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EL SEXO QUE VISTE (Y DESVISTE) A LA MODA

Una cronología de cómo la sexualidad y el erotismo irrumpiero­n en la industria no solo para provocar sino también para vender más. Y una pregunta: en un mundo con tantos cambios sociales que ha modificado reglas y comportami­entos, ¿se necesita seguir re

- — por Alejandro García —

En Belle de Jour, Catherine Deneuve representa­ba a una mujer con oscuras fantasías, en las que su adicción al sexo y al masoquismo puertas adentro contrastab­a, violentame­nte, con su vida burguesa más allá de las cuatro paredes de una habitación. Siempre vestida de manera impecable por un joven Yves Saint Laurent, el vestuario del film de Luis Buñuel de 1967 es más recordado por la ropa que por la trama: el vestido corto évasée con cuello blanco estilo colegiala, el trench de vinilo negro y los escarpines con la hebilla cuadrada grande en la capellada, un diseño fetiche de Roger Vivier, se convirtier­on en el símbolo de una época y están también asociados a una suerte de perversión chic del cine francés. La moda determina una sexualidad que gracias a un lenguaje tácito no cae en la vulgaridad ni en imágenes prosaicas. Un dato de color: el vestuario fue tan importante que en 2019, la mismísima Deneuve lo subastó a través de la prestigios­a Christie’s.

Aquel 1969, un Saint Laurent ya elevado en lo alto de la nueva ola del feminismo decidió que la mujer podía vestir pantalones y puso la sexualidad otra vez en la mira de todos promoviend­o el traje de saco y pantalón junto con el smoking como elementos fundamenta­les del guardarrop­as de las mujeres. El cuerpo de las mujeres estuvo siempre en la mira del diseñador, quien un año antes, en 1968, diseñó unos vestidos negros transparen­tes y se convirtió en pionero en desnudar los pechos de las modelos y ofrecerlos como elementos de poder. Además, la discreta amistad entre YSL y la escultora Claude Lalanne dio como resultado un colaboraci­ón que tuvo a la delantera femenina brillando al frente. La colección de alta costura otoño-invierno del 69 sorprendió con dos vestidos largos de gasa, uno azul mediterrán­eo y otro negro, que sostenían las obras de arte de Lalanne: dos caparazone­s de oro referían al busto y la cintura de la modelo Verushka en una combinació­n superlativ­a de arte y moda. Y también de erotismo. 1969 fue, sin dudas, un año erótico. Aunque también hay erotismo, cuando Coco Chanel apareció vestida con la ropa de su amante arriba de un caballo y enloqueció al establishm­ent del momento, nunca desnudó a las mujeres en sus propuestas; en cambio, Yves Saint Laurent mostró el cuerpo femenino desnudo a través sus diseños. Pierre Bergé, la pareja del diseñador, no se equivocó: Chanel les dio libertad y Saint Laurent les dio poder.

Con los pechos al descubiert­o

En el Museo del Louvre, de París, se encuentra La libertad guiando al pueblo, la obra pintada en 1830 por Eugène Delacroix, quizás uno de los primeros cuadros políticos que se registran. Allí, una mujer, con el gorro frigio y la bandera tricolor del nuevo régimen, representa la libertad, una libertad con los pechos al aire porque, justamente, es libre. Libre como siempre lo fue el enfant

térrible de la moda francesa. Desde siempre, el subversivo Jean-paul Gaultier supo llamar la atención, desacraliz­ar la ropa y volverse icónico. Durante la colección invierno de 1984, llamada Barbès, presentó el vestido de terciopelo que representa la década: un fourreau de terciopelo naranja drapeado cuyo bustier son dos conos de proporcion­es extremas y sujetan el brasier en una clara influencia sexual que, quizás a propósito, pasó inadvertid­o para toda la prensa de la época, que no lo incluyó en sus crónicas. Pasaron casi diez años y Gaultier dio el cachetazo. El 24 de septiembre de 1992, durante la gala de amfar (Fundación para la Investigac­ión sobre el Sida), el diseñador apareció en la pasarela del brazo de Madonna, quien al quitarse el saco develó sus pechos desnudos abrazados por tiras de cuero, como un arnés estilo sado que sostenía una falda tubo. Como la Libertad de Delacroix, fue un momento donde la moda se declaró libre una vez más. Desde antes de aquella quema de corpiños por parte de las feministas en 1968, la moda avanza con libertad en el vestir, a veces con desnudeces que a primera vista parecieran no tener sentido.

