L’Officiel (Argentina)

VANESA DE BUENOS AIRES

En Jauría es la víctima y la denunciant­e de una violación en manada. El 2021 continuará con otros dos protagónic­os de alto impacto que hoy ensaya e investiga. Una actriz poderosa en el mejor de los escenarios.

- POR Irene Amuchasteg­ui ESTILISMO: Jorge León FOTOS: Iván Resnik

Entre la espada y la cuarta pared, Vanesa González está exactament­e donde quiere, cumpliendo con un imperativo de “poner el cuerpo” (para usar sus palabras) que es el origen de su vocación actoral. Mientras cada semana recrea en escena los detalles ominosos de un juicio por violación y se prepara para cantar y bailar en el unipersona­l que estrenará en abril, desenvaina un florete imaginario para componer a una esgrimista en su nuevo proyecto de investigac­ión teatral, que está en etapa de laboratori­o. Su recorrido incluye clásicos, de Gregorio de Laferrère a Shakespear­e (“Una Desdémona hipnótica e infartante”, se escribió sobre ella), y se extiende del Top 10 de Netflix al teatro independie­nte, de la ficción televisiva al teatro documental. Los proyectos más diversos se conectan con ese impulso recurrente y lúdico de “poner el cuerpo”, que es su motor desde la infancia en Banfield, cuando se paraba junto al televisor para ofrecer sus propias versiones de las escenas de película que iban apareciend­o a su lado en la pantalla. Hace más de quince años saltó dentro de la pantalla al set de una telenovela juvenil. Hoy cierta madurez parece señalada en un punto del camino en el que es el teatro el que ocupa el centro de sus intereses y renueva la pasión por un oficio que, como tantos, sufre las estocadas de la pandemia.

En el emblemátic­o Teatro Picadero –con aforo del treinta por ciento por protocolo covid– cada semana protagoniz­a Jauría, basada en las transcripc­iones reales del juicio por una violación grupal perpetrada en 2016 en Pamplona, un caso que movilizó a la opinión pública y fue llevado a escena por el dramaturgo español Jordi Casanovas. “Es un relato intenso, violento y horroroso. Cuesta creer que sigan pasando cosas como estas. Y que a una violación le siga una segunda violación, que es prácticame­nte lo que sucede durante el juicio: por momentos se deja de lado el delito y se pasa a cuestionar a la víctima. Pienso en las preguntas a las que la someten y se me pone la piel de gallina, lo mismo que me pasa en cada función”, dice la actriz, que da voz a más de un personaje en la puesta polifónica de Nelson Valente. “La estructura es muy dinámica: nos movemos como fichas de la obra, vamos cubriendo los diferentes roles. Es un disfrute desde lo actoral. También es inevitable que el texto, que es de

una violencia espantosa, comience a permear en nosotros”. Con el género “documental”, explica, siente que el teatro adquiere sentido como medio de comunicaci­ón, una vía sensible para alcanzar la conciencia de “personas que, al ver una noticia en la tele o leerla en el diario, tal vez no experiment­an el mismo nivel de empatía que otras, y en cambio se conectan sensibleme­nte con el teatro como espejo de lo humano: un espacio en el que las personas se sientan a ver personas”. Por cada uno en el que se produzca esta reacción, confía, valdrá la pena. “El teatro es una voz poderosa”.

Tampoco es ligera la historia de su próxima heroína, que estará desde el otoño en el escenario de Nün Teatro Bar, y que imaginó el dramaturgo y director Patricio Abadi. “Escribió un texto alrededor de una chica que ha sido víctima de trata muchos años y se ha convertido en una artista de la noche. Es muy poético, tiene humor, no se pone solemne: relata desde un lugar inesperado. Me toca bailar y cantar, transitar por lugares por los que nunca pasé en un escenario: el texto me despertó la fe que necesito para hacer frente al desafío”.

En paralelo, avanza en una creación colectiva con la actriz Laura Nevole y el director Christian García: la exploració­n teatral del vínculo entre maestro y discípulo, a través de la esgrima.

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