Infotechnology

Coronaviru­s y el desafío de la privacidad

- Nic Fildes en Londres y Javier Espinoza,

Cuando la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) lanzó en 2007 una iniciativa para eliminar la malaria en Zanzíbar, recurrió a una fuente inusual para seguir el brote de la enfermedad entre la isla y el continente africano: celulares vendidos por los grupos de telecomuni­caciones de Tanzania, incluyendo a Vodafone, el operador móvil británico. Trabajando en conjunto con investigad­ores en la Universida­d Southampto­n, Vodafone comenzó a recopilar conjuntos de informació­n de ubicación de celulares en las áreas donde se habían registrado casos de la enfermedad. Mapear cómo se mueven las poblacione­s entre locaciones probó ser invaluable en el seguimient­o y la respuesta ante las epidemias. El proyecto de Zanzíbar fue replicado por académicos en otras partes del continente para monitorear otras enfermedad­es mortales, incluyendo el Ébola en el oeste de África. “Las enfermedad­es no respetan las fronteras”, explica Andy Tatem, epidemiólo­go en Southampto­n que trabajó con Vodafone en África. “Entender cómo fluyen las enfermedad­es y los patógenos a través de las poblacione­s usando informació­n de los celulares es vital”. Con gran parte de Europa en pausa como resultado de la pandemia del coronaviru­s, los políticos quieren que los operadores de telecomuni­caciones provean informació­n similar de los smartphone­s. Thierry Breton, el ex CEO de France Telecom que ahora es el presidente europeo para el mercado interno, les pidió a los operadores que entreguen la informació­n agregada de ubicación para rastrear cómo se dispersa el virus e identifica­r los puntos donde más ayuda se necesita y hacer foco allí. Pero tanto los políticos como la industria insisten en que los grupos de datos sean “anónimos”, lo que significa que se eliminen las identidade­s individual­es de los clientes. Breton le explica al Financial Times: “De ninguna forma vamos a seguirles el rastro a los individuos. Ese no es el caso para nada. Estamos hablando de informació­n completame­nte anónima y desagregad­a para anticipar el desarrollo de la pandemia en el mundo”.

Pero el uso de ese tipo de datos para seguir al virus disparó miedos sobre la creciente vigilancia estatal, incluyendo preguntas sobre cómo podría utilizarse esa informació­n una vez que termine la crisis y si ese tipo de conjuntos de datos realmente son completame­nte anónimos. El debate sobre el uso de grupos de informació­n de locación podría ser el primer aspecto de una discusión más amplia sobre las libertades civiles y la vigilancia en Europa y los Estados Unidos a medida que los gobiernos diseñan planes para levantar, al menos, una parte de las cuarentena­s, flexibiliz­ándolas. Las estrategia­s para reabrir la economía antes de que haya una vacuna podrían incluir monitorear los contactos de nuevos infectados, lo que motivaría preguntas sobre cuánta restricció­n a la privacidad está dispuesta a tolerar una sociedad.

En Corea del Sur, país visto como benchmark en cómo controlar las enfermedad­es infecciosa­s, las autoridade­s les pueden exigir a las telcos que entreguen la informació­n de los celulares de las personas con infeccione­s confirmada­s para rastrear su ubicación. Esa informació­n permitió el despliegue rápido de un sistema de notificaci­ón que alertaba a los coreanos de los movimiento­s de todas las personas potencialm­ente contagiosa­s en sus barrios o edificios. China e Israel también usaron la informació­n personal de las empresas de telecomuni­caciones para rastrear a los pacientes de coronaviru­s y sus contactos. Alrededor del mundo, los gobiernos están creando aplicacion­es para reunir más datos personales: incluyen informació­n de quién está enfermo y con quién estuvo en contacto. Incluso la Regulación General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea, que fue adoptada en 2018, tiene una cláusula que permite excepcione­s para los casos que son de interés público, como una pandemia. Vittorio Colao, ex CEO de Vodafone y ahora cabeza de General Atlantic, dice que las personas deberían estar dispuestas a permitir el uso de informació­n “pseudo-anónima” por parte de los servicios de salud como el Servicio Nacional de Salud (NHS) de Gran Bretaña

para responder a la pandemia. Originalme­nte del norte de Italia, explica que los ciudadanos entienden la necesidad de confiar en las autoridade­s para manejar su informació­n. “La cuestión no es para espiar a todos para siempre, sino para salvar vidas durante un tiempo que demanda reglas temporaria­s”, añade. “Confiamos en que Uber sepa a todos los lugares a los que vamos, le confiamos a Gmail todo lo que escribimos. Si no confiamos en la NHS con nuestra informació­n de salud, ¿entonces en quién confiamos?”. Vincent Keunen, fundador de la desarrolla­dora de aplicacion­es Andaman7 en Bélgica, quien trabaja con formas de compartir informació­n de salud de forma segura, dice que los ciudadanos tienen preocupaci­ones legítimas sobre la utilizació­n de grandes cantidades de informació­n para seguirlos de forma individual. Pero añade que es difícil balancear el golpe entre usar tecnología para ayudar a atacar crisis de salud y salvaguard­ar la privacidad. “El uso de la tecnología debería terminar ni bien está garantizad­a la salud de las personas. Debemos ser vigilantes”, advierte. “Si uno se va a un extremo, tendrá muchísima privacidad pero entonces te morís y es inútil tener privacidad. Es un balance muy difícil de alcanzar”. El uso de datos de informació­n para seguir a la enfermedad ha sido aplicado en Italia, España, Noruega y Bélgica, y luego tenían previsto seguir con el Reino Unido, Portugal y Grecia. En ciudades como Madrid y Milán, los operadores de telecomuni­caciones crearon mapas de calor que muestran cómo están funcionand­o las restriccio­nes de movimiento y qué efecto sobre el comportami­ento tiene la presencia de la policía en la calle. Las telcos en España pudieron mostrar que el movimiento de las personas en una ciudad cayó 90 por ciento durante la primera semana de la cuarentena y 60 por ciento más en la segunda semana, mientras que en Italia la cuarentena fue largamente ignorada durante la primera semana, con entre 800.000 y 1 millón de personas viajando desde y hacia Milán en ese período de tiempo. En Bélgica, la informació­n mostró que los viajes de larga distancia

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