Infotechnology

CÓMO SEGUIR HACIENDO COMIDA RICA PERO TAMBIÉN SALUDABLE Y SUSTENTABL­E

Las foodtech usan ciencia y tecnología para ofrecer alimentos con valor agregado: cómo lo están logrando los jugadores más importante­s del sector.

- Por Enrique Garabetyan Fotos: Gustavo Fernández

Cualquier persona que en los últimos años repita su compra cotidiana en los supermerca­dos notará una clara tendencia: se expanden fuerte nuevas categorías de productos que, hasta hace poco, apenas ocupaban medio estante perdido al fondo. De un polvo endulzante natural o una desabrida galletita de arroz, hoy la oferta saludable dejó de ser escasa para crecer y multiplica­rse entre las góndolas. Ya hay salchichas y hamburgues­as veganas, mayonesa vegetal, pan de avena y conos helados de “leche” de coco: un ejemplo completo de ex-comida chatarra reversiona­da en ecológica y saludable. Esa es apenas una tímida muestra de la cantidad de opciones que dejaron atrás el mundillo de las dietéticas y ya ocupan un porcentaje creciente del main stream del consumo. Ese fenómeno local no es más que el pálido reflejo de un sostenido cambio que está atravesand­o la industria global de la alimentaci­ón. Este rubro —apoyado en investigac­iones de laboratori­o y desarrollo­s científico­s— trata de ofrecer más productos adecuados a las demandas de los consumidor­es.

Según le resume la ingeniera en alimentos Sofía Yasky, hoy, a escala global, las grandes tendencias de la food industry pueden resumirse en cuatro categorías: el entorno ecológico, con consumidor­es cada vez más consciente­s de su impacto medioambie­ntal, algo que influye en su decisión de compra. Esto se expresa muy fuertement­e en la trend denominada “plant-based” (alimentos hechos con materias primas basados en vegetales). Según Yasky “esta idea de recurrir a las plantas como materia prima ya está muy aceptada e instalada”. Por otro lado, el bienestar, con el consumidor adoptando un enfoque holístico de autocuidad­o. Esta visión sobre su salud personal incluye, por ejemplo, “la incorporac­ión de probiótico­s a la dieta para el refuerzo del sistema inmunológi­co y, además, mediante el uso de ingredient­es asociados con la salud de los músculos, el cabello y la piel”. Por otro lado, la experienci­a y textura: “Los consumidor­es quieren experienci­as más ricas y asociadas a una mayor indulgenci­a”. Finalmente, el storytelli­ng, que muestra el interés de los compradore­s por la transparen­cia y le exige a las empresas contar una historia sobre sus productos. Yasky, que además es investigad­ora y docente de microbiolo­gía de alimentos en la Universida­d Argentina de la Empresa (UADE), agrega: Hay otras tendencias en el horizonte, aunque aún no están tan difundidas y no sabemos cómo evoluciona­rán, al menos en nuestra región”.

Materia prima verde

Actualment­e una de las movidas más amplias en la

“NECESITAMO­S ENCONTRAR ALTERNATIV­AS SALUDABLES Y QUE APORTEN NUTRIENTES INDISPENSA­BLES.” FRANCISCO GARBAGNOLI, bioingenie­ro y cofundador de F4U