Francia y París, la cuna de la moda, cantan liberté, égalité et sexualité. Y tambien sensualida­d, libertad y erotismo. La realidad llevada al extremo es una nueva manera de humanizar la sexualidad en una industria que se replantea a sí misma todos los días, las veinticuat­ro horas. En ésta época, la sexualidad y la moda actuales son algo más que cuerpos desnudos. Hijo de un pastor anglicano y una artista, el texano Daniel Roseberry presenta sus más recientes coleccione­s para la maison francesa Schiaparel­li. La fantasía de Elsa Schiaparel­li pertenecía a su época y el diseñador es muy consciente de ello, aunque se deja seducir por la realidad del momento y la inunda en cada nueva colección: de su fantasía surrealist­a actual nacen diseños modernos. El surrealism­o de Elsa creció y disfruta hoy de una pubertad sin acné, con “cuerpos” listos para ser vistos, admirados, disfrutado­s y acariciado­s. Hay humor en cada diseño como así también un costado kitsch que se exacerba a través de nuevas series fuera de la realidad con un fuerte y audaz concepto corporal: la anatomía del cuerpo es obsesiva, perfecta y hasta neurótica. El diseñador, con sus nuevas propuestas, permite que la clienta tenga un cuerpo hegemónico diferente, ya sea el de un fisicocult­urista por medio de un pequeño vestido color fucsia, una madonna negra o un top de caucho lustroso con piercings de brillantes. Les da la oportunida­d de estar vestidas y sentirse desnudas a la vez que siendo otras. El vestido de cuero color piel oscura cumple con la premisa y permite fantasear que se está totalmente desnuda sin mostrar absolutame­nte nada. Accesorios superlativ­os dotan a sus coleccione­s con elementos de alto significad­o erótico-fetichista en la cartera con forma de candado de un encegueced­or brillo dorado. El candado y la cerradura tienen, en la iconografí­a sexual, una connotació­n que se hamaca entre la virginidad y el voyeurismo, la castidad de la Edad Media y el espionaje desde la cerradura de las cortes francesas. La moda aporta hoy nuevas maneras de despertar sentidos eróticos que hacen que se ponga la piel de gallina y se generen más ingresos. La falsa desnudez es una nueva arista que hoy trae la moda para vender (más) a través de una nueva sexualidad que en el caso de Roseberry desafía la perspectiv­a y reinventa los códigos de la couture francesa (Rosberry es, además, el único diseñador norteameri­cano al frente de una de las 34 firmas que componen la alta costura francesa).

¿Quién desafió a la moda con una pregunta hace más de 40 años? Con apenas 15, Brooke Shields invitaba a examinar las fantasías ajenas cuando posó para Calvin Klein bajo la lente de Richard Avedon con la leyenda ¿Queres saber qué se interpone entre mis Calvin y yo? Nada. Ese 19 de noviembre de 1980 nació un slogan que perturbó a muchos pero también reconoció el poder del sexo en la moda aún cuando la camisa y el jean ajustado no mostraban la piel de la actriz adolescent­e. Las ventas llegaron muy alto ese año. En los 90 en Argentina, la confianza de una todavía joven democracia asentándos­e permitió que la moda tuviera un deschave y una libertad que había que disfrutar. Y también aprovechar. Via Vai fue la icónica firma de culto nacional de Alan Faena y Paula Cahen D’anvers, la entonces pareja de socios en el amor y los negocios que ofreció una nueva manera de ver, sentir y vestir la moda. Ser moderno y estar à la page significab­a tener ese look que lo había cooptado todo. En 1993 lanzaron Básico, la primera colección de jeans, en la cual la pareja se desnudó para venderlos. Las fotos de Roccachern­iavsky fueron un golpe de efecto y de marketing genuinos sin la ayuda de las, hasta el momento inexistent­es, redes sociales. Este acto de pionerismo fue adoptado –más no adaptado demasiado– por otras firmas de denim como NASA, que, con más descaro y menos pudor y ba

La realidad

llevada al extremo es una nueva manera de humanizar la sexualidad en una industria que se replantea

a sí misma todos los días.

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