76 ENCUENTRO: LI EDELKOORT
La holandesa Li Edelkoort es un oráculo para la moda. Descubre antes que nadie lo que vendrá. Las consecuencias del fast fashion, el futuro del lujo y el
diseño con identidad, entre sus vaticinios.
Es difícil encasillar a Li Edelkoort: pitonisa, curadora de tendencias, maestra de diseñadores, trend forecaster son algunas de las caracterizaciones que le caben. La holandesa, nacida en 1950, es directora de Trend Union, una compañía con sede en París dedicada a pronosticar lo que se viene en la industria, y editora de las revistas View on Color, InView y Bloom, herramientas imprescindibles para todos los que se dediquen al diseño. Su campo de acción es amplio y comprende desde lo que se verá sobre las pasarelas hasta qué tipo de bebidas tendrá éxito entre los consumidores.
Su trabajo podría pensarse como el de una médium: captar a través de sutiles señales lo que las empresas deberán ofrecer al público. “Es un proceso permanente. Siempre hay algo que me hace poner los pelos de punta… Un video, una obra de arte, todo va a mi archivo. Es una especie de ejercicio de arqueología pero al revés. Colecciono los fragmentos y de repente aparece una imagen o un
pensamiento de lo que debería hacer”, contó en Buenos Aires, ciudad a la que llegó invitada por la empresa textil el Espartano para dar una clase magistral en el marco de las charlas YarnTalks. Su increíble intuición, asegura, es una habilidad en progreso. “Desde que empecé mi carrera decidí que la cultivaría a través de la escucha, incluso cuando no comprendo, porque la solución viene después. Creo que es la forma que tenemos para conectarnos con el universo; las ideas son de todos, lo que las hace únicas es la manera de desarrollarlas, discutirlas, ilustrarlas, y embellecerlas”.
Edelkoort emprendió su camino cuando era estudiante y asistió a una conferencia sobre estilismo; entonces se dio cuenta de que era lo suyo. “Mi primer trabajo fue a los 20 años, en una tienda departamental de moda. Armaba las tendencias para los compradores. Las ventas fueron una muy buena escuela para mí: ahí entendí que a veces ponés un color en la vidriera y no funciona, pero uno que tenés guardado en el sótano se agota”. Hay, por supuesto, algo de magia en su métier: las ideas flotan en el aire y ella está ahí para atraparlas. “Trato de ver por adelantado cómo la industria puede ofrecer el color, la sopa, el vino o la fragancia que corresponde”, dice. En cuanto a su método de trabajo, no utiliza imágenes, sino que escribe lo que está buscando y luego su equipo se encarga de ilustrarlo. “Cada temporada me meto en un reino nuevo. Hay que ser muy curioso para dedicarse a esto”.
FOLCLORE SIN BARRERAS
Su último informe de tendencias está dedicado al folclore, que inundará el consumo en los próximos años. Y deriva de una reflexión profunda: “Estaba en un aeropuerto y observé que quienes tenían puesta alguna prenda con un detalle folk se veían mucho mejor que el resto”. Esto la llevó a pensar en las fronteras actuales, cada vez más propensas a cerrarse. “Vivimos en un mundo peligroso, en el que el sentimiento de unidad que teníamos en los años 80 y 90 está perdiéndose. Pero mi objetivo político es señalar que no es así: la gente es gente en todos lados y el folclore lo demuestra. Si no, ¿cómo es posible que en regiones muy distantes se produzcan cosas iguales? Hay algo en nuestro cerebro que nos lleva a sacar las mismas conclusiones, a usar las mismas puntadas, los mismos colores y modelos. Lo que me interesa es lo que nos une, no lo que nos separa. Debemos abrir la cabeza y a los otros, porque somos lo mismo”.
Su pronóstico para el verano 2020 no deja lugar a dudas: un regreso a las técnicas manuales olvidadas (problema que ya había señalado en 2015 en su manifiesto Anti-Fashion, un diagnóstico lapidario sobre el estado de decadencia de la moda), la revalorización del trabajo textil y la necesidad de propuestas más humanizadas, que hermanen a todos los pueblos. Guardas, bordados, motivos étnicos, faldas con volados, delantales, kaftanes y túnicas son algunas de las encarnaciones que veremos pronto en pasarelas y en la calle.
Esta gurú de las tendencias es también una de las pocas voces que se animó a denunciar la crisis del sistema de la moda y la alta costura, que ella considera inevitable. “Están desapareciendo por el fast fashion –dispara–. Además, tenemos mercancías muy malas en espacios que ofrecen música, video, galletitas y café para poder atraer a los consumidores. La verdadera experiencia sería entrar a una tienda con pocas piezas, bien hechas”. Confeccionar responsablemente, a pequeña escala, empoderar a los trabajadores de la cadena productiva enseñándoles a diseñar y recurrir a lo local son algunas de sus propuestas.
En una época donde el único lujo es el tiempo, la moda, según Edelkoort, todavía puede ser una fuente de felicidad. “Desde los 90 venimos escuchando el concepto de lifestyle; se volvió muy importante gastar dinero en la forma en que vivís, hacés deporte, caminás, cuidás a tus animales o decorás tu habitación. El gusto mejoró muchísimo en todo el mundo y todavía hay interés en esa dirección. Pero estamos asistiendo al fin de la expresión. Ya nadie entiende qué es el lujo. Hoy una marca como Balenciaga enfrenta un juicio por copyright de parte de unos fabricantes de souvenirs en Nueva York. Esto demuestra que estamos asistiendo al fin del mundo”, asegura.
Aunque sus conclusiones son sombrías, Edelkoort tiene esperanzas en esta parte del planeta. “Predije que el sur será como una olla a presión, lista para estallar en cualquier momento, llena de energía y buenas ideas. Espero que esto suceda pronto; al menos en Africa ya lo estamos viendo”, explica. Y a la hora de dar un diagnóstico sobre Argentina, no duda: “Siempre estuvo atada a la tradición europea, pero Europa ya no es una referencia de lo que hay que hacer. Este país deberá ver dónde está parado, porque las influencias regionales nunca fueron muy bienvenidas. Hay mucho por descubrir y excavar. Deberán volver a las raíces”.