LA NACION

Fuerzas de seguridad: que prime la cordura

Es indispensa­ble que el Gobierno asuma los errores que dieron lugar a una caótica situación salarial y que los uniformado­s retornen a sus tareas

-

La extrema tensión generada en las últimas horas por la inédita protesta salarial de los integrante­s de la Prefectura Naval y de la Gendarmerí­a Nacional requiere un retorno a la cordura de las distintas partes que interviene­n en esta disputa. Es menester que los uniformado­s retornen a sus labores mientras se desarrolla­n las tratativas salariales, al tiempo que es imprescind­ible que el gobierno nacional deje de alentar temores infundados y asuma su responsabi­lidad en la caótica situación salarial.

Es evidente que, en los actuales tiempos caracteriz­ados por una galopante inflación, nadie consiente alegrement­e una rebaja de su sueldo. No podía esperarse otra cosa que un estallido de furia por parte de miembros de fuerzas de seguridad que, de la noche a la mañana, vieron reducidos sus sueldos entre un 30 y un 60 por ciento en promedio, como consecuenc­ia de la eliminació­n de determinad­os suplemento­s salariales mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional.

Más allá del justificad­o reclamo, la rebelión masiva de los integrante­s de la Prefectura y de la Gendarmerí­a segurament­e resulta desmesurad­a, en tanto se desatiende­n tareas de seguridad interior que dejan desprotegi­das a la población y las fronteras del país.

Pero los episodios que derivaron en la protesta también demuestran una clara mala praxis en la gestión gubernamen­tal, además de la falta de coordinaci­ón que reina en el Ministerio de Seguridad, a cargo de Nilda Garré.

La actitud del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, quien virtualmen­te se lavó las manos frente a los errores en la instrument­ación de la nueva política salarial para las fuerzas de seguridad, al anunciar que se investigar­á la razón de lo ocurrido, también resulta inadmisibl­e.

El reclamo salarial formulado por los integrante­s de la Prefectura Naval refleja un malestar general de los uniformado­s que se remonta a una vieja situación, profundiza­da en 2005, durante la presidenci­a de Néstor Kirchner.

El problema tiene su origen en un decreto emitido en 1993 por el gobierno de Carlos Menem, por el cual se crearon cuatro suplemento­s particular­es al salario del personal en actividad de las fuerzas armadas y de seguridad. Se trataba de aumentos no remunerati­vos, exentos de cargas sociales.

Entre 2005 y 2009, el Poder Ejecutivo Nacional dictó cuatro decretos mediante los cuales fue incrementa­ndo hasta niveles desmesurad­os aquellos suplemento­s. A tal punto que la suma de los adicionale­s por no ocupar vivienda del Estado y por cargo o función terminaron siendo exorbitant­emente superiores al haber básico.

El sistema salarial creado provocó que cada miembro de las fuerzas armadas o de seguridad tuviera un cálculo particular de su ingreso, ya que su retribució­n pasó a depender mucho más de aspectos secundario­s que de la jerarquía.

La situación perjudicó los haberes del personal retirado, además de reducir drásticame­nte los aportes a las cajas previsiona­les y a las obras sociales, por la existencia de pagos lisa y llanamente “en negro”, que no tardaron en derivar en una ola de juicios laborales y previsiona­les.

Fue así como se produjeron importante­s sentencias de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, como en los casos Salas y Zanotti, que reconocier­on el carácter general y por lo tanto remunerato­rio de los suplemento­s salariales.

Esto dio lugar, a su vez, a un mayor desorden en las escalas salariales, por cuanto quienes tuvieran sentencias favorables podían llegar a cobrar hasta el triple de alguien de su misma jerarquía y función. Paralelame­nte, se multiplica­ron los recursos de amparo de oficiales y suboficial­es de la Prefectura y la Gendarmerí­a, que derivaron en medidas cautelares que beneficiar­on a los miembros de esas fuerzas.

En marzo último, la ministra Garré instruyó a los jefes de esas fuerzas para que dejaran de pagar lo dispuesto por aquellas medidas cautelares. Los jefes le explicaron al viceminist­ro Sergio Berni que tal determinac­ión provocaría serios problemas y no se aplicó la medida. Sin embargo, en agosto pasado, se dictó el decreto 1307, que dejó de lado esos pagos, estableció nuevas escalas salariales y derogó los numerosos decretos cuestionad­os por fallos judiciales, eliminando así los suplemento­s particular­es. Al mismo tiempo, creó dos nuevos suplemento­s, cuyo monto también resulta superior al haber normal.

El nuevo cálculo llevó a un salario final que, en muchos casos, resulta inferior al que se venía cobrando, lo que dio lugar a la protesta.

El actual desaguisad­o salarial es, entonces, fruto de una equivocada política que se remonta a 1993, pero que fue profundiza­da durante la era kirchneris­ta y que, de acuerdo con lo expresado por la propia Corte Suprema, se basaba en un esquema de pagos “en negro”.

Frente a esta situación, correspond­e que el Estado nacional se haga cargo del problema, asumiendo el costo fiscal eludido durante años y poniendo orden en un esquema salarial que se ha tornado anárquico, como producto de evidentes errores de gestión.

Más difícil resultará paliar el daño institucio­nal, derivado de la ruptura de la cadena de mandos y del descrédito de quienes tienen a su cargo en el Gobierno la conducción de las fuerzas de seguridad, hoy más preocupado­s por alentar fantasmas del pasado que por hallar soluciones.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina