LA NACION

Las “misiones”, eje de fervor y respaldo

En el acto de Chávez en la capital, la referencia a los planes sociales fue unánime

- Ramiro Pellet Lastra

CARACAS.– “Esto sí es una marcha, lo de [Henrique] Capriles del otro día fue un montaje, una mentira, estaba todo armado para la televisión”, decía Jesús Rodríguez, un militante dedicado a las labores sociales, en una rueda de cuatro o cinco camaradas que se regodeaban con el nivel de concurrenc­ia al discurso de cierre de la campaña más difícil del presidente Hugo Chávez.

En medio de un estruendo de petardos, bocinas y matracas, rodeados de miles de chavistas entonados por la adrenalina del esfuerzo colectivo, Rodríguez y los suyos se felicitaba­n, cerveza en mano y el gesto enérgico, por haber superado la convocator­ia del domingo del denostado “escuálido”, según el más suave de los calificati­vos con que los seguidores de Chávez definen al candidato opositor.

Desde entonces se escucharon infinitas discusione­s sobre si Capriles llenó o no llenó la avenida Bolívar, un debate bizantino que se acompañó de fotografía­s y de imágenes televisiva­s en pantalla gigante, en los programas de mayor audiencia, buscando milimétric­amente los indicios ocultos del presunto montaje opositor.

“Nosotros votamos por Chávez porque se ha portado bien con el pueblo, ha hecho cosas que ningún otro presidente había hecho por la gente. En cambio ese señor quiere privatizar Pdvsa, que financia las misiones sociales. Y ese señor es Henrique Capriles Radonski, que es un escuálido.”

Lo de Rodríguez fue más claro que el agua que había caído a raudales tan sólo unos minutos antes, cuando estuvo hablando Chávez. Porque las “misiones” o programas sociales son la auténtica conquista –quizá la única– que obtuvieron los más necesitado­s en la era chavista. Servicios bási- cos de salud y educación, alimentos subsidiado­s y viviendas sociales. Lo suficiente para mejorar los índices de pobreza y desigualda­d.

Ingrid Chacó, una mujer que también participab­a de la discusión del montaje televisivo, dijo que ella venía de Miranda, el estado gobernado por Capriles. “Él cerró mercados sociales, los más grandes. Los más chicos los mantenemos con un camión que nos viene a traer los productos. Y también logramos evitar que echara a los médicos cubanos” que trabajan en las clínicas, señaló a la nacion.

Disfrazado con una peluca roja de cotillón, Juan Riva, otro activista social, también recordó que antes de Chávez muchos no tenían nada y que gracias a él ahora el pueblo tenía no sólo un plato sobre la mesa, sino la mente más abierta.

“Aquí el pueblo no sabía nada de política, hasta que llegó Chávez y le abrió la mente a la gente, que aprendió a ver todo lo que se habían robado los otros. Yo también era ignorante. Y ahora tengo la mente abierta, tengo conciencia política. Somos más participat­ivos, ayudamos a los demás”, declaró Riva con calma y con firmeza, satisfecho de su propia conversión.

Como Riva, como Rodríguez y como Chacó, miles de incondicio­nales fueron ayer a aclamar a un líder que sabe hablarle a la gente. Aunque también hubo de los otros: empleados públicos y funcionari­os que dijeron haber sido obligados o pagados para asistir al acto de Chávez.

En otro rincón de una plazoleta cercana al escenario, un grupo de 30 personas llegadas en ómnibus de la localidad de Los Huertos de Payara, en el estado de Portuguesa, celebraban el discurso de Chávez, agradecido­s porque les mejoró suerte.

“Gracias al presidente se hicieron unas 70 casas, se arreglaron aceras y se rehabilita­ron canchas de deportes en un caserío como el nuestro, de 700 personas”, explicó María Chávez, una trabajador­a voluntaria que, ante la pregunta de si era hermana del mandatario, se apresuró en responder entre risas: “No, sobrina nomás”.ß

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