L’Officiel (Argentina)

108 LECTURAS: DESDE EL SILLON

- Por FACUNDO ABAL Fotos GERMAN ROMANI

Viaje y lectura son una pareja perfecta. Diez libros para sentir la textura de la playa, la humedad del bosque, la placidez de un hotel o el vértigo de una gran

ciudad sin movernos de casa.

La escena se repite año a año. Crece la pila de libros que uno espera leer cuando las obligacion­es den tregua. Los regalados, los prestados, los que se fueron comprando, aun sabiendo que el verano no es eterno y que esas 500 páginas demandarán más de una tarde de siesta. No importa, siempre tranquiliz­a saber que el que se busca con imperiosa necesidad está ahí nomás, al alcance de la mano.

Es hora de desandar mitos: la playa no es buena aliada de los libros. Por lo menos no para los obsesivos que cuidan con devoción egipcia esa edición tan buscada y que durmió todo el año al calor tibio del velador de la mesa de luz. Someterla a la arena, el sol y el viento no puede ser otra cosa que un ejercicio de fetichismo invertido. Otra contra: los libros pesan. Ni hablar de ese clásico de tapas duras que nunca se leyó, pero que se saca a pasear todos los años porque ahora sí, este verano lo leo. ¿Y qué pasa si la elección de lo que se lleva de viaje fue un fiasco? ¿Si no se puede pasar de las diez primeras páginas porque es un bodrio insoportab­le? ¿Se sigue hasta el final? ¿Se empieza a espiar lo que lee el de la sombrilla de al lado? ¿Se indaga pronto dónde hay una librería cerca con novedades siempre tentadoras? A pesar de las contras del verano, viaje y lectura parece ser un maridaje perfecto. Como sabemos que este año las vacaciones afuera son un privilegio que cotiza en la bolsa, les recomendam­os una serie de títulos, entre clásicos y novedades, para leer sin movernos del sillón más cómodo de nuestra casa.

En La vida descalzo

(Sudamerica­na) Alan Pauls aborda

el verano como un territorio de la infancia que deja marcas, igual que ese arrebato de sol al mediodía que aún hoy recordamos por las pecas que nos dejó en los hombros. De Villa Gesell a Cabo Polonio, la playa también exhibe su dimensión erótica en esos cuerpos semidesnud­os obligados al contacto visual permanente. El sol es el protagonis­ta de este libro, que amenaza la soriasis del autor y desmiente la hipótesis de la piel como superficie de placer. “Aún cuando el sol corre el riesgo, siempre, de complicarl­o todo, mi ideal de playa, ese cristal donde se revela no lo que la playa es, sino más bien lo que yo deseo de ella, es una vulgar apoteosis de lo seco: seca la arena, secos los tablones de madera, secos mis pies, secas las plantas de mis pies, tan encallecid­as por la vida descalza que parecen indestruct­ibles”.

Si queremos tregua al calor agobiante que describe Pauls, pero no queremos abandonar la playa como destino, otra alternativ­a es el ya monumental decir de Guillermo Saccomanno en Cámara Gesell (Planeta). Nos adentramos en los pliegues oscuros de una ciudad turística fuera de temporada, donde aparenteme­nte no pasa nada y a la vez pasa de todo: abusos infantiles, negociados inmobiliar­ios, la complicida­d del poder político local y la espera del verano como una esperanza de salvación que no llega nunca.

Para aquellos que prefieran el sosiego de las arboledas frondosas Walden o la vida en los bosques (Barba de Abejas) es una excelente chance de adentrarse en un ensayo desafiante y subversivo, escrito por Henry Thoreau en 1854. Un filósofo anarquista que rechazó todo sometimien­to y que eligió la vida en los bosques, a través del derecho a una revolución pacífica. “Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para hacer frente solo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquella tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegase mi hora, que no había siquiera vivido”.

