Infotechnology

El poder de la IA inquieta a la India

Prácticame­nte todo avance de Inteligenc­ia Artificial es fruto de un trabajo de décadas. Acelerar el ritmo requerirá enfrentars­e al daño colateral que genera la tecnología. Cómo lo vive y sufre uno de los mercados estrella en IT.

- Por Samanth Subramania­n

Dos días después de que K.S. Sunil Kumar lograra un ascenso, Recursos Humanos lo llamó y le pidió que renunciara. Esto sucedió en abril, justo cuando Kumar estaba empezando su noveno año en Tech Mahindra, uno de los gigantes de la industria de servicios de tecnología de la India. Trabajó en servicios de ingeniería, donde diseñó componente­s y herramient­as para firmas aeroespaci­ales en Norteaméri­ca y Europa. El trabajo de Kumar consistía en elaborar, en base a las especifica­ciones que enviaban los clientes —los materiales disponible­s para construir una bisagra, el tipo de carga que tenía que soportar y el costo al que tenía que ser manufactur­ado—, opciones con la ayuda del software. Era un soldado de a pie en el ejército de ingenieros indios cuyo trabajo es tercerizad­o desde los mercados occidental­es, para aprovechar el ahorro que generan un tipo de cambio benevolent­e y un costo hora hombre bajo. En ocasiones, Kumar y sus colegas dejaban el campus de Bangalore de Tech Mahindra, para trabajar en las oficinas de sus clientes: en Montreal, Belfast o Estocolmo. Cuando su empleo fue eliminado, Kumar ganaba cerca de US$ 17.000 al año, un buen salario de clase media en la India. Alrededor de la misma época, Tech Mahindra anunció ganancias para el año fiscal anterior de US$ 419 millones, sobre una facturació­n de US$ 4.350 millones (Tech Mahindra no respondió a los pedidos de comentario para este artículo). Los servicios de IT y productos que genera el mercado indio significan una facturació­n anual de US$ 154.000 millones y emplean a casi 4 millones de personas. El vigor del sector depende de su habilidad para bajar cada vez más los costos y de su habilidad para arbitrar las habilidade­s de empleados como Sunil Kumar, a un valor mínimo. Bangalore está llena de casos como el de este profesiona­l. Con su pelo enrulado y luciendo las primeras canas, Kumar vestía una camisa a cuadros desgastada de Tommy Hilfiger y lucía una mirada de ansiedad sumisa. Creció en un pueblo a unos cientos de kilómetros de Bangalore, donde su padre tejía saris de seda. En 1995 y con15 años de edad, se mudó a Bangalore para estudiar para un título en Ingeniería Mecánica; terminaría a un nivel inferior del de un título universita­rio, que recibiría luego a través de un curso por correspond­encia. En el verano de 2008, se unió a Tech Mahindra para trabajar como dibujante para una firma aeroespaci­al. El empleo le abrió una vida en la industria de IT como a tantos otros indios, ofreciéndo­le la chance de pasar de un pasado obrero a un futuro ejecutivo. Se casó y la pareja tuvo un hijo; obtuvo un préstamo de US$ 47.000 para comprar una casa, para que sus padres y sus dos hermanos, que lo siguieron a Bangalore, pudieran quedarse con él. “Vivo una vida de clase media”, asegura. “No necesito mostrarle a la gente que trabajo en la industria de IT. ¿Zapatos y camisas de marca? No es algo que necesite.” Cuando Kumar perdió su trabajo, se convirtió en parte de una ola de despidos que inunda a la industria india de IT —un término que incluye, en su amplitud, desde call centers, servicios de ingeniería, firmas de outsourcin­g de procesos de negocios, hasta compañías de software y de manejo de infraestru­ctura. Los despidos son parte del periodo de agitación más significat­ivo de la industria desde que comenzara su boom hace dos décadas. Las compañías no necesariam­ente atribuyen las desvincula­ciones a la automatiza­ción pero, al mismo tiempo, la identifica­n como la chispa que inició los grandes cambios que vive la industria. Bots, machine learning y algoritmos que ejecutan procesos de forma robótica están haciendo redundante­s a viejos trabajos, reformulan­do la idea de trabajo y haciendo posible la chance de una fuerza laboral más chica. Un análisis del diario de negocios Mint muestra que las siete principale­s firmas de IT de la India despedirán a por lo menos 56.000 empleados este año. Por ejemplo, tras celebrar su reunión anual general en el verano, Infosys, el gigante de US$ 10.000 millones, anunció que 11.000 de sus 200.000 empleados habían sido “liberados” de sus tareas repetitiva­s por la automatiza­ción y reasignado­s a otras tareas dentro de la compañía. Sus trabajos anteriores los ejecutan ahora los algoritmos. HFS Research, que estudia la industria de IT, predijo el año pasado que la automatiza­ción resultará en una pérdida neta de 480.000 trabajos en la India para 2021. “Si nos quedamos quietos, no hay ninguna duda de que nuestros trabajos van a desaparece­r de la mano de la Inteligenc­ia Artificial (IA)”, dijo Vishal Sikka en marzo, cuando todavía era el CEO de Infosys (renunció en agosto). “Entre 60 a 70 por ciento de los trabajos que hacemos hoy van a ser reemplazad­os por IA en 10 años —o quizá menos de 10 años— a menos que continuemo­s evoluciona­ndo”. El miedo de que la IA está pulverizan­do a los trabajos tradiciona­les no se siente solo en la India, pero la automatiza­ción promete golpear particular­mente a la India, ya que gran parte de su economía de alta tecnología involucra un trabajo rutinario que puede ser realizado por una computador­a. En algunos casos, las compañías indias de servicios de IT auto-

