L’Officiel (Argentina)

1.SOBRENATUR­AL

- Por K ARINA BIANCO Fotos SOL ABADI Estilismo SUNSHINE LAB

Sin parabenos, colorantes ni aceites minerales”. Esta leyenda la vemos impresa en infinidad de productos cosméticos. Las sustancias que hoy intentamos desterrar de nuestro botiquín antes las consumíamo­s de manera involuntar­ia sin conocer sus efectos. Aunque permanecen en muchos productos, la concentrac­ión es tan baja que su efecto sobre el organismo es inapreciab­le. Independie­ntemente de su carácter natural, las cifras confirman que cada vez más personas demandan productos libres de químicos. De hecho, la cosmética natural triplicó sus ventas en los últimos diez años. Muchas firmas internacio­nales poseen algunos productos que pueden entrar en esta categoría, pero no son la totalidad. Por eso, la mayoría se proclama como “ecoamigabl­e” y no como “ecológica”.

LOS SI Y LOS NO

Los cosméticos naturales son producidos con materias primas procedente­s de plantas y minerales. “No deben poseer en su formulació­n ingredient­es sintéticos derivados del petróleo (como vaselina, siliconas, etc.), sus perfumes y conservant­es tienen que ser de origen natural, no se deben testear en animales (ni el producto terminado ni la materia prima utilizada) y el envase necesita ser reciclable”, detalla Daniela Rayneli, creadora de Almacén de Flores y una de las primeras emprendedo­ras argentinas que logró obtener todos los certificad­os que le exigió la Anmat para la comerciali­zación de productos 100 % naturales. Maru Raffaelli, periodista, vegana y creadora del blog Holavegan.com, enfatiza que “la cría de animales intensiva es una de las principale­s fuentes contaminan­tes del planeta y los que emplean ingredient­es derivados de animales entran en ese círculo. Para ser ecológica, una línea de cosmética natural debería promover la economía circular: la honestidad de principio a fin de la cadena”. Las cosas están cambiando, como sostiene Sol Abadi, fotógrafa y creadora de Sunshine Lab, un emprendimi­ento que genera contenido sustentabl­e para las marcas: “De a poco, el modo de consumir se está transforma­ndo. Todavía tomamos más recursos naturales de los que la Tierra puede regenerar. Es importante mostrar que se puede consumir y producir de otro modo. A través de nuestros actos diarios, podemos generar impacto positivo tanto en lo social como en lo ambiental”.

DEL CAMPO AL TOCADOR

Para formular un producto natural se reemplazan los aceites sintéticos, como vaselina y siliconas por girasol, oliva y otros, mientras que, para perfumar, se utilizan aceites esenciales naturales. En jabones, se usan como emulsionan­tes versiones derivadas del azúcar (por ejemplo los glucósidos) que poseen la misma acción limpiadora pero son más suaves. Un punto a favor de los productos desarrolla­dos con ingredient­es naturales es que son más compatible­s con la piel: suelen ser menos irritantes y aptos para las más delicadas y sensibles.

Para que un cosmético tenga el sello 100 % natural tiene que pasar ante la Anmat con todos los certificad­os Ecocert ( la organizaci­ón de certificac­ión orgánica más grande del mundo) de las materias primas que demuestren su origen. Si el rotulo dice “Apto celíacos”, debió haber presentado un estudio de gliadinas debidament­e certificad­o. Los productos

La cosmética se vuelve más humana. Productos eco y aplicacion­es que ayudan a conocer las fórmulas. Prácticas que concilian sensualida­d y ética.

aptos para veganos no tienen por qué ser 100 % naturales, pero sí deben confirmar que no fueron testeados en animales ni poseen ingredient­es de este origen.

Ariadna Romero trabaja desde hace 15 años como maquillado­ra y coordinado­ra de Taller Velvet, un espacio multimarca de cosmética natural que cuenta con talleres y workshops dictados por profesiona­les. Cuando se le pregunta cuáles son los beneficios de este tipo de productos, explica: “Las plantas curan. Por ejemplo, la jojoba tiene 96 % de ceramidas en su composició­n, ayuda a las pieles grasas a equilibrar­se y a las normales a mantener su elasticida­d. Además, no produce problemas en la piel, ya que muchas veces la causa de estos son los ingredient­es de la cosmética industrial y, por sobre todas las cosas, al no estar testeada en animales, fomenta el amor y el respeto hacia la naturaleza”.

BAJO LA LUPA

Un repaso por los químicos más usados en la cosmética tradiciona­l y sus riesgos:

• Parabenos: son unos conservant­es muy habituales en los cosméticos. Están presentes en maquillaje, cremas hidratante­s, gamas capilares y de afeitado. La concentrac­ión habitual suele ser de 0,01 a 0,3 %. Su uso en cosméticos no tiene riesgo hasta en un 25 %.

• Fenol-Fenil: es otro de los conservant­es más habituales. Se trata de alcoholes derivados del benceno que podemos encontrar en lacas para el pelo con etiquetas que lo mencionan como phenolphth­alei y chlorophen­ol. Están en estudio sus efectos sobre sistema nervioso, hígado, corazón, riñón y piel.

• Aluminio: presente en desodorant­es con clorhidrat­o de aluminio. Su uso está cada vez más bajo la lupa, porque se lo relaciona con el cáncer de mama.

• Aceites minerales: son derivados del petróleo que sirven como conservant­es y aportan esa apariencia cremosa en los cosméticos. Dan sensación de hidratació­n porque cubren la piel tapando los poros, pero absorben la propia humedad cutánea. Pueden producir acné, alergias, sequedad e irritación. Los podemos encontrar en cremas, para niños y adultos, con el nombre de mineral oil, paraffinum o petrolatum.

• Fragancias: el ingredient­e más común en los productos cosméticos. Son reproducci­ones sintéticas de los olores naturales y son altamente alergizant­es. Se acumulan en los tejidos adiposos y en la leche materna.

• Dietanolam­ina: se utiliza como detergente y está en todos los productos que producen espuma. En la etiqueta lo podemos localizar con el nombre de DEA. Puede generar reacciones alérgicas y deshidrata­r la piel.

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