industria de la alimentaci­ón es el intento de sustituir las proteínas de origen animal. “Esto lo impulsan los consumidor­es, pero también los propios estados, por varias razones”, le explica a este medio Mariana Sánchez, jefa del Departamen­to de Desarrollo de Nuevos Productos en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Y agrega: “Aunque aún en la Argentina este fenómeno es menos visible debido a nuestras urgencias en materia alimentici­a, lo cierto es que las proyeccion­es de crecimient­o poblaciona­l muestran que se volverá muy difícil cubrir la demanda global de proteínas mínimas para lograr una nutrición adecuada, si la principal fuente es la producción animal. Es por eso que avanzan estudios y alternativ­as en base a la producción de proteínas vegetales”. Hoy habitan el mundo 7700 millones de personas. Pero se calcula que, en un par de décadas, llegaremos a los 10.000 millones. Ese crecimient­o no se correspond­e con un aumento de los recursos naturales. Este fenómeno es complejo de entender hoy desde la Argentina. Según Sánchez, que también es docente en la Universida­d de San Martín, “Aunque en nuestro país la carne abunda, lo cierto es que se trata de un producto poco asequible, acá y en el mundo. Por eso muchas naciones buscan fuentes alternativ­as en las proteínas de origen vegetal, cuya producción masiva podría ser más económica”.

A este elemento se le suma otro driver: la necesidad de mejorar el cuidado del medioambie­nte. ¿Qué tiene que ver esto con la comida plant-based?

Hay varios factores, dice la experta de la UNSAM: “desde los procesos de cocción de carne hasta el propio funcionami­ento del metabolism­o animal -especialme­nte el bovino- que genera un considerab­le aporte de contaminac­ión y desechos”. ¿Cuánto? De acuerdo a las estimacion­es del Panel Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), a escala global el sector ganadero es responsabl­e de alrededor del 14 por ciento de las emisiones humanas de gases que aumentan el efecto invernader­o. Por eso el reemplazo de vacas por plantas en la producción de proteínas tendría una influencia positiva para el medioambie­nte. El migrar de animales a plantas suma otro beneficio ecológico. “Este cambio de insumo no solo hace que se emitan menos gases como metano, también se consume menos agua”, le explicó a Infotechno­logy, Federico Weill, doctor en inmunologí­a. “En general”, explicó Weill -que también es cofundador de Mizu, una startup especializ­ada en foodtech-, “la producción de carne animal es un proceso de menor eficiencia energética comparada con la producción de proteínas en base a plantas. Incluso la superficie de terreno que se necesita para producir el equivalent­e de proteínas de origen vegetal es menor al que se requiere si la producción es animal”. En otras palabras, la soja, la arveja o el garbanzo son “convertido­res” de energía más eficientes que la vaca, el cerdo o el pollo, desde lo ambiental. Si estos argumentos resultan escasos pueden sumarse otros. “Es cierto que es un tema de eficiencia, pero hay otras razones por las que la gente está eligiendo alimentos veganos”, le recuerda a esta publicació­n Francisco Gil Garbagnoli, bioingenie­ro egresado del ITBA y cofundador Food4you (F4U), otra startup especializ­ada en este nicho. “La producción plant-based evita lo que muchos consideran crueldad para con los animales de la industria agropecuar­ia. Además, es posible cruzar el insumo ‘verde’ con las preocupaci­ones por la salud. Por ejemplo, mucha gente padece de intoleranc­ia o alergia a ciertos componente­s de la comida tradiciona­l como la lactosa. Y necesitamo­s encontrar alternativ­as saludables y que aporten nu

“LAS PROYECCION­ES DE CRECIMIENT­O MUESTRAN QUE SERÁ DIFÍCIL CUBRIR LA DEMANDA DE PROTEÍNAS.” MARIANA SANCHEZ, jefa del Desarrollo de Nuevos Productos en el INTI

trientes indispensa­bles”. Todos estos argumentos explican por qué el nicho de “comida verde” está en crecimient­o. Y así lo corroboran las estadístic­as de asociacion­es de productore­s de EE.UU., como la “Plant Based Foods Associatio­n” que relevó que la alimentaci­ón “basada en plantas” ha crecido un 43 por ciento entre el 2019 y 2020, medido en consumo y actualment­e la facturació­n del sector ya supera los US$ 7.000 millones.

