el mercado textil, detectó el comportamiento del hombre y la mujer urbanos e interpretó algunas tendencias. Indarra, la empresa fruto de ese descubrimiento interno, nació a partir de los cambios que trae la incorporación de tecnología digital en la vida cotidiana, los avances de la ciencia en desarrollos textiles y la clara necesidad de cuidar el planeta y sus recursos.
La propuesta de Indarra es que profesionales de distintas áreas —diseñadores de indumentaria, textiles, ingenieros químicos, en electrónica y en sistemas— colaboren para convertir esta idea en una empresa innovadora. Empresas y laboratorios de más de 10 países contribuyeron y siguen aportando su tecnología y materiales para construir nuestras colecciones.
De esa alquimia surgió la idea de desarrollar una nueva categoría de indumentaria que permita extender las habilidades del ser humano y pensar en un consumidor preocupado por la salud, la sustentabilidad y los avances tecnológicos. “Indarra es la unión de la microtecnología, el diseño no tradicional y la creación de telas innovadoras que no dañen el medio ambiente”, señaló Gayoso. Con este horizonte puso en el mercado, entre otros productos, una campera con panel solar que acumula en un cargador la energía para celulares, agendas PDA o reproductores MP3, un pantalón desde donde se maneja el
iphone y una remera de biofibra de bambú que ofrece protección a los rayos UV.
Los primeros pasos Gayoso los dio con recursos propios, pero inmediatamente se presentó a varios subsidios y luego ganó los premios Buenos Aires Emprende e Innovar que le aportaron $65.000 aproximadamente. Su empresa vende por año 5.000 prendas a consumidores finales y un monto similar a compradores institucionales o mayoristas a un precio promedio de $400 por prenda. Hoy, el foco está puesto en la exportación, a la que destina el 50 por ciento de su producción, la apertura de una nueva línea de productos pensada para el mercado infantil y el reposicionamiento de la marca para que su mensaje principal sea la necesidad de lo que en la jerga se conoce como “ropa funcional”.
Bomberos más protegidos
Criado dentro del monoambiente que servía como depósito de una Pyme familiar de la provincia de Buenos Aires dedicada a la indumentaria de cuero, Agustín Sanucci casi sin quererlo asumió el mandato de hacerse cargo de la empresa. Como licenciado en Marketing quiso dar una vuelta de tuerca al negocio y comenzó a investigar el mercado de trajes de bomberos, uno de sus clientes en su Chascomús natal. Así logró que su empresa fuese reconocida en el mercado a partir de la confección de trajes con tela certificada por la norma de seguridad de los trajes de bomberos en los Estados Unidos. “Fuimos la primera empresa en América latina y la número 19 en el mundo que logró este reconocimiento. Pero, hace unos años, nos dimos cuenta de que teníamos que dar un nuevo impulso al negocio con un producto innovador para diferenciarnos y decidimos unir en un mismo producto lo mejor de la norma norteamericana con la norma europea en un producto local”, afirma hoy el socio y director de la empresa de Rasa Protect, especializada en la fabricación de indumentaria para bomberos y seguridad. Así surgió la posibilidad de trabajar en conjunto con Conicet y la Fundación Argentina de Nanotecnología (Fan) para el desarrollo de nuevas telas ignífugas basadas en nanomateriales. El desarrollo está a cargo de los investigadores Manuela Kim y Eugenio Otal de la Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégico para la Defensa (Unidef, Conicet- Citedef), quienes idearon el proyecto a partir del hecho de que los trajes de bomberos suelen ser pesados porque tienen varias capas de tela: una externa, ignífuga; otra interna, que funciona como aislante térmico para las altas temperaturas; y otras capas que permiten la respiración de la tela. Lo que el proyecto busca es una reducción de dichas capas a partir del uso de telas inteligentes que hagan los trajes más livianos y también más económicos. El empleo de las nano partículas para la modificación de fibras semi sintéticas y naturales aumenta la resistencia mecánica y les da aislación térmica en menor volumen, generando así nuevas materias primas que protejan mejor al bombero.
