ALTA EN EL CIELO
El proyecto de un amante de los drones para recuperar la simetria de las cosas se viralizó. El fotógrafo cuenta su experiencia, y sus tips, en primera persona.
Siempre tuve una obsesión con la simetría y las perspectivas. No sé de dónde salió. Quizás de ese disfrute de las matemáticas que tenía cuando era chico, no tan común en el resto de mis compañeros. De terminar de resolver una ecuación y saber que yo mismo podía corroborar si estaba bien resuelta. De abajo para arriba y de arriba para abajo tenía que dar lo mismo, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Hoy todo tiene que estar perfectamente centrado tomando como referencia esa línea imaginaria, la misma que divide una ecuación matemática: mis muebles, mis presentaciones de Powerpoint para el trabajo y, sobre todo, mis fotos. Hace algunos años empecé a seguir varias cuentas de Instagram de fotografía y muchas de ellas eran de fotos sacadas con drones. Tengo el like bastante fácil, pero si la foto era de un plano cenital, ese “me gusta” era casi automático. Me había dado cuenta de que con un drone podía ver las cosas de otra manera. Un compañero de trabajo me dijo que él se había traído uno de los Estados Unidos y que nunca lo había usado: al día siguiente le llevé la plata, antes de que se arrepintiera (o de que me arrepintiera yo). Los primeros vuelos los hice —con bastante miedo— en zonas muy abiertas como parques o campos. La primera
foto que subí fue de una cancha de fútbol en una plaza de Caballito. Mientras me preguntaba a qué le quería sacar fotos, empecé por los lugares comunes y más conocidos: la flor (Floralis Genérica), la Facultad de Derecho, el Jardín Japonés, o el mismo Obelisco. De a poco me di cuenta de lo mucho que disfrutaba este nuevo hobby y que tenía que hacerme lugar para hacerlo por lo menos una vez por semana. No era específicamente el vuelo en sí, sino todo el proceso: pensar el lugar, pensar la foto, volar, buscarla, sacarla, editarla, compartirla. Un sábado en el que no tenía nada planeado agarré el auto al mediodía, levanté a un amigo por su casa y a las cuatro de la tarde estábamos en Tigre para sacarle fotos al atardecer y al Parque de la Costa. Había recordado que una de las montañas rusas tenía forma de dos ochos.
La primera anécdota no tardó en llegar: quería sacarle fotos a un cruce de autopistas y me fui a Constitución con mi amiga Sol. Había encontrado los planos que quería, y cuando el drone estaba arriba nuestro, listo para hacer su descenso manual, se me ocurrió sacarnos una selfie aprovechando lo poco que quedaba de batería. Sin embargo, cuando estaba por agotarse, el drone decidió volver por sí solo al punto de origen, a lo que yo dije “ok”, total estaba arriba nuestro. Error: la posición inicial había sido mal geolocalizada, el drone se alejó y comenzó a descender en medio de la
Avenida 9 de Julio. En un último rapto de lucidez, mientras por la cámara veía pasar las cabezas de los conductores de los autos, me di cuenta de que estaba muy cerca de un triángulo pintado en el piso que separaba la bajada de la autopista de la avenida y lo moví un metro para aterrizar justo ahí. Inmediatamente salí corriendo, aunque no tenía visión directa de donde había aterrizado, y cuando logré divisarlo, lo vi ahí, solo, reposando en el asfalto mientras le pasaban autos a medio metro a ambos lados. Las pulsaciones quedaron aceleradas por un par de horas, pero todo era parte del aprendizaje del manejo.
Pasaron los vuelos en la ciudad y llegó el primer viaje: Salta y Jujuy. Estadía corta y un único día de excursiones con la presión de tener solo dos baterías para aprovechar. ¿Cómo saber si el camino de la cornisa por dónde fuimos a la ida estaba bueno con vista cenital o si algo mejor venía después? Finalmente, y luego de fotografiar el cerro de los siete colores, llegó el cierre del día en las Salinas Grandes en Jujuy, y toda la espera y ansiedad cobró sentido en el aire. A la vuelta, en la primera salida saqué dos de mis fotos favoritas: el Hospital Naval de Caballito y el Palacio Alcorta en Barrio Parque. Simetría. Era por ahí. Disfrutaba de ver la perfección de distancias y el orden entre las ventanas del primero. Sin embargo, lo que me volaba más la cabeza era que esas fotos las había pensado antes: quería una foto que perfectamente podrían seleccionar para @accidentallywesanderson, mi cuenta favorita de Instagram.
380 mts Lo más alto que llegó uno de los drones de la foto para retratar Puerto Madero.
