CLARISA CASSIANO, LA TROTAMUNDOS
Exmodelo, periodista, viajera y directora de una agencia de comunicación boutique en Santiago de Chile, define la moda como una forma de vida.
Estilo francés, ADN brasileño, adolescencia argentina y documento chileno. Clarissa Casciano es una combinación de todo eso. Su acento tiene un dejo de portugués casi imperceptible con una mezcla de muletillas y expresiones que aprendió en Santiago, la ciudad que la adoptó a sus veintipico. Argentina también aparece en el recorrido: aunque no hay rastros en su forma de hablar, es el país donde nació su romance con la moda. Pasó la infancia en San Pablo hasta que su padre, alto directivo de una automotriz internacional, fue trasladado a Buenos Aires. Su carrera de modelo empezó como la de la mayoría de las chicas: la descubrieron en la calle. En realidad, la invitaron a participar de un célebre certamen que organizaba Pancho Dotto allá por los 90: el Sedal Look. Clarissa se anotó y ganó. “No esperaba demasiado, pero el concurso le dio un vuelco a mi vida –reflexiona–. Me puse a trabajar en un momento en que no pensaba hacerlo y me quedé acá un tiempo, aun cuando mi familia ya se había mudado, otra vez por mi papá, a Santiago”.
Se quedó tres años más y su cara resulta familiar porque participó en la primera campaña de Akiabara, posó con Pampita para la gráfica de Kosiuko en el 2000 y formó parte del desfile inaugural de Rapsodia. “Tengo recuerdos muy lindos de aquella época. Aprendí muchísimo de Pancho Dotto. Es una persona supermotivada que ayudó a muchas marcas a crecer. Tenía una
oficina chica con proyectos grandes y yo me identifico con ese tipo de labor porque hoy sé que con un pequeño equipo puedo llevar a cabo proyectos mega”.
Clarissa habla de su actividad en Magnolia, la agencia de comunicación que maneja en Chile desde hace ocho años. Llegó al país trasandino siguiendo a su familia y con el objetivo de estudiar periodismo. Durante sus primeros años, mezcló el modelaje con sus prácticas editoriales en la revista Mujer. Esa experiencia, cuenta, fue clave para ocupar el lugar al que llegó, donde asesora firmas como Nike y Tommy Hilfiger.
“Chile me resulta un país más fácil para desarrollarme profesionalmente porque somos menos personas. Me funciona estar en Santiago y siento que es mi hogar. Si bien estoy en una capital, aquí las cosas fluyen, se dan de manera distinta que en las grandes ciudades del mundo. Uno todavía puede crear su propia empresa en cinco minutos”, revela.
Sus días se reparten entre su familia –está casada con un arquitecto chileno y tiene un hijo de 8 años– y su trabajo en Magnolia. “Vivo en Providencia, un barrio muy caminable, trato de estar lo más presente posible para mi hijo: lo llevo al colegio, a entrenar por las tardes, a pesar de que estoy con el celular en la mano todo el tiempo, claro”. Además de su rutina en la oficina, es socia de un emprendimiento gastronómico sobre Nueva Costanera, una zona que se convirtió en el polo gourmet de Santiago. “Mi cuñada es chef y me involucré gracias a ella. Me ocupo de la difusión y mi aporte principal es desde la mirada del consumidor”.
Su verdadera pasión, sin embargo, es la moda. “Cuando era modelo, cada vez que me ponía algo de un diseñador quería saber cómo lo había hecho. Siempre me involucré un poco más que el resto y así aprendí. Me gusta vestir las marcas con las que trabajo y prefiero comprar poco y bueno. Prendas que duran y no son descartables”, explica aunque también confiesa su debilidad: es una coleccionista empedernida de zapatillas y tiene más de 60 pares. “Hace cuatro años que soy PR de Nike y me fanaticé. Conozco la historia de cada diseño nuevo que sale y lo espero con ansias”. Eso sí, si tiene que definirse con un estilo, elige el francés. “Me gusta todo, pero yo soy una chica de trench y jeans”.