Sanucci afirma que un traje de bomberos puede costar actualmente $21.000 y tienen una vida útil de seis años. En la Argentina la renovación se lleva cabo cada 10 años mientras que el promedio mundial es una renovación anual. Se estima que en la Argentina hay 45.000 bomberos que según la región dependen de subsidios estatales o de la sociedad civil para la adquisición de sus trajes. En este sentido, el plan de negocios de la compañía prevé la fabricación para lograr exportar los nuevos trajes a diferentes mercados. Según explicó Sanucci a INFOTECHNOLOGY, una de las líneas de investigación que estamos siguiendo guarda relación con la capacidad de los trajes de absorber las partículas cancerígenas, que se generan con las cenizas del fuego, y que cada traje tenga un proceso de descontaminación luego de cada uso. “Es tan novedoso el proyecto que presentamos la patente en los Estados Unidos y confiamos comercializar el producto en los próximos años.”
Indumentaria no tradicional
“Desde que era chiquita construía y deconstruía mis jeans. Cada pantalón o mochila que se rompía, lo agarraba del canasto que había en mi casa y los transformaba en otra prenda”, explica Eliana Guzmán en un intento por describir a Ceiborg, su proyecto de indumentaria que incluye impresión 3D, telas con material orgánico e iluminación LED. Siendo adolescente se vio en la obligación de elegir una carrera universitaria porque, como ella dice, “no nací con la vocación, sino que la incorporé lentamente”.
Así llegó a graduarse en la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Hizo sus primeros pasos como vestuarista de ópera en la organización Buenos Aires Lírica y también llevó su ingenio a diversas obras infantiles en la avenida Corrientes. Pero fue Youtube la herramienta que la depositó en la innovación. “Tuve
días enteros dedicados a buscar tutoriales sobre cómo usar impresión 3D, otros tantos para buscar nuevas telas, y muchos más investigando sobre telas hechas con material orgánico. Además, como mi pareja se dedica a la informática, siempre hay cables, computadoras y dispositivos dando vueltas por mi casa. Así empecé, explorando”, agrega esta emprendedora de la moda. El primer recorrido fue la introducción de luces LED a diseños propios, prendas pensadas para la noche que se destacaban en la oscuridad. Luego llegó la etapa de la exploración con biotextiles, es decir, telas que se hacen con material orgánico que se cultiva a partir de bacterias y hongos que resultan ser muy maleables, ideales para quienes quieren armar y desarmar prendas. Hoy, Eliana está al frente de la empresa Ceiborg en donde también experimenta en la impresión 3D, con materiales que no suelen utilizarse en prendas, pero que logran un alto nivel de diseño. Sus trabajos comenzaron a tomar relevancia a partir de sus posteos en las redes sociales. Así logró que Facebook la convocara para la creación de un chaleco interactivo con luces que debían utilizar sus empleados durante un evento. Luego, inspirada en el teatro negro de Praga, realizó un prototipo de vestido con luz ultravioleta que la producción del espectáculo Lightbodies le pidió que reformulara para el desarrollo de sus vestuarios electroluminiscentes. Ceiborg tiene hoy tres actividades principales: la customización de prendas y vestuario, un trabajo totalmente artesanal y a pedido; la realización de talleres de enseñanza de diseño de vestuario interactivo; y finalmente la realización de productos más o menos estandarizados que involucran entre 5 y 10 prendas y que se pueden comercializar a través de internet. La diseñadora aún no sabe cuál de las especialidades va a tener más suerte en el futuro, si la impresión 3D de telas, si los textiles orgánicos o la iluminación aplicada a la indumentaria. Pero no se la ve preocupada por eso: “En gran medida estas tres áreas en las que participo con Ceiborg tienen en común un deseo: llevar disciplinas que están cerradas al mundo masculino hacia el ámbito femenino y que se implementen en las actividades que le interesan a las mujeres”, aclara Guzmán.
“Me pasaba días enteros buscando tutoriales sobre cómo usar impresión 3D; otros tantos, buscando nuevos materiales.” — Eliana Guzmán, fundadora de Ceiborg.