LA ARTISTA MODELO
Pintora, música y chica Balenciaga, la estadounidense Eliza Douglas es una de las creativas más prometedoras de su generación. Su obra muestra una mezcla curiosa de abstracción y figuración, con referencias populares.
La imagen fue impactante. Para su primera colección en la dirección artística de Balenciaga, presentada en marzo de 2016, el diseñador georgiano Demna Gvasalia eligió abrir el desfile con un tailleur con falda, en franela gris, particularmente austero. Más que el saco con hombros curvados y la falda lápiz con caderas rellenas, fue la modelo que llevaba el conjunto lo que hizo que se hablara de él: una cara masculina de rasgos duros, con anteojos de institutriz y una larga cabellera castaña recogida detrás de las orejas. Eliza Douglas daba entonces sus (casi) primeros pasos en el modelaje, en plena ola de profesionales andróginas que mandan a pasear los estándares devaluados de la feminidad.
EL ARTE COMO MERCADERIA
La relación de Douglas con la moda es compleja. Después de algunos contratos para Helmut Lang y Wink cuando tenía 14 años, la aspirante a modelo se esforzó por hacerse un lugar en el medio, pero fue rechazada con frecuencia por su físico demasiado poco asociado al género.
Casi veinte años más tarde, la descubrió la estilista Lotta Volkova, estrecha colaboradora de Gvasalia. “Un compañero de clase le habló de mí a Volkova, que estaba haciendo el casting del primer desfile de Demna para Balenciaga. Tras haber sido rechazada en la adolescencia y por ser mucho mayor, más alta y más andrógina que la mayoría
“Me interesa la influencia que tiene la moda sobre la manera en que percibimos a una persona. Da lugar a una reflexión interesante sobre la psicología
y el comportamiento”. Eliza Douglas
de las modelos, pensaba que no tenía ninguna chance”. Hoy participa en todos los desfiles de la marca y encarna por sí sola la tan esperada ruptura del medio de la moda con la ultrafeminidad.
Pero su entusiasmo por la indumentaria es más psicológico que estético. Douglas es sobre todo una artista con una vasta trayectoria, también representativa de una nueva corriente pictórica que coquetea con la cultura pop y el hiperrealismo de los años 70. En sus trabajos se advierten varias referencias a la indumentaria: un sombrero o botas de vaquero, chombas figurativas con estampados kitsch de tiburones, gatos o dragones, o un par de zapatillas inspiradas en la “Triple S” de Balenciaga, pintadas con mucho detalle, al final de unas piernas apenas sugeridas. “Me interesa la influencia que tiene la moda sobre la manera en que percibimos a una persona –explica–. Da lugar a una reflexión interesante sobre la psicología y el comportamiento”.
Una de sus últimas series de pinturas presenta camisas con estampados intensos, de las que asoman las imágenes alarmistas que se imprimen en los paquetes de cigarrillos. “Para esta serie, me inspiré en una foto que había tomado de un hombre que llevaba una camisa a cuadros de la que sobresalía un paquete de cigarrillos. Me gusta la idea de que una circunstancia banal pueda crear una combinación visual tan intrigante. La moda está regida por su necesidad de relacionarse con lo humano, debe tener una utilidad. El arte, en cambio, se supone que va más allá de eso”.
ROMPER LAS REGLAS
A través de su trabajo, cuestiona sutilmente el estatus del arte como mercancía, de allí la recurrencia de la indumentaria en sus pinturas. “El modelo específico de la ‘Triple S’ adquirió valor por su rareza y su dimensión exclusiva, de un modo similar a la manera en que funciona la pintura en el mercado. Un artista es como una marca: la pintura, o el producto, existe como una extensión de su creador, que determina su valor”. Aunque Douglas niega estar influenciada por lo popular, de su obra surgen fuertes referencias a la cultura visual de hoy, de las que se desprende un comentario interesante sobre su lugar en la sociedad.
Esta fascinación por la transformación de la imagen en arte viene de su madre, fotógrafa, junto a quien creció en el West Village de Nueva York. “La fotografía fue el primer medio que exploré pero recién hace algunos años me sentí mentalmente preparada para dedicarme al arte”, cuenta. Para sostener su pasión por la música, pasó parte de su juventud alternando pequeños empleos como camarera y recepcionista. Más tarde decidió dedicarse a la pintura. “En 2015 tuve la suerte de integrar la escuela de arte Städelschule de Alemania. Entonces pude consagrarme por completo al arte visual y estudiar con Willem de Rooij e Isabelle Graw. Después de graduarme, la galería Air de París se interesó en mí y mi carrera despegó”.
Su vida personal le permitió combinar ambas pasiones: en pareja con la artista Anne Imhof desde hace varios años, comenzó a componer la música de sus performances, como, por ejemplo, Faust, que ganó el León de Oro en la 57ª Bienal de Venecia en 2017.
En su múltiple condición de pintora, musa, performer y modelo, la estadounidense se inscribe en una generación de artistas pluridisciplinarios que empuja los límites de la representación. Romper las reglas es casi una cuestión de familia, como lo atestiguan dos telas que fueron expuestas en el hall de entrada del Jewish Museum de Nueva York entre abril y octubre de 2018: largos brazos filiformes vestidos con motivos retro, rematados en manos delicadas y extrañamente expresivas, entre lo abstracto y lo figurativo. Con esta obra, rinde tributo a su bisabuela, Dorothy Wolff Douglas, doctora y profesora en el departamento de economía del prestigioso Smith College, y mentora de la feminista Betty Friedan que, en las décadas de 1930 y 1940, se inscribió entre las principales figuras del activismo de Estados Unidos. “Era un ser radical —dice Douglas—. Pasó la mayor parte de su vida en pareja con una mujer, un modo de vida particularmente impopular en el siglo XX. Su posición en el Smith College era muy difícil de alcanzar si no eras varón. En muchos campos, influyó en las políticas progresistas de su época”.
A su modo, Eliza Douglas retoma la antorcha. Pero se niega a dar a su obra una dimensión política. “Exploré ese tema para el Jewish Museum porque mi bisabuela era mi lazo más cercano con la historia del judaísmo, eso es todo… Me considero una artista”. Una artista a la que uno apuesta sin dudar.
“La fotografía fue el primer medio que exploré, pero recién hace algunos años
me sentí preparada mentalmente para dedicarme al arte”. Eliza Douglas