UN HOTEL FRENTE A LOS FIORDOS
Todo es mágico. Ubicado frente a los fiordos del Pacífico austral, el hotel The Singular combina la arquitectura de un viejo frigorífico reciclado con la belleza de la Patagonia en estado puro.
Através de los amplios ventanales la mirada se pierde desde el fiordo Ultima Esperanza hasta los picos nevados de Los Andes. Aunque las nubes oscuras anuncien una tormenta furiosa sobre el mar, dentro del bar del hotel el ambiente es cálido y tan relajado que las horas pasan lentamente. El mozo trae un “Calafate Sour“, la versión autóctona del pisco sour preparada con el fruto patagónico de color violáceo. Todos los cócteles de la carta son de autor, están hechos con ingredientes de la zona. Después de un día de travesía por el parque Torres del Paine, es un placer beber un trago junto al fuego del hogar a leños del lounge.
The Singular Patagonia (hay otro en Santiago de Chile) está ubicado en Puerto Bories. La ciudad cercana más importante es Puerto Natales, considerada la entrada al parque Torres del Paine, a solo 48 kilómetros de la ciudad argentina de Río Turbio, en Santa Cruz. El edificio donde hoy funciona el hotel fue un frigorífico construido en 1915 por la Sociedad Exportadora de Tierra del Fuego. Su belleza arquitectónica se mantuvo intacta y en 1996 fue declarado Patrimonio Histórico Nacional. La cuarta generación de las familias pioneras de esos parajes australes le dio una nueva vida en 2011 como hotel de lujo que no olvida sus raíces. Integra la lista de The Leading Hotels of The World, que certifica que cumple con los estándares más altos en alojamiento, instalaciones, servicios y gastronomía.
La construcción está formada por galpones de estilo inglés, con paredes de ladrillo rojo, techos altísimos a dos aguas y habitaciones con grandes ventanas por las que se ve, a pocos metros, cómo el agua de mar inunda los valles
entre las sierras andinas y forma los fiordos. El suelo sobre el que se asienta tiene un declive hacia la costa y eso permite sumarle un detalle único: desde la recepción hasta las habitaciones, ubicadas ladera abajo, se desciende por un ascensor tipo funicular que no se desplaza en forma vertical sino diagonal.
Comer en su restaurante, Puerto Bories, es sumergirse en los sabores de la Patagonia, aunque preparados con las técnicas de la cocina francesa del chef Hernán Basso. La carta se renueva cada seis meses para aprovechar los productos locales de estación: frutillas blancas, ruibarbo, algas, miel patagónica, cordero, liebre, centolla, ostiones y una carne que aún no es muy conocida más allá del extremo sur de Sudamérica: guanaco. Además del restaurante hay un asador en el que los comensales se sientan juntos alrededor de una larga mesa de madera, frente a la parrilla, para poder elegir el corte que más les atrae.
Entre las emociones fuertes al aire libre se destacan veinte expediciones de distinta intensidad: paseos en bicicleta, incursiones a la Cueva del Milodón (donde hace más de 30 años se encontraron restos de un perezoso gigante), cabalgatas por Los Andes, un recorrido por el imponente Parque Nacional Torres del Paine, senderismo y paseos en lancha por fiordos y glaciares.
De regreso en el hotel, el plan es relajarse en la pileta climatizada, tomar un sauna o un baño de vapor, o reservar turno en el eco-SPA de 400 metros cuadrados que se conecta con el medioambiente a través de los ventanales que dan al mar, pero también por los productos de sus tratamientos exclusivos, formulados con ingredientes extraídos de plantas y frutas orgánicas de la naturaleza patagónica.