¿Llegó la hora de cambiar?
La mítica feria de tecnología ya está entrando en mediana edad. Las novedades siguen sorprendiendo porque predicen un futuro de ciencia ficción, pero su público más fiel le pide una actualización.
Nació como una modesta exposición de transistores de radio y televisores blanco y negro en Nueva York en 1967 y desde entonces no ha dejado de crecer. Hoy, la Consumer Electronics Show (CES) es la feria de tecnología más grande del mundo, cita obligada para el periodismo especializado y punto de encuentro en cada comienzo de año con las nuevas tendencias en productos hogareños. Por impacto mediático y por presencia de marcas, no existe un encuentro igual en todo el planeta pero, superados los 50 años de vida, cada vez queda más claro que necesita algún tipo de actualización para los tiempos que corren, ya que en la edición 2019 se conocieron algunos detalles vinculados con la poca sustancia de sus anuncios, el personalismo de su presidente y una sorprendente actitud machista que amenaza con convertirse en un verdadero dolor de cabeza. Cada enero la ciudad de Las Vegas es invadida durante una semana por esta mega feria, que en su última edición contó con más de 4.500 stands —incluyendo desarrolladores, fabricantes de hardware, startups y compañías de renombre— y 180.000 asistentes que llegaron desde 150 países diferentes para echar un vistazo al futuro. Tal envergadura está en sintonía con la industria que representan: se calcula que en 2018 el universo de la tecnología para el consumidor facturó solo en los Estados Unidos US$ 398.000 millones. Es un negocio que nadie quiere perderse y en donde la sorpresa y la innovación son valores centrales, incluso si se trata de prototipos de dispositivos que nunca ven la luz o que sufren profundos cambios a la hora de fabricarlos en serie. Pero no todas son promesas: en el pasado en la CES se han presentado productos que terminaron revolucionando el mercado hogareño, como el primer teléfono portátil del mundo, las videograbadoras de uso casero, los reproductores de CD, la tecnología del DVD y, más cerca en el tiempo, el Blu-ray y la televisión de alta definición. Este crecimiento que fue viviendo, sobre todo en la última década, obligó a que la feria ocupara más y más espacio. A los dos pisos de las tres alas del Centro de Convenciones de Las Vegas, que con sus 800.000 metros
cuadrados suele ser suficiente para las ferias tradicionales, en el último tiempo se sumaron los salones de dos hoteles más, haciendo que en la edición de 2019 hubiesen más de 975.000 metros cuadrados de stands, algo virtualmente imposible de recorrer en los cuatro días que dura el encuentro. Y es que entre los productos que se podían conocer había varios autos, con todo un sector al aire libre destinado a demostraciones de vehículos autónomos; el imponente “taxi aéreo” de Uber, una suerte de helicóptero futurista, máquinas agropecuarias y hasta un yate. Además de lo gigantesco e imponente de las salas, tuvieron lugar 250 conferencias con variados anuncios. Si bien es común que se presenten prototipos y tendencias más que productos terminados, muchos especialistas creyeron que en esta edición hubo pocos productos que realmente llamaran la atención y que abundaron las promesas. “Fue sin dudas un año apagado para el CES. Tomemos los anuncios de televisión, por ejemplo. Básicamente, todo lo que grandes compañías tenían para mostrar era que los conceptos que lanzaron el año pasado iban a estar a la venta este año”, escribió el periodista estadounidense Adam Clark en el influyente sitio Gizmodo. En un artículo demoledor, calificó de "aburrida y triste" a la feria. A excepción de algunas barras de sonido minimalistas con subwoofer incorporado de Sony y las revolucionarias pantallas de OLED de LG que se enrollan, él no encontró ninguna tecnología realmente innovadora, como era común en el pasado. Al parecer incluso los cambios “disruptivos” tienen un techo y no podemos esperar que cada enero lancen algo que nos deje con la boca abierta. De hecho, todos los fabricantes de televisores presentaron su oferta de modelos para tecnología 8K, que promete una definición y unos colores nunca antes vistos pero hoy no solo no hay películas ni programas de TV en 8K sino que para el ojo humano es difícil de distinguir a simple vista del 4K. ¿Y si un día descubrimos que esta ultra alta definición no es más que el viejo traje del emperador y todos terminamos convencidos de lo que no vemos? Muchos creyeron ver una autocrítica en las dos conferencias que inauguraron la feria, en donde se analizó sin tapujos a la gran vedette tecnológica de estos últimos años, la inteligencia artificial (IA). I.P. Park, presidente y CTO de LG Electronics, habló durante una hora sobre cómo hay que repensar la IA, lejos de las promesas actuales que ofrecen una visión demasiado conformista y esperanzadora. Para el ejecutivo, es necesario trabajar en los próximos años en tres pilares — evolución, conexión y apertura— para lograr un ecosistema robusto con diversas soluciones para el mundo real. “¿La tecnología está mejorando tu vida? En los últimos 100 años, electrodomésticos como refrigeradores, lavadoras y aspiradoras han reducido el tiempo dedicado a las tareas domésticas en alrededor del 75 por ciento, pero la cantidad de trabajo cognitivo involucrado ha aumentado significativamente. La respuesta está en el AI, pero solo si podemos alcanzar la verdadera inteligencia”, aseguró. Esa “verdadera inteligencia” se debe medir en si los dispositivos pueden repararse a sí mismos o predecir fallas; si logramos que todos los productos de la casa interactúen entre sí, más allá de las marcas o modelos y si se comienza a trabajar con código abierto, para evitar que haya tecnología propietaria que limite nuestras posibilidades. En esa misma línea, la CEO de IBM, Ginni Rometty, dio una conferencia de una hora en donde llamó a tomarse en serio el impacto de la IA. Para ella, “el 100 por ciento de los trabajos” cambiará con la incorporación de algoritmos cognitivos en todas las industrias; que es un deber tanto de las corporaciones como de los Estados prepararse para estos cimbronazos que impactarán profundamente en la economía. Para la eje-
Los lanzamientos disruptivos tienen un techo y no podemos esperarlos cada enero.
