En extraño episodio, un testigo del caso Ferreyra estuvo un día desaparecido
Alfonso Severo, un ex ferroviario que había denunciado a su gremio y debía declarar en el juicio por la muerte del joven del PO, reapareció anoche después de 24 horas de incertidumbre; estaba golpeado
Con algunos golpes y signos de ataduras, apareció anoche, tras casi 24 horas sin noticias de su paradero, Enrique Alfonso Severo, un ex empleado ferroviario que había denunciado a la Unión Ferroviaria y que debía declarar ayer como testigo en el juicio por el crimen del militante del Partido Obrero (PO) Mariano Ferreyra. “Me dejaron acá”, atinó a decir Severo anoche cuando lo depositaron en la calle Clemenceau y Mariano Acosta, en Avellaneda, dijeron investigadores del caso a la nacion.
Anoche se lo llevaron al Hospital Finochietto para revisarlo y analizar si tiene otras lesiones. Al salir habló brevemente con los medios. Dijo que lo que le había pasado “es un mensaje para la Presidenta (Cristina Kirchner), no para mí. Hace tres años que no nos dan bola y las bandas siguen actuando”.
“No tiene mayores lesiones. El hecho no es atribuible a nadie. No hay indicios para responsabilizar a nadie. Es un hecho extraño”, añadió anoche una de las fuentes del caso.
La policía llegó hasta una remisería de Clemenceau al 100 porque la familia recibió una llamada donde le indicaban que Severo había sido abandonado allí. Fabián, el primer vecino que se topó con Severo cuando había sido liberado, relató anoche que el testigo estaba con las manos atadas a la espalda y caminaba en estado de shock. “Dijo que le habían apuntado con una pistola desde una moto y se lo habían llevado”, relató.
El fiscal José María Campagnolli, por indicación de la Procuración General de la Nación, investigaba el asunto. Anoche oficiales de la Brigada Antisecuestros de la Policía Federal se presentaron en la casa de Severo para llevar a la fiscalía a declarar a la esposa y al hijo de la víctima y justo en ese momento recibieron la llamada telefónica en la que señalaban que Severo estaba vivo.
Según dijeron investigadores del caso, la mujer no quería ir a la fiscalía. Los policías consultaron con el fiscal que indicó que le tomaran declaración allí, bajo juramento de decir la verdad. En ese momento, cuando iba a comenzar el interrogatorio, llamaron por teléfono para indicar que el testigo estaba sano y salvo. “Con la experiencia que tiene Campagnolli en secuestros, esto no es común. Se está analizando la reacción de la mujer y el resto de las evidencias, pero no cierra como un secuestro”, dijo una fuente que investiga el caso.
El Gobierno salió a despegarse de la desaparición. El ministro de Justicia, Julio Alak, informó que ni Severo ni la Justicia habían pedido custodia y que no estaba en el programa de testigos protegidos (ver aparte).
La familia de Severo, de 50 años, había denunciado que había sido secuestrado en Sarandí cuando iba a visitar a un nieto. Su automóvil, un Renaul Clío negro, había aparecido ayer al mediodía, con las llaves puestas, documentos y la citación del juicio, cerca de su casa. Estaba en un pasaje de Gerli, en la esquina de la vivienda donde vive Severo.
Los investigadores levantaron cuatro huellas dactilares del auto. El Renault Clío negro no estaba ahí a la mañana y alguien lo habría colo- cado a mediodía, relataron testigos. Su teléfono celular no apareció en el auto, donde solo estaba la puerta del conductor abierta; el resto, cerradas y las llaves puestas. Una cámara de seguridad de la Municipalidad de Avellaneda captó a Severo saliendo solo de su casa a las 0.27, cuando iba a visitar a su nieto a la casa de su nuera. “Una hora extraña para hacerlo”, dijo un investigador.
El Partido Obrero realizó ayer una marcha en la Plaza de Mayo para exigir su aparición y reclamar el “desmantelamiento de los resortes materiales y políticos que continúan sosteniendo al entramado mafioso”. El reclamo fue acompañado por representantes de distintos partidos.
Severo debía declarar ante los jueces del caso Ferreyra, que son los mismos que lo tenían como acusado en otra de las cinco causas por el testigo tenía por amenazas, abuso de armas y lesiones. Había denunciado que su casa había sido baleada después del crimen de Mariano Ferreyra, por el que es juzgado el líder de la Unión Ferroviaria, José Pedraza. Ante la Justicia había dicho que sabía dónde se guardaban armas en edificios ferroviarios y que el día antes de la muerte de Ferreyra la UF convocó a una reunión para evitar el corte de vías de los tercerizados.
Gastón Severo, hijo del desaparecido, informó que desde hacía días venían recibiendo amenazas telefónicas.