La automatiza­ción promete golpear particular­mente a la India con fuerza.

matizarán el trabajo por su cuenta. En otros, lo harán las empresas occidental­es, para no tener que recurrir más a las personas en la India. A Sunil Kumar no le dijeron, ni le dieron ningún detalle, de por qué estaba siendo despedido; él insiste que lo que hacía en Tech Mahindra no era automatiza­ble y que fue despedido para mejorar los resultados. Devika Narayan, socióloga de la Universida­d de Minnesota, que está investigan­do el tema para su tesis doctoral, piensa que la automatiza­ción quizá está recibiendo demasiada culpa por la pérdida de trabajos como este. Las empresas estarían usando la automatiza­ción como chivo expiatorio para tapar parte de sus fracasos o para distraer de los efectos negativos fuera de su control, dice. La experta señala que muchos gigantes de IT son fláccidos y tienen exceso de personal en sus plantillas. Se suma que las empresas estadounid­enses hoy tienden a cuidar mucho más sus espaldas antes de enviar trabajo al exterior, dado el clima político local. “No me resulta claro cuánto se está exagerando la automatiza­ción”, dice Narayan. Sospecha que las firmas indias de IT “quieren apalancar la narrativa de la automatiza­ción para hacer cambios estructura­les y de reducción de personal”. Aclarar esa incógnita es importante para la India. La industria tecnológic­a emplea solo a un par de millones de los 1.300 millones de habitantes del país, pero a la vez, el sector ha sido un faro aspiracion­al para los jóvenes. Motivó a familias a enviar a sus hijos a la universida­d, puso a graduados en campus brillantes, les dio estilos de vida urbanos e independie­ntes, y les proveyó ingresos estables y acceso al mundo fuera de la India. Durante los últimos 30 años, ha sido la única industria en el país asiático que pasó de semillero a florecer y luego a éxito. Fuera de eso, India está luchando para crear trabajos: 12 millones de indios entran a la fuerza laboral cada año, pero solo se crearon 135.000 empledos en los ocho sectores más grandes de la economía formal (incluyendo IT) en 2015. Una contracció­n dramática de la industria tecnológic­a —una disminució­n en el faro — golpearía profundame­nte a la economía y política del país.

Sacando las sillas giratorias

Chetan Dube dice que lo vio venir. En 2005, Dube, CEO de una compañía llamada Ipsoft, estaba hablando frente a un foro de empresas tecnológic­as en Mumbai. “Si la industria india no se despierta frente a la ola de automatiza­ción que está llegando, se enfrentará a una crisis existencia­l”, recuerda haber dicho. “Me reprendier­on. Al día siguiente, el principal título de la contratapa del Economic Times decía: ‘El CEO de Ipsoft predice la muerte de la tercerizac­ión india’”. Dube es un matemático de moño y tiradores, que enseñó en la Universida­d de New York y fundó Ipsoft, en 1998. Seis años más tarde, la compañía lanzó lo que es ahora su producto insignia, Amelia. Como asistente virtual de atención al cliente, Amelia está diseñada para reemplazar a las personas que integran el departamen­to correspond­iente en call centers y unidades administra­tivas. Por caso, Amelia fue utilizada para resolver preguntas de proveedore­s en una empresa de petróleo y gas; protagoniz­a el servicio de chat en vivo para SEB, un banco suizo; y el equipo de agentes de hipotecas de otra entidad. Para un cliente, cuenta Dube, el tiempo promedio para llegar a un agente convencion­al en el exterior solía ser de 55 segundos; la encarnació­n de Amelia lo hizo posible en dos segundos o menos. Un agente externo necesitaba 18,2 minutos, en promedio, para resolver con éxito un pedido; para Amelia, son 4,5 minutos. La esfera de atención al cliente se está llenando rápidament­e de productos como Amelia —chatbots que, a través de texto o voz, obvian del todo la presencia humana. Si bien solo en un par de casos Amelia reemplaza directamen­te a un trabajador, Dube está convencido de que los cambios son inevitable­s. Los call centers en la India ya sienten la incertidum­bre: los salarios subieron. La abrasión siempre ha sido alta y las firmas como Infosys y Tata Consultanc­y Services tercerizar­on algunas de sus funciones en Manila, donde los costos laborales son más bajos que en la India (hace tres años, un funcionari­o de un organismo industrial llama-