cutiva vamos camino a una nueva era para la IA, que llamó "amplia" o de “Deep Data”. En su discurso explicó que hasta ahora se trabajó en una IA “estrecha”, que aprende a realizar tareas puntuales o análisis en un campo determinado. El siguiente paso, mucho más relevante, es lograr que los algoritmos y el procesamiento cognitivo se acerquen más a los procesamientos que realizamos los humanos, con menos información estructurada y más cruces de campos. “Apenas uno por ciento de los datos que generamos está siendo analizado en ese momento. No hablo de datos confidenciales o secretos, sino de datos que se desperdician con los sistemas tradicionales. Y que, cuando comenzás a explotarlos, ocurren cosas mágicas. Pero para eso debemos reconocer que entrenar modelos ya no es suficiente, que la inteligencia artificial debe ser escalable y hacerse más económica, y que la cosa no va en hacerla la más precisa, sino la más confiable”, detalló. Pero esto no será pronto: quedan muchas décadas de trabajo para alcanzar estos objetivos. Tal parece que el futuro será inteligente pero no tan inteligente como creíamos. Esta crítica de los CEO de dos de las compañías tecnológicas más importantes a escala global sorprendió a muchos, porque la IA es la gran apuesta de los últimos años y fue el plato fuerte de los anuncios de empresas como Google, Intel o Facebook. Tal vez sea el comienzo de cambios profundos para la feria, que está organizada por la Consumer Technology Association (CTA). Su presidente es Gary Shapiro y sorprende la omnipresencia de su nombre y de su cara en cada uno de los stands. Es un personalismo poco frecuente en este tipo de encuentros y que genera sorpresa. De hecho, además de dar una de las keynotes más importantes de la CES, se reservó otro discurso para hablar de su trabajo en CTA y hasta armó un "club de lectura" con su último libro, titulado “Ninja Future”. Este culto a su persona, sin embargo, no es tan grave si se tiene en cuenta el escándalo que se desató en la CTA días antes de empezar este gigante encuentro. Previo a la apertura oficial de la feria, la Asociación suele premiar a los productos más destacados. Entre los gadgets premiados estaba Osé, un juguete sexual íntimo para mujeres. Creado en el laboratorio de robótica de la universidad del estado de Oregon, utiliza un tipo especial de polímero y de vibración que es casi indistinguible de la piel humana. Luego del anuncio de los ganadores, se montó una exhibición de todos los productos premiados… pero Osé brillaba por su ausencia tras haber sido considerado “inmoral, obsceno o indecente”. Esto hizo estallar a la CEO de la compañía, Lora Haddock, quien señaló que no solo se habían premiado juguetes sexuales en el pasado, sino que también hay toda una categoría de productos de Realidad Virtual para porno. La única diferencia: siempre habían sido gadgets para hombres. "Si se trata de dispositivos para el placer del hombre, son permitidos y premiados. Pero si hablamos del placer femenino, es considerado inmoral, obsceno o indecente”, aseguró la ejecutiva a la prensa. A pesar del escándalo, no hubo cambios y la CTA se mantuvo en su posición que muchos llamaron conservadora. Exageraciones, anuncios poco claros, stands inabarcables, personalismo y sexismo… quizá sea hora de que la CES comience a pensar cómo reconvertir esta feria que ya superó el medio siglo pero que pide cambios a gritos.