Si el viaje es hacia tierras exóticas, sin duda uno de los libros del año es Pequeño país (Salamandra) de Gaël Faye, rapero mestizo y escritor premiado. De una desgarrado­ra belleza, honda melancolía e intenso dramatismo, cuenta la vida de un niño en Burundí, un país perdido al oeste de Africa, que debe marcharse junto a su hermana a Francia, corrido por la guerra. Dos décadas después vuelve y se reencuentr­a con un mundo de sabores, olores e imágenes que pugnan contra el olvido del exilio. Un modo lírico y sensible de pasar una temporada en el continente africano. “Ignoro qué voy a hacer con mi vida. De momento pienso quedarme aquí, ocuparme de mamá y esperar que mejore. El día comienza y tengo ganas de escribir. No se cómo terminará esta historia. Pero sí recuerdo cómo empezó todo”.

De Africa nos podemos ir a

Oriente de la mano de Amélie Nothomb, hija de un diplomátic­o belga, que pasó una larga temporada en Japón y de vuelta nos regaló sus vivencias convertida­s en multipremi­adas ficciones autobiográ­ficas. En La nostalgia feliz (Anagrama) se reencuentr­a con la niñera de la infancia y con el amor de su juventud. “Lo que has vivido te deja una melodía en el

interior del pecho: esa es la melodía que, a través del relato, nos esforzamos en escuchar”, escribe. En Estupor y temblores (Anagrama) cuenta su experienci­a penosa al entrar a trabajar en una gran empresa en Tokio. Un Japón fuertement­e jerarquiza­do, la dificultad de ser occidental y mujer, las humillacio­nes permanente­s y la violencia cotidiana, que la llevarán hasta a tener que limpiar el baño de hombres.

Si de Oriente se trata, una de los hallazgos de 2018 es el libro de la periodista argentina Florencia Grieco En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista (Debate). Una crónica con detalles inéditos del país más hermético y menos visitado del planeta: sin Internet ni comunicaci­ón con el exterior, y con rigurosos controles que limitan tanto la salida de ciudadanos norcoreano­s como el ingreso de extranjero­s. Grieco viajó dos veces a Corea del Norte, conoció la capital y recorrió el interior durante un mes, incluyendo la infranquea­ble frontera con Corea del Sur. El libro incluye más de 150 fotos.

Si tanto exotismo nos abruma, tenemos Cartas berlinesas (Adriana Hidalgo) de José Emilio Burucúa. Dos tomos en donde se relata minuciosam­ente la temporada que el intelectua­l argentino vivió en Alemania como invitado del prestigios­o Wissenscha­ftskolleg de Berlín (conocido como WIKO), una comunidad selecta de mentes brillantes. Burucúa nos ofrece, a través de un nutrido epistolari­o acompañado de imágenes, un recorrido cultural, artístico, histórico, musical, académico, político, y hasta turístico y gastronómi­co por Berlín.

Si nos cansamos de tanto viaje podemos parar en Vidas de hotel (Adriana Hidalgo), una antología de cuentos que tiene como escenario principal cuartos de hotel como símbolo de refugio o de encierro, como lugar secreto para lo prohibido, como morada para lo siniestro o como hogar fuera del hogar. Desde Juan José Saer hasta Chéjov, pasando por Ricardo Piglia, Julio Cortázar, Yasunari Kawabata y F. Scott Fitzgerald. Y para los que no quieren irse tan lejos y siempre extrañan el terruño, imposible pasar por alto a nuestra querida Hebe Uhart con Viajera crónica y Visto y oído (Adriana Hidalgo), donde con su prosa incomparab­le nos regala postales de Córdoba, Formosa, Rosario, los pueblos de la provincia de Buenos Aires o la Patagonia. “Hay turismo rural, religioso, de termas (recuerdo una vez que fui a Coparme y vi salir a multitudes de la laguna del Chancho que es un enorme pozo de barro; salían trepando por las laderas del hoyo todos embarrados, cara y cuerpo; era como un espectácul­o bíblico). No me voy a ir tan lejos para ver gente embarrada; en realidad el de Copahue es turismo térmico-religioso, creen en el barro. Turismo de negocios, ¿cómo será eso? Dinosaurio­s, no, no quiero verlos, ya los sé de memoria y no quiero que ningún guía me señale la vértebra que les falta, yo no me daría cuenta. Tampoco el avistamien­to de cóndores, porque todos dicen: ‹Ahí va, ahí va› y yo pregunto: ‹¿Dónde?› Siempre me los pierdo”.

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Agradecimi­entos: Editorial Adriana Hidalgo, Riverside Agency, Penguin Random House.

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