FOTO Y GENERO
Siluetas esculturales, belleza irreal… La fotografía de moda no escapa a los cuestionamientos. Un nuevo movimiento apuesta por un enfoque
menos obsesionado con los estereotipos del cuerpo.
Durante casi dos décadas, el desf i l e a nu a l d e Victor ia’s Secret fue el estandarte de un modelo de belleza que parecía querer demostrarnos que cualquier sacrificio es poco cuando se trata de alcanzar la perfección. Sin embargo, la transmisión televisiva de su último show, en noviembre de 2018, registró el rating más bajo de su historia. Entre otras cosas, mantenerse firme a una cultura visual que hoy se cuestiona fue parte del desapego demostrado por la gente, que también se reflejó en la caída de las ventas. En la misma línea, la firma Yves Saint Laurent tuvo que retirar hace dos años su campaña de la vía pública parisina, luego de una solicitud del ente regulador de la publicidad al que la ciudadanía hizo llegar sus quejas. Lo que originó el reclamo fue la extremada delgadez de las modelos y, en particular, sus poses consideradas degradantes para las mujeres. Si bien no fue la primera vez que la naturaleza provocadora de la imagen encontró un límite, la reacción de una sociedad que está dispuesta a revisar lo que expresa bajo perspectivas de género fue aplastante y premonitoria.
“Las imágenes de moda construyen sentido porque son las que más vemos. Nos atraviesan cuando caminamos por la calle o vamos a un shopping. En esos momentos nuestra mirada es pasiva, incorporamos de manera inconsciente. Resultan mucho más pregnantes que cualquier manifestación artística”, advierte la historiadora del arte Valeria Stefanini, para quien la representación del cuerpo en la moda es materia de investigación. “La pose se puede pensar como el principal recurso de exhibición. Es un artificio que al igual que el escenario elegido compone un estilo de vida al que aspirar. Las siluetas no son idénticas, pero las posturas se repiten, contribuyendo a formular estereotipos de mujer o de belleza que se delatan aún más cuando las imágenes son abordadas desde el arte”, continúa la historiadora y cita a Nicola Costantino, Yolanda Domínguez, Fabiana Barreda, Marina Abramovi y Cindy Sherman como algunas de las artistas que habilitaron reflexiones sobre el tema.
Los modos de posar cambiaron a través de los años, así como los estereotipos, mostrando los signos propios de cada época. En nuestros días, Holly Hay y Shonagh Marshall, autoras del libro Posturing: Photographing the Body in Fashion (2018), identifican un movimiento emergente en la fotografía de moda que propone un cambio de juego. Los ejemplos que responden a esta tendencia no son sencillos de leer. Valiéndose del absurdo o el humor, Posturing es sinónimo de rostros ocultos, de escenas domésticas, de modelos que no parecen modelos, de situaciones inverosímiles y de planos sub
vertidos. Las curadoras, con sede en Londres, entienden que este enfoque menos obsesionado con el glamour, que rechaza el cuerpo hipersexualizado, se asocia al aumento de la conciencia social y política de una parte de la sociedad contemporánea.
Leandro Allochis, semiólogo, fotógrafo y autor del libro El cuerpo simbólico (2017), reconoce como propios algunos recursos, como la parodia o la exageración, a los que suele apelar para develar aquello que, de tan naturalizado, dejamos de ver. “La fotografía de moda tiene efectos sobre muchas cosas, especialmente sobre la construcción del género”, apunta el autor de una obra visual que pone en discusión la imagen externa como convalidación de modelos hegemónicos. “Creo que la forma de batallar en este momento pasa por forzar la norma para ponerla en evidencia”. Allochis también establece un lugar para la contienda: Instagram. “Se ven dos posiciones, los de la resistencia por un lado y los que manifiestan el deseo de responder a los arquetipos impuestos. Estos últimos utilizan f iltros que los hacen ver más blancos, jóvenes o delgados, por ejemplo. Esa misma tensión se traslada a la calle y al interior de cada uno de nosotros. Es un momento bisagra, aunque los cambios son lentos”.
Para Charlotte Jansen, crítica de arte y autora del libro Girl on Girl: Art and Photography in the Age of the Female Gaze (2017), la génesis de la nueva perspectiva en la fotografía contemporánea se vincula con una generación que está balanceando en una escena, hasta ahora, tradicionalmente masculina. “Ellas ven el mundo de manera diferente, en colores y matices. Un universo que estamos empezando a descubrir, donde sea que miremos”, destacó en el lanzamiento de su libro y mencionó que nunca antes se había visto a tantas mujeres fotografiadas por mujeres.
La argentina Carolina Campobello representa aquello a lo que Jansen hace referencia. Adoptó el estilo Posturing desde el inicio de su carrera, antes incluso de que tuviera un nombre. “Al principio no fue fácil que la propuesta fuera aceptada comercialmente, pero de a poco fue encontrando su lugar”, dice recién llegada de un recorrido por varias ciudades europeas en el que profundizó su trabajo. “En varias de mis fotos aparecen figuras flexibles y maleables, inidentificables, que al jugar con la gravedad parecen flotar en el aire. La idea es reflejar que el cuerpo es un envase y como tal, puede mutar, cambiar, transformarse, romperse o quebrarse para expresar nuestro mundo interno, el contenido que verdaderamente importa. Elijo posturas que van en contra de lo que el ojo espera ver, busco romper ciertos cánones para lograr algo nuevo, que es igual de bello en otro plano, como una realidad paralela”, describe Campobello y menciona que una de sus referentes es la artista cubana Ana Mendieta, que en su corta e intensa trayectoria (murió en 1985 a los 36 años) desarrolló su obra tomando la figura humana como canal de expresión. “Ella nos enseñó que cuerpo y discurso son lo mismo”.
El aprendizaje continúa. El tema ya está instalado. Mientras, esas imágenes surrealistas que nos sorprenden desde las páginas impresas o una pantalla nos ayudan pensar en nuestra propia mirada y a decidir qué queremos conservar y qué dejar atrás. Después de todo, no existe género ni edad que garantice una absoluta independencia de los estereotipos.