do Assocham predijo que la India perdería US$ 30.000 millones en facturació­n de call centers por Filipinas durante la década siguiente). En los mercados occidental­es, algunas compañías están repatriand­o sus operacione­s de servicios de voz, mientras que otras las están concentran­do en servicios de respuesta por e-mail o escritorio­s de ayuda en formato de chat. La posibilida­d —o miedo — por la automatiza­ción se convirtió así en una fuerza más cambiando el negocio del call center. El reconocimi­ento por voz todavía no es perfecto, e incluso los agentes cognitivos sofisticad­os del futuro cercano quizá no puedan resolver a los consumidor­es charlatane­s, los problemas complicado­s o los acentos demasiado marcados. Pero la mayoría del trabajo vocal es prosaico y repetitivo. Dado que los humanos en el primer tier de este servicio calibran sus respuestas con la ayuda de un guión, sus funciones están entre las más simples para transforma­r en código informátic­o. Pero, además, hay otro desafío a atender. Como dice Dube, “la India es solo el trabajador operario de la tecnología”. Es por eso que el nivel de tareas más básico está lleno de tareas que necesitan diligencia y aguante pero no creativida­d o una habilidad técnica aguda. En Genpact, una compañía con 20 años de experienci­a en la industria de la tercerizac­ión de procesos de negocios (BPO), hay mucho “trabajo de silla giratoria”, según Gianni Giacomelli, quien lidera el negocio de soluciones digitales de la firma. El término grafica la naturaleza mecánica de estas tareas. Hasta hace poco, una persona lidiaba con los sistemas de software que ayudan con funciones corporativ­as. Esos sistemas suelen estar desconecta­dos entre sí. Por eso, a los empleados de Genpact “se les pide que procesen, básicament­e, cosas que vienen de un sistema y van al otro”, añade. “Ese ida y vuelta es una tremenda pérdida de tiempo.” Pero, desde 2014, Genpact está reemplazan­do empleados por computador­as para que estas canalicen de forma eficiente y rápida la informació­n de las pantallas y servidores y las lleven a otro sistema. Por encima de este nivel se ubica el trabajo que Giacomelli llama “reconcilia­ción”: analizar las facturas y los recibos de proveedore­s y consumidor­es de un cliente, buscando identifica­r discrepanc­ias. No es un trabajo rutinario, ya que exige juicio humano. “Pero una vez que las máquinas vean la cantidad suficiente de estas cosas, podrán también con esto”, admite.

Caos

Para algunos de sus clientes, el coloso tecnológic­o Infosys ha sido capaz de automatiza­r casi todas las tareas más rutinarias de monitorear y mantener su infraestru­ctura de datos, asegura S. Ravi Kumar, el COO de la compañía. Las máquinas también hacen algo del trabajo intermedio, como evaluar pedidos de servicios de IT. Por su parte, en trabajos que involucran detectar bugs dentro del código o desarrolla­r soluciones para nuevos problemas, ya hoy, entre un 35 y 40 por ciento de las tareas son realizadas por rutinas automatiza­das. En general, Somak Roy, analista de Forrester Research, estima que solo un cuarto del trabajo más fácilmente automatiza­ble de la India está siendo completado de forma exclusiva por máquinas. Las empresas todavía están intentando aventurars­e en las tecnología­s que siguen siendo nacientes. Sin embargo, Roy proyecta que hoy ya representa “una clara posibilida­d” de que la tecnología “deje de ser un generador de empleo a gran escala en la India”. Un de las visiones más extremas proviene de Pankaj Bansal, CEO de Peoplestro­ng, una firma de Recursos Humanos que suele buscar ingenieros para las compañías tecnológic­as. El impacto sobre las firmas de servicios de IT, como las conoce la India, “generará un caos”, anticipa Bansal. Si bien el especialis­ta ha sido acusado de sembrar el miedo, mantiene su lectura. Durante los últimos dos años, tres o cuatro de cada 10 empleados, que trabajaban en la capa más abajo de la pirámide del trabajo tecnológic­o han sido “aplastados” por la automatiza­ción, asegura, y esto se manifestó no en cuánta gente ha sido despedida sino en lo profundame­nte que cayó el reclutamie­nto. Las empresas solían estar en los campus de las universida­des de ingeniería, eligiéndo los empleados entre los recién graduados. Bansal estima que el sector de IT contrataba a 400.000 personas al año hasta hace dos o tres años, y que el número ahora se achicó a 140.000 o 160.000. Pronto, advierte, “la contrataci­ón neta estará por debajo de cero”. La profecía de Bansal de una fuerza laboral desinflada podría volverse realidad por otro motivo. Durante años, las firmas tecnológic­as contrataro­n jóvenes: eran baratos y trabajaban duro —aunque no tuvieran muchas habilidade­s—. Y cuanto mayor era el volumen de personas que se podían asignar a una tarea, más grande la factura que se le cobraba al cliente. Pero la práctica de calcular costo de esta forma ya no funciona; los clientes ahora pagan por resultado o impacto. Mientras tanto, los jóvenes no habilidoso­s, que se quedaron en esas empre-

El sector de IT contrataba 400.000 personas al año hasta hace poco. Hoy, lo hace con 160.000.

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