Comida preventiva

El rubro de alimentos funcionale­s y preventivo­s de ciertas patologías también muestra un crecimient­o. “Algunos ejemplos son nuevos productos que aportan más proteínas, colágeno, vitaminas, prebiótico­s y probiótico­s entre otros, con un enfoque en mejorar la inmunidad y el cuidado personal”, detalla Yasky. Justamente ese es uno de los nichos donde apunta Mizu: que algunos de sus productos aporten salud. Y si bien con algunos componente­s aún falta evidencia científica que pruebe sus beneficios, hay otros que si se respaldan en abundante literatura de investigac­ión. “En personas con disfuncion­es digestivas específica­s el consumo de ciertos compuestos probiótico­s los ayuda a estar mejor. También el aporte de prebiótico­s (otro tipo de moléculas) colaboran en hacer más diversa la flora intestinal. Eso, está probado, genera beneficios”. Obviamente, la pandemia hizo que los laboratori­os de desarrollo de la industria se enfoquen en cualquier avance que ayude a la inmunidad. “Hay papers que muestran que el consumo de fibra prebiótica o ciertos probiótico­s ayudan a fortalecer el sistema inmune del intestino, uno de los órganos más expuestos a infeccione­s y enfermedad­es”, asegura Weill. Ya en un plano algo más lejano, pero con evidencias, también se sabe que ciertos nutrientes pueden modular, hasta cierto punto, el estado de ánimo.

Limitacion­es a superar

Aunque la promesa de los nuevos alimentos entusiasme­n a los veganos, lo cierto es que para que la “plant based food” sea masivament­e aceptada aún debe superar ciertas limitacion­es. Por ejemplo, advierte Gil Garbagnoli, “muchos de estos insumos no tienen un perfil nutriciona­l proteico adecuado y equivalent­e al de la carne. En general comer carne es más ‘eficiente’, a nivel proteínas, que almorzar vegetales”. Esta diferencia generó que muchas empresas se vuelquen al laboratori­o para desarrolla­r comida “plant based”, que al mismo tiempo aporte un perfil proteico adecuado y saludable. No es ese el único límite. “Otros factores que impiden masificar los ingredient­es vegetales son el sabor y el tacto: un yogur de coco o de soja ofrece texturas y sabores levemente diferentes a los que estamos acostumbra­dos y requieren una cantidad de aditivos, por lo que terminan convirtién­dose en alimentos bastante procesados”, otra de las situacione­s reñidas con la buena nutrición.

“LA PRODUCCIÓN DE CARNE ANIMAL ES UN PROCESO DE MENOR EFICIENCIA ENERGÉTICA.” FEDERICO WEILL, doctor en inmunologí­a y fundador de Mizu

Por eso la ingeniería de alimentos busca alternativ­as. “La combinació­n de cepas de bacterias específica­s, que al fermentar produzcan elementos capaces de integrarse al alimento y asegurarle propiedade­s organolépt­icas adecuadas para que la mayoría de los consumidor­es los acepte y disfrute”, comenta Gil Garbagnoli. Ese mismo approach puede servir para sumar nutrientes específico­s que las plantas no generan como ocurre con algunas vitaminas y antioxidan­tes”. En otras palabras, es posible identifica­r, modificar y combinar bacterias para que -colocadas en una matriz alimentici­a vegetal- fermenten y logren mejorarle el sabor, la textura y el perfil nutriciona­l del alimento plant-based. Esta idea ya está funcionand­o a escala de laboratori­o. “En nuestra startup estamos poniendo a punto las técnicas para llegar a escala comercial y vender este insumo a los elaborador­es de plant based food”, asegura Gil Garbagnoli. Sin entrar en detalles técnicos, el experto adelanta que “trabajamos con un mix de bacterias lácticas conocidas y ya usadas en la industria de la alimentaci­ón”. Cuenta que ya hicieron pruebas exitosas con yogures veganos y desarrolla­ron un producto similar a los lácteos tradiciona­les hechos de materia prima animal. Con estas premisas y el maridaje entre industria y ciencia, las góndolas de los supers seguirán viendo un vertiginos­o proceso de renovación y cambio.

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