AMOR Y DESCARGAS
Las aplicaciones de citas son un negocio sorprendente pero con bordes filosos. Cuánto ayudan a la liberación sexual de las mujeres y cuánto las someten.
Joe, 27, a menos de un km de distancia. Amante de los libros y muy observador”. ¿Le darías like? En la foto no se ve nada mal. “Te paso a buscar a las 16, iremos a tu bar favorito y hablaremos durante horas”. Suena como un buen plan para la primera cita, ¿no? Y muy cercano a las invitaciones de las típicas aplicaciones que parecen hoy regir las relaciones amorosas. Salvo porque se trata de la publicidad que hizo Netflix este año para promocionar su serie You, sobre un joven acosador, en Tinder.
Distintas generaciones entre los 25 y los 45 años adoptaron ya esta aplicación, Happn, Meetic o Ginder –entre otras que filtran la selección de acuerdo con lo que se desee– como forma de relacionarse ¿afectivamente? Lo que hasta hace poco se tejía en un círculo limitado de amigos, amigos de amigos, familiares, colegas de estudio o laborales o, si acaso, en bares y discos, hoy se logra a través de un clic en el celular. Pruebas al canto: un tercio de quienes se casan en Estados Unidos hoy se conocieron online.
Consideradas en un principio como método fácil “de ligue” y disfrute ocasional, parecen haberse naturalizado como EL medio para encontrar parejas. Y “más felices” según el semanario The Economist, que habla del fenómeno de “Amor moderno”, un cambio social y negocio fabuloso: 4.600 millones de dólares y en ascenso. El sitio estadounidense Bustle refuerza la idea con un estudio basado en la información provista por 500 usuarios, de entre 18 y 65 años, que demostró que, contrariamente a lo que se piensa, 38 % de hombres y 44 % de mujeres recurren a las aplicaciones de citas para encontrar relaciones largas.
“Acortan el tiempo de búsqueda, no matan la seducción ni la conquista porque la hora de la verdad sigue siendo cara a cara, en el momento de la primera cita”, asume Sebastián en su defensa, economista de 30 años, quien agrega: “¡Me comí cada chasco! Porque las fotos no coincidían con la realidad o su personalidad no tenía nada que ver con la mía”.
Separada desde hace un par de años de su última pareja, Martina (50) se convirtió en usuaria de Tinder de a ratos. Tiene dos o tres pedidos de
encuentros, los borra. Elimina la app. Se aburre, se pregunta ¿por qué no? y vuelve a descargarla. En una de esas idas y venidas, conoció a Jorge. “Era buen mozo –cuenta–. Fuimos al teatro, me contó que era ingeniero agrónomo, que había militado en grupos católicos, pero ya no. Me gustaba, pero me generaba dudas. Yo era expansiva, él tímido. Hasta que hablando de hobbies me contó que coleccionaba pesebres. Tenía 34 de distintas partes del mundo. Raro”. No hubo química, ni coincidencia, ni una segunda oportunidad para Martina y Jorge, pero la decepción no le impidió seguir. “Tenés millones de contactos, conocés gente increíble –expresa–. ¡ En un bar no hablás con tantas personas como por esta vía!”.
Desde una óptica feminista podría decirse que se instalan como herramientas que democratizan la conquista y el deseo para que todos puedan “consumir” on demand. Casi al nivel de las clases de striptease y los libros eróticos, las aplicaciones son parte de una especie de tercera ola de liberación sexual; aun cuando varios de los dispositivos que se promocionan como liberadores pueden considerarse elementos de control.
Marina Demtschenko, abogada y presidenta de la Fundación Activismo Feminista Digital, plantea el abordaje, la investigación y el desarrollo de las múltiples aristas que surgen de la combinación del feminismo con las Tecnologías de Información y Comunicación. Sus preocupaciones son las siguientes: “En primer lugar, las apps de citas estuvieron pensadas y diseñadas para el público masculino, cuyos algoritmos se establecieron en torno a la búsqueda de mujeres y a las visitas a sitios de pornografía. En segundo término, la geolocalización, que es la razón de la facilitación del intercambio, el ir más rápido ‘a ver quién está cerca’, ‘quién me gusta’. Al estar conectada con tu GPS del teléfono supone un rastreo 24 horas los 7 días salvo que la desactives. Un potencial agresor que conocés en la aplicación te tiene todo el tiempo perseguida o acechada”.
MAS VOCES
“El tema es que se venden como celestinas modernas, pero son empresas que cobran por los me gusta, tienen publicidad y herramientas para promocionar la visibilidad de tu perfil. Entonces, ¿dónde queda la espontaneidad?”, sostiene Florencia Pavoni, autora de la tesis de grado en Comunicación Social de la UBA El mar está lleno de peces: representación del ideal romántico en el discurso publicitario de Tinder y Happn. “Solo Tinder Gold en 2018 sumó 1.2 millones de usuarios nuevos”, asegura. Todo un universo paralelo.
“Al rellenar el apartado ‘cuenta algo de ti’ en un perfil de citas, comenzamos a pensar de qué forma quiero que quien está del otro lado me conozca, dónde poner el foco para atraer a la mayor cantidad de personas”, advierte Lucía Mantecón Rodríguez, integrante del área de psicología de la Fundación AFD. Además se atreve a asegurar que la vinculación amorosa digital puede ser el único medio viable para quienes hallan imposible el acercamiento analógico. “Muchas veces las nuevas generaciones se preguntan –asegura– cómo se hacía antes para entablar una conversación”.
La cuestión sería apropiarse de las herramientas digitales que ofrece el mercado pero con recaudos. A saber: verificar la identidad de la otra persona o del perfil. Se pueden buscar fotos en otras redes sociales, hacer preguntas de rigor y tener cierta responsabilidad antes de dar información personal por fuera de la plataforma. Luego, desactivar la geolocalización cuando la aplicación no esté en uso y, por último, en caso de que haya problemas, es fundamental la conservación de los chats y demás datos. “Muchas usuarias se asustan, eliminan, bloquean todo y después la denuncia no tiene sustento probatorio porque no hay forma de rastrear ese contenido –indica Demtschenko–. Se necesita la URL, garantía de que se publicó y además tiene que estar vigente, tanto el contenido como la cuenta”.
Menos apocalíptica y más comprometida con el goce femenino, la historiadora e investigadora del Conicet Karina Felitti, que estudia las nuevas prácticas eróticas y sexuales de las mujeres de clase media, declara: “Yo elijo pensar que de todos modos las mujeres tienen capacidad de decidir y están encontrando placer en estos nuevos conectores”.
“La geolocalización, que es la razón de la facilitación del intercambio, supone un rastreo 24 horas los 7 días salvo que la desactives. Un potencial agresor que conocés en la aplicación te tiene todo el tiempo perseguida o acechada”. Marina Demtschenko