Ese mismo día empecé a hacer un listado de lugares y edificios a los que les quería sacar fotos, imaginando previamente el plano que quería lograr. Todas esas imágenes en mi cabeza cumplían con los mismas requisitos: planos cenitales, frontales o en perfecta perspectiva. Había encontrado el qué y el cómo. Comencé a visitarlos, empezando por el Hotel Four Seasons y el edificio conocido como “el Rulero”. Agrandé esa lista anotando algunas ideas como “ventana del medio del edificio de
YPF” o “Biblioteca Nacional en tres partes”. Además, me pregunté qué tan alto podía llegar el drone y cómo se verían las torres de Puerto Madero desde allá arriba. El fin de semana siguiente lo llevé más alto que nunca: 380 mts. Con cada vuelo encontraba historias nuevas, como las fotos del edificio Mirafiori sobre la avenida 9 de Julio. Un par de días antes habíamos tenido una reunión ahí con la agencia para la cual trabajo y no pudimos cerrar el cliente. Días después pensé “algo me tengo que llevar de ahí”. Me había sorprendido el frente de ese edificio y volví el sábado a la mañana. Ese mismo día, con ganas de sacarle fotos a un puente, me fui hasta la boca para ver cómo era el Puente Avellaneda desde otra perspectiva. Seguí sacando más fotos. Aprendí a mirar para arriba todo el tiempo, a hacerme preguntas que antes no me hacía e imaginarme posibles vistas. Dejé de sacar fotos por la cuarentena y ahora acá estoy, en casa, desesperado por salir a buscar un nuevo edificio, un nuevo puente, una nueva forma de ver algo que ya vi un millón de veces, una nueva perspectiva. Esa misma perspectiva con la que vamos a ver este encierro en unos años. Solo a la distancia lo vamos a poder entender y va a quedar lejano, chiquito y melancólico como una postal de cajón.
US$ 300 El precio de base de un drone. En la Argentina, arrancan en $ 6.000 y llegan a los $ 300.000.
La replicación de Data Center es un elemento clave para las empresas con conectividad crítica en el transporte y resguardo de datos de gran volumen. Permite poner a salvo el almacenamiento de datos ante la necesidad imprevista de recuperarlos en situación de emergencia. Aún más en contextos como el actual, un escenario global en el que el aumento de las gestiones virtuales y de la necesidad de protección de la información se instalaron con fuerza. Con esa visión, Banco Galicia contrató a Metrotel para la replicación de data center y Guido Doberti, Gerente de It/telecomunicaciones del banco, brinda su mirada y experiencia como usuario de la herramienta en estos años, remarcando su importancia y el diferencial del servicio de Metrotel con respecto a otras compañías.
Para Doberti, la clave es la proactividad, sobre todo el nivel de atención al cliente, tanto en la venta como en la postventa, e incluso en el soporte técnico. “Ahí es donde más diferencia notamos con respecto a otras empresas de telecomunicaciones. Metrotel tiene un programa de mantenimiento constante. Permanentemente el equipo técnico está contactándonos para coordinar actividades de mantenimiento”, evalúa. El ejecutivo comentó incluso cómo superaron inconvenientes. “Ante la menor situación, aunque no revista de gravedad, ya recibimos un contacto. A veces, realizando pruebas o alguna maniobra de mantenimiento, desconectamos una interfaz y no pasa ni un minuto que ya nos están llamando. Se nota que hay alguien que está mirando que no nos pase nada, de eso se trata un servicio”, relata. Como referente en soluciones de alta complejidad para empresas, Metrotel cuenta con el servicio de replicación de data center a través de su red de fibra óptica, que tiene más de 3600 kilómetros. Según explican en la compañía, para ampliar la capacidad de esa red Metrotel
recurre a la tecnología DWDM (Dense Wavelength Division Multiplexing). Se trata de una técnica de transmisión de señales a través de fibra óptica, que puede multiplicar el ancho de banda efectivo, así como facilitar comunicaciones bidireccionales. Se dieron tres factores clave para la elección del proveedor por parte de Banco Galicia, hace ya dos años. Según explica Doberti, “fueron los más flexibles a la hora de disponer de los recursos que nosotros pedíamos, la historia que tenían brindándonos otros servicios y, por último -pero no menos importantela recomendación de los pares, ya que este es un servicio sumamente crítico”. La implementación del servicio es, en realidad, un segundo paso. Como parte de su estrategia, Metrotel realiza primero un perfil de cada cliente, permitiendo la customización de la solución requerida. Se busca así ir un paso más allá de la experiencia del usuario. Hernán Ballve, CEO de Metrotel, revela por qué en la mirada del usuario es tan importante la proactividad y el seguimiento: “Tenemos más de 20 clientes con este producto, de los cuales más del 70% pertenece a banca y finanzas. Esto se debe a que, para ellos, es de primera necesidad que nunca se les caiga el servicio”.