Tensa y ruidosa protesta de la Prefectura
“Muchachos, cambió la jefatura, y van a venir para acá. Les pido respeto, y ¡viva la Patria!”, gritó el joven suboficial a la multitud, que contestó la arenga con un aplauso cerrado. Media hora después, y mientras las trompetas hacían sonar las estrofas del Himno Nacional, el prefecto nacional naval, José Luis Heiler, atravesaba muy serio y rodeado por miembros de la agrupación Albatros la marea humana que lo esperaba en la puerta del Edificio Guardacostas, sede central de la Prefectura Naval.
La escena, pasadas las 19.30, trajo la primera luz de esperanza concreta a los más de 500 efectivos de Prefectura (también se sumaron policías bonaerenses) que protestaron sin armas, pero con fervor militante durante toda la jornada contra el decreto presidencial 1305/2012, el que los dejó, en la mayoría de los casos, con sueldos muy inferio- res a los que venían percibiendo. Venidos desde muy lejos algunos de ellos, suboficiales en actividad y muchos retirados se unieron en la inédita protesta salarial, que transcurrió con normalidad salvo un arranque de furia que por poco termina de mal modo.
“Ganaba 3100 pesos y este mes me quedaron 1600. ¿A usted le parece?”, afirmó a la nacion Luis Romero, suboficial retirado “con treinta años de trabajo” , mientras ondeaba un cartel de la delegación Corrientes de Prefectura. “Si me dicen que no tienen plata... bueno, pero lo peor es que la tienen. ¿Cómo pago el alquiler?”, se preguntaba Romero, uno de los pocos que aceptó dar a conocer su apellido.
A pocos pasos, y en el hall del edificio, Juan Manuel, atlético suboficial de 34 años, le pedía a uno de los tres encargados salir a hablar con la multitud “porque esto se desmadra en cualquier momento”. Y tuvo razón: un nutrido grupo de manifestantes insultó y luego golpeó al prefecto general Norberto Venerini, que terminó con su camisa llena de basura un rato antes de enterarse de que también perdería su puesto con los cambios dispuestos por la ministra de Seguridad, Nilda Garré.
Pedidos de calma
Los voceros, “Chiquito” y Damián, intentaron calmar a la multitud luego del incidente. “Mantengamos el control, camaradas, saltemos, pero nada más, si no no podemos negociar”, dijo uno de ellos, con lentes y micrófono en mano. “Este es un reclamo salarial, no como dijo un ministro del Gobierno”, afirmó otro vocero, y hubo silbidos para Garré.
El malhumor con el Gobierno, que algunos extendían a la oficialidad “que no nos defendió”, era palpable. “Con 12 años de trabajo ganaba $ 8500, y hoy cobro $ 6300. No lo entiendo”, dijo Marcos, ayudante de tercera, vestido de uniforme. Luis, que también trabaja en el Edificio Guardacostas, insistía en “la justicia de un reclamo pacífico” y en lo “increíble” del decreto del Gobierno.
Cada tanto, algún manifestante pedía identificación a la nacion para poder seguir conversando. “Es que no estamos muy organizados, esto es muy nuevo para nosotros”, se disculpó un oficial.
Mientras afuera se combinaban la calma y la impaciencia, dentro del edificio se sucedían los llamados e intentos de negociación con el Gobierno. También un grupo de suboficiales fueron a ver a Hugo Moyano para informarle sobre el asunto a la sede de la CGT, en la calle Azopardo.
Al caer la noche, la manifestación parecía caerse. Pero fue un espejismo: llegaron los trompetistas para tocar el himno de la Prefectura, el Himno Nacional y hasta la canción de las islas Malvinas. Hubo fervor y más aplausos, justo antes de que la llegada de Heiler ilusionara con destrabar el conflicto.