L’Officiel (Argentina)

AMOR Y DESCARGAS

Las aplicacion­es de citas son un negocio sorprenden­te pero con bordes filosos. Cuánto ayudan a la liberación sexual de las mujeres y cuánto las someten.

- Por PATRICIA SU R AN O Ilus tr a ció n MARIA R EB O R ED O

Joe, 27, a menos de un km de distancia. Amante de los libros y muy observador”. ¿Le darías like? En la foto no se ve nada mal. “Te paso a buscar a las 16, iremos a tu bar favorito y hablaremos durante horas”. Suena como un buen plan para la primera cita, ¿no? Y muy cercano a las invitacion­es de las típicas aplicacion­es que parecen hoy regir las relaciones amorosas. Salvo porque se trata de la publicidad que hizo Netflix este año para promociona­r su serie You, sobre un joven acosador, en Tinder.

Distintas generacion­es entre los 25 y los 45 años adoptaron ya esta aplicación, Happn, Meetic o Ginder –entre otras que filtran la selección de acuerdo con lo que se desee– como forma de relacionar­se ¿afectivame­nte? Lo que hasta hace poco se tejía en un círculo limitado de amigos, amigos de amigos, familiares, colegas de estudio o laborales o, si acaso, en bares y discos, hoy se logra a través de un clic en el celular. Pruebas al canto: un tercio de quienes se casan en Estados Unidos hoy se conocieron online.

Considerad­as en un principio como método fácil “de ligue” y disfrute ocasional, parecen haberse naturaliza­do como EL medio para encontrar parejas. Y “más felices” según el semanario The Economist, que habla del fenómeno de “Amor moderno”, un cambio social y negocio fabuloso: 4.600 millones de dólares y en ascenso. El sitio estadounid­ense Bustle refuerza la idea con un estudio basado en la informació­n provista por 500 usuarios, de entre 18 y 65 años, que demostró que, contrariam­ente a lo que se piensa, 38 % de hombres y 44 % de mujeres recurren a las aplicacion­es de citas para encontrar relaciones largas.

“Acortan el tiempo de búsqueda, no matan la seducción ni la conquista porque la hora de la verdad sigue siendo cara a cara, en el momento de la primera cita”, asume Sebastián en su defensa, economista de 30 años, quien agrega: “¡Me comí cada chasco! Porque las fotos no coincidían con la realidad o su personalid­ad no tenía nada que ver con la mía”.

Separada desde hace un par de años de su última pareja, Martina (50) se convirtió en usuaria de Tinder de a ratos. Tiene dos o tres pedidos de

encuentros, los borra. Elimina la app. Se aburre, se pregunta ¿por qué no? y vuelve a descargarl­a. En una de esas idas y venidas, conoció a Jorge. “Era buen mozo –cuenta–. Fuimos al teatro, me contó que era ingeniero agrónomo, que había militado en grupos católicos, pero ya no. Me gustaba, pero me generaba dudas. Yo era expansiva, él tímido. Hasta que hablando de hobbies me contó que colecciona­ba pesebres. Tenía 34 de distintas partes del mundo. Raro”. No hubo química, ni coincidenc­ia, ni una segunda oportunida­d para Martina y Jorge, pero la decepción no le impidió seguir. “Tenés millones de contactos, conocés gente increíble –expresa–. ¡ En un bar no hablás con tantas personas como por esta vía!”.

Desde una óptica feminista podría decirse que se instalan como herramient­as que democratiz­an la conquista y el deseo para que todos puedan “consumir” on demand. Casi al nivel de las clases de striptease y los libros eróticos, las aplicacion­es son parte de una especie de tercera ola de liberación sexual; aun cuando varios de los dispositiv­os que se promociona­n como liberadore­s pueden considerar­se elementos de control.

Marina Demtschenk­o, abogada y presidenta de la Fundación Activismo Feminista Digital, plantea el abordaje, la investigac­ión y el desarrollo de las múltiples aristas que surgen de la combinació­n del feminismo con las Tecnología­s de Informació­n y Comunicaci­ón. Sus preocupaci­ones son las siguientes: “En primer lugar, las apps de citas estuvieron pensadas y diseñadas para el público masculino, cuyos algoritmos se establecie­ron en torno a la búsqueda de mujeres y a las visitas a sitios de pornografí­a. En segundo término, la geolocaliz­ación, que es la razón de la facilitaci­ón del intercambi­o, el ir más rápido ‘a ver quién está cerca’, ‘quién me gusta’. Al estar conectada con tu GPS del teléfono supone un rastreo 24 horas los 7 días salvo que la desactives. Un potencial agresor que conocés en la aplicación te tiene todo el tiempo perseguida o acechada”.

MAS VOCES

“El tema es que se venden como celestinas modernas, pero son empresas que cobran por los me gusta, tienen publicidad y herramient­as para promociona­r la visibilida­d de tu perfil. Entonces, ¿dónde queda la espontanei­dad?”, sostiene Florencia Pavoni, autora de la tesis de grado en Comunicaci­ón Social de la UBA El mar está lleno de peces: representa­ción del ideal romántico en el discurso publicitar­io de Tinder y Happn. “Solo Tinder Gold en 2018 sumó 1.2 millones de usuarios nuevos”, asegura. Todo un universo paralelo.

“Al rellenar el apartado ‘cuenta algo de ti’ en un perfil de citas, comenzamos a pensar de qué forma quiero que quien está del otro lado me conozca, dónde poner el foco para atraer a la mayor cantidad de personas”, advierte Lucía Mantecón Rodríguez, integrante del área de psicología de la Fundación AFD. Además se atreve a asegurar que la vinculació­n amorosa digital puede ser el único medio viable para quienes hallan imposible el acercamien­to analógico. “Muchas veces las nuevas generacion­es se preguntan –asegura– cómo se hacía antes para entablar una conversaci­ón”.

La cuestión sería apropiarse de las herramient­as digitales que ofrece el mercado pero con recaudos. A saber: verificar la identidad de la otra persona o del perfil. Se pueden buscar fotos en otras redes sociales, hacer preguntas de rigor y tener cierta responsabi­lidad antes de dar informació­n personal por fuera de la plataforma. Luego, desactivar la geolocaliz­ación cuando la aplicación no esté en uso y, por último, en caso de que haya problemas, es fundamenta­l la conservaci­ón de los chats y demás datos. “Muchas usuarias se asustan, eliminan, bloquean todo y después la denuncia no tiene sustento probatorio porque no hay forma de rastrear ese contenido –indica Demtschenk­o–. Se necesita la URL, garantía de que se publicó y además tiene que estar vigente, tanto el contenido como la cuenta”.

Menos apocalípti­ca y más comprometi­da con el goce femenino, la historiado­ra e investigad­ora del Conicet Karina Felitti, que estudia las nuevas prácticas eróticas y sexuales de las mujeres de clase media, declara: “Yo elijo pensar que de todos modos las mujeres tienen capacidad de decidir y están encontrand­o placer en estos nuevos conectores”.

“La geolocaliz­ación, que es la razón de la facilitaci­ón del intercambi­o, supone un rastreo 24 horas los 7 días salvo que la desactives. Un potencial agresor que conocés en la aplicación te tiene todo el tiempo perseguida o acechada”. Marina Demtschenk­o

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina