LA FALLIDA EXPERIENCIA DE SECOND LIFE
Los usuarios, o “residentes”, accedían a Second Life — creada en 2003 por Linden Labs— mediante una interfaz llamada visores (viewers, en inglés) que le permite interactuar con otros usuarios a través de un avatar (una versión dentro del mundo virtual de esa persona). Las empresas invirtieron miles de dólares en comprar islas (lugares propios dentro del mundo virtual), y en equiparlas a la espera de los visitantes que nunca terminaron por llegar. En su mejor momento tuvieron presencia la tienda de ropa online American Apparel, la cadena hotelera Starwood & Resorts, así como empresas de la talla de IBM, Dell, Sun Microsystems, Sony, Coca-cola, Nokia, Apple, Mercedes-benz, Nike, Toyota, Reebook o la mismísimo NBA. Hasta bandas como U2 y Duran Duran pasaron por allí. Es que, un poco como ocurre con los juegos en línea actuales, dentro de Second Life circulaba su propia moneda, los “lindens”, una suerte de moneda estrictamente digital sin la parte criptográfica que se esperaba poder aprovechar. Y la Argentina no se podía quedar atrás: en su mejor momento, a mediados de 2007, había 8 millones de usuarios en todo el mundo y miles de ellos eran argentinos. En aquellos momentos, con la conexión a internet más cara que la actual y sin celulares inteligentes, se pensaba que el mundo virtual estaba a la vuelta de la esquina. Y nuestra propia isla, la versión de la Argentina en aquel lugar, se llamaba Argentonia, donde llegó a “levantarse” su propio Monumento a la Bandera. Tanto fue así que el periodista Jorge Lanata tuvo su propia avatar allí y hasta hizo un “duplex” con su programa radial de aquel entonces, “Lanata PM”, que se emitía por las tardes de Radio del Plata. Pero, finalmente, el lugar quedó casi desierto, aunque todavía funciona